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Hoy es siempre todavía || Pelayo Rodríguez | Víctima de acoso escolar

“Me exijo y me machaco mucho y eso es fruto del acoso escolar que padecí durante tres cursos”

“Había hecho pandilla y el confinamiento me vino fatal porque ya había pasado tres años en casa, pero así escribí mi libro”

Pelayo Rodríguez. | JUAN PLAZA

Pelayo Rodríguez (Langreo, 1999), que creció en La Rasa (Carbayín Alto) cuenta su acoso escolar en Pola de Siero de los 13 a los 17 años en el libro “Una sentencia llamada Bullying”. Es sportinguista, activo en las redes sociales, tiene varias pandillas, acaba un módulo de técnico de radio y siente que está en “un momento muy bueno: ni en cuatro vidas habría imaginado el boom del libro”.

–¿Cómo empezó todo?

–En segundo de la ESO pasé de la felicidad, de salir con once chicos y chicas de mi edad a fiestas, a la piscina y a la playa a que dejaran de hablarme de un día para otro. Nadie me explicó por qué.

–¿Y el resto de la clase?

–Lo dejaban pasar por miedo o desconocimiento. El 98% dejó de hablarme y de quedar conmigo. Tenía relación con gente de otros cursos o que sufría rechazo.

–¿Bajaron sus notas?

–No. Subieron en algunas asignaturas, pero iba con menos ganas a clase. De lunes a jueves dormía irregularmente. Comía bien.

–¿Fue un acoso grave?

–En una escala de 1 a 10, 9. No llegué a quitarme de en medio. Lo que sufrí no se lo deseo ni a ellos.

–¿Los cruza por la calle?

–Sí. Algunos interactúan en redes sociales o saludan, pero yo mantengo una fina indiferencia. Contesto y no pasa de ahí.

–¿Reaccionaron a partir del libro?

–No. Algunos de clase, después de ver mi entrevista en la TPA, me escribieron por privado pidiendo disculpas como cómplices pasivos porque no se habían dado cuenta. Los causantes me siguieron por las redes sociales, pero no llegó su petición de perdón en su momento y no va a llegar ahora.

–¿Había un líder?

–Siempre, pero eran un poco Anonymous, una bandada democrática en que cualquiera tenía una iniciativa y los demás iban detrás.

–¿Qué curso fue más grave?

–Cuarto de la ESO. Rompí con el fútbol y me metí en una academia para hacer baile moderno. Lo hice en secreto, pero me vio una chica de las que metían baza. Me llamaron cosas que no quiero repetir y empezaron las agresiones. Zancadillas, collejas, patadas, empujones, intentaban ahogarme con los cordones de la sudadera. Acoso grave en un centro educativo.

–¿Qué sentía?

–Mucho miedo. Recibía amenazas por Whatsapp y teléfono de que me iban a pegar, pero mi mayor miedo era que mi familia sufriera algún efecto colateral. El cuerpo me pesaba y no tenía fuerzas para luchar. Estaba yendo con una psicóloga porque tengo TDH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) y me decía que tenía que enfrentarme, que tenía algo para defenderme y lo quería potenciar. Lo intenté sin éxito –como era de esperar– y pensaba “para qué voy a pelear y agrandar esta bola”.

–¿Cuándo empezó con la psicóloga?

–En tercero de la ESO. Buscábamos métodos para estudiar mejor, no estar todo el día en casa con la consola y hallar otras actividades de ocio cerca.

–¿Cómo supo del TDH?

–Soy inquieto y tenía que dedicar muchas horas a estudiar y a lo que me gusta. Un profesor se dio cuenta por la diferencia de notas entre asignaturas y que unas veces me empeñaba en temas de clase y otras estaba distraído. Un psiquiatra me lo diagnosticó.

–¿Denunció el acoso?

–En febrero no quería ir a clase. Mis padres sabían algo. Decidimos ir a jefatura de estudios y dirección. No pusieron medidas. Cuando amenazamos con seguir vías legales y yo ya había decidido marchar, intentaron ponerse las pilas, pero quedaban dos meses de clase y no merecía la pena un acoso empezado dos años atrás.

Pelayo es hijo de Daniel, policía municipal, y de Marta, auxiliar de enfermería en el ERA de Infiesto. Tiene un hermano seis años mayor.

–¿Dice que sus padres sabían?

–Dije que se metían conmigo, pero no imaginaban a qué escala. Hablaron con los padres de los agresores y alguno medio me pidió disculpas y dejó de meterse conmigo. Con otros, no surtió efecto.

–Cambió de instituto a Oviedo y fin del problema.

–Conocí otra gente, me perdieron la pista y dejaron de buscarme, de hablarme y de amenazarme. Quería hacer el Bachillerato de Artes Escénicas y en el Instituto Aramo hice el primer curso.

–¿Fue receloso al Aramo?

–Con miedo: un sitio nuevo, Oviedo, mucha gente..., pero el primer día visualicé a los compañeros y en el primer recreo nos fuimos conociendo. Estuve cómodo porque hicimos un grupo humano en el que todos teníamos nuestras cosas, algunos rechazados y otros no. Seguimos unidos.

–¿Siente secuelas?

–El sentimiento de inferioridad me ha hecho mi mayor enemigo. Me exijo y me machaco mucho y eso es fruto del acoso. De niño me relacionaba con desconocidos mejor que mi hermano y esa capacidad desapareció. Ahora prefiero escuchar y estar en silencio.

–¿Por qué quiso sacar esto?

–Por limpiar lo que tenía dentro desde los 13 años y ser más feliz; como acto reivindicativo y para visibilizar algo que es tabú, salvo cuando pasan cosas muy graves. Una tía materna, que me dio clases particulares y éramos uña y carne, me dijo que me expresaba bien por escrito y propuso: “Vamos a escribir sobre esto”. Había testimonios, pero no de chicos a los que les había pasado 4 años antes. Mi tía luchó mucho por mí hasta que falleció de cáncer, al año de iniciar el libro. Tuve un parón y en la cuarentena decidí acabarlo.

–¿Dolió escarbar?

–Dolió leerlo, releerlo y editarlo. Fueron 5 meses muy duros, con semanas casi enteras al ordenador.

–¿Quería contar su historia o escribir?

–Contar mi historia. Es autobiográfico. Todo me sucedió. He blanqueado los pensamientos suicidas. También quería explorar la escritura. No soy muy lector. Y ver el proceso de hacer un libro.

–¿Investigó el acoso?

–Conecté con asociaciones, preguntaba cómo les fue a otros conocidos para ver cómo se puede hablar de todos. No fue sencillo ni agradable. Ahora es peor porque subió el ciberacoso en el que cualquier comentario o fotografía seguirá siempre en manos de alguien y podrá volver a expandirlo.

–Planes actuales.

–Estoy adaptándome al momento. Si todo va bien haré prácticas en Radio Marca en Asturias. Hice un grupo de amigos con el que pasé el verano yendo a fiestas de prado. El confinamiento me vino fatal porque ya había estado 3 años encerrado en casa. Me reciclé con músicos nuevos. Quiero seguir creciendo, escribir relatos cortos sobre los miedos, inseguridades y pensamientos a raíz del libro, entrar en mi vida laboral, continuar hablando de fútbol en radios y haciendo baile moderno.

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