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Mourad Merzouki Director del Centro Coreográfico Nacional de Créteil, que actúa esta tarde en el Festival de Danza de Oviedo

“El problema de la pandemia es que nos haga perder el deseo de crear sueños y poesía”

“Los teatros no retomarán la normalidad en años, por los atascos en la programación” | “La danza permite el diálogo entre culturas”

Mourad Merzouki. | Julie Cherki

Mourad Merzouki (Lyon, Francia, 1973) es bailarín y coreógrafo de danza contemporánea y hiphop, y desde 2009 dirige el Centro Coreográfico Nacional de Créteil. Sus bailarines se subirán al escenario del teatro Campoamor de Oviedo hoy, a las 19.00 horas, para poner en escena “Vertikal”, un espectáculo programado dentro del Festival de Danza de Oviedo que promete desafiar la fuerza de la gravedad.

–¿El hiphop, la danza urbana, ha entrado definitivamente en los auditorios clásicos contemporáneos?

–Cuando la danza hiphop emergió en Francia, en los años ochenta, era una cultura nacida en la calle, percibida como una moda, efímera, poco seria, de los suburbios. Afortunadamente, algunos directores de teatro han apostado por el hiphop y han abierto sus puertas a sus bailarines. Eso le ha permitido evolucionar e integrar los códigos de la creación coreográfica, y todo ello manteniendo su propia identidad. La fuerza de esa danza reside en su capacidad para crear un vinculo entre la exigencia artística y la manifestación artística popular, un ir y venir entre la calle y la escena, entre los barrios y los centros de las ciudades. Hoy, el hiphop se sitúa en el paisaje coreográfico, está presente en las grandes instituciones. En los inicios estábamos lejos de imaginar que el hiphop iba a llegar a tanto público. ¡No podemos más que estar orgullosos del camino recorrido! Pero no ha terminado, hay que seguir acompañando esta danza, defendiendo su historia y creando conexiones con otras disciplinas.

–¿Por dónde pasa el futuro de la danza? ¿Hay jóvenes en los teatros?

–El futuro de la danza está en las jóvenes generaciones. Es preciso que eduquen su sensibilidad desde las más tempranas edades, para que puedan apropiarse de ella. La transmisión es un eje de trabajo muy importante, en mi opinión, para conseguir que la danza sea accesible a todo el mundo. En Créteil, en los suburbios de París, donde dirijo el Centro Coreográfico Nacional, imaginamos ambiciosos proyectos de educación artística. Y vemos los beneficios de la danza, todo lo que puede aportar a los jóvenes, algo distinto de lo que hay en los bajos de su bloque de pisos: una nueva música que escuchar, un nuevo artista, y todo ello es una bonita manera de descubrir lo que se mueve a nuestro alrededor. Hay bailarines que actualmente giran por todo el mundo empezando de la nada. La danza, la cultura, son extremadamente importantes, y quizá todavía lo son más en el mundo en el que estamos viviendo hoy.

–¿Qué impacto ha tenido el covid en el mundo de la danza?

–Esta terrible crisis ha supuesto un parón total a nuestra actividad, con el cierre prolongado de los teatros. Los primeros meses era soportable, pero es más duro ahora, que la crisis se prolonga en el tiempo. Esperamos ver pronto el final del túnel, porque estamos desconectados del público, de la vida, de todo lo que nos anima para continuar creando. Dicho esto, nuestra responsabilidad como artistas es mantenernos en pie y plantar cara a la adversidad. Queramos o no. Para mí, que estoy adscrito a una estructura institucional, el Centro Coreográfico Nacional de Créteil et du Val-de-Marne, es más fácil resistir. Es otra historia para las compañías independientes. Intento, desde mi posición, ser solidario con los artistas en dificultades intentando reforzar las acogidas en residencia, las coproducciones y con el desarrollo de un concurso coreográfico para jóvenes coreógrafos emergentes.

–En Francia ha habido grandes manifestaciones en los últimos meses pidiendo la reactivación del sector cultural. ¿Hay un antes y un después de esta epidemia?

–La crisis va a tener consecuencias a largo plazo. Hay muchos autores, directores de escena o coreógrafos que flirteaban con la precariedad y que van a ver agravarse su situación. Se sale menos de gira, o nada. Los cuerpos sin actividad se lesionan más fácilmente. Incluso en una compañía que gira habitualmente mucho, como la mía, no retomaremos la normalidad hasta pasados unos años, por el atasco en las programaciones de los teatros a causa de los aplazamientos. En el plano creativo, yo estoy trabajando actualmente en dos nuevos espectáculos, trato de no dejarme abatir, porque es necesario que nos reinventemos. El peligro de esta pandemia es que nos haga perder lo que nos da la vida: el deseo de crear sueños y poesía.

–¿La danza puede llegar a ser una herramienta para transformar el mundo?

–Sí, yo estoy convencido de ello. La danza es un lenguaje universal que no conoce barreras geográficas o sociales. La danza permite establecer un diálogo entre culturas y favorece la apertura hacia el otro. En un momento en el que se suceden los debates y los enfrentamientos en las cadenas de información, cuando todo el mundo está espalda con espalda, nos hace falta el teatro, porque es un lugar donde las tensiones se calman. Es también una herramienta poderosa que permite que cada uno se exprese, que busque el modo de encontrar su lugar en la sociedad, como ha sido mi caso.

–¿Con qué expectativas viajan a Oviedo ?

–Desde hace más de un año, el espectáculo “Vertikal” no ha sido representado más que dos veces. Es un desafío para los bailarines retomar esta pieza, que es exigente física y artísticamente. Pero es también un alivio para ellos regresar por fin a los escenarios y reencontrar su vínculo con el público.

–¿Continuaran de gira por España?

–Sí, representaremos el espectáculo “Pixel” en los Teatros del Canal en Madrid el 12 de mayo. Esperamos que ese sea el principio de una interesante colaboración que mantener en las próximas temporadas.

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