“No pensaba que iba a escribir sobre esto. El libro nace en el hospital, en aquellos días de marzo, en ese silencio de las calles, y en los hospitales, era un trasiego de gente y muerte. Había un silencio brutal, veíamos que alrededor no sabían muy bien lo que hacer con nosotros. Reaccioné muy rápido un día de esos y empecé a curarme, y aunque la recuperación duró mucho, tengo claro que la medicina me salvó, pero escribir poesía fue lo que me curó”. Se vislumbra un atisbo de emoción en sus palabras al echar la vista atrás y recordar su experiencia con el covid. El poeta asturiano Fernando Beltrán habló, ayer, en el “Poex” sobre su último libro de poemas “La curación del mundo”, inspirado en su experiencia a la hora de contraer y superar el coronavirus.

Beltrán compartió un encuentro en el festival poético de Gijón junto a María Ángeles Pérez, que analizó su última obra, “Verbos para el bosque”, y en la que actuó como presentador Leopoldo Sánchez Torre. “Hace un año la primavera fue radiante, había llovido tanto, era increíble sentir la naturaleza en el afuera de las ventanas, del no nosotros, esa experiencia modificó mucho lo que estuve sintiendo y escribiendo”, relató Pérez para contextualizar su trabajo. En su obra, según detalló, se recoge “un recorrido por poemas que tenían que ver con ese afuera, y el deseo de entrar en esas zonas no conocidas de lo vegetal, lo animal, de una misma”.

Fernando Beltrán rememoró cómo escribió su primer poema en el hospital “Puente de los franceses”, en la espera de siete horas desde que le dieron el alta hasta que pudo irse. Insistió en la vitalidad que le insufló la poesía: “Es útil, ya no digo terapéutica y otras cosas, pero sí muy útil”. Y echó la vista atrás a su juventud para situar su pasión: “Desde que escribíamos los primeros textos nos sentíamos útiles, y corríamos luego a leer tu poema a alguien. Lo que no sabía es que las metáforas iban a ayudarme en un momento tan importante de mi vida”, analizó.

En ese momento, Beltrán sacó a colación dos recuerdos que le marcaron desde su cama del hospital. “No podía imaginarme que aquellos días en los que veía un mirlo apoyarse en el alfeizar del hospital, era un mirlo feo, deshilachado, era algo muy negro, como un presagio, y ese mirlo gira la cabeza y tiene un hermoso pico naranja, te agarras al pico del mirlo y cambias el presagio, ves una señal de que hay salida”, manifestó en primer lugar. “Y me ayudó el recuerdo del ciclista López Carril, una imagen suya que tenía en el móvil, de una llegada al puerto del Alpe d’Huez, en un titánico esfuerzo que le dejaba casi sin pulmones”, añadió, antes de leer un poema que le dedicó sobre su ascensión a la cumbre mítica de montaña francesa.

El día de ayer en el “Poex” tuvo también como protagonistas a Miriam Reyes, con el análisis de su trabajo “(h) amor2”; y también a Miguel Munárriz, con una antología y retrospectiva gráfica de Luis Eduardo Aute. “Se debería tener la poesía como algo diario”, destacó en su introducción Munárriz, antes de añadir: “El reto que supone recoger una serie de poemas”. El poeta no tuvo reparos en subrayar sobre la figura de Aute que “era un ser tocado por la gracia divina, el antidivo, era muy sencillo”. Y fue tajante a la hora de manifestar que “estar con Aute era algo especial”.

La penúltima jornada del “Poex” se celebrará con una triple actividad en el Antiguo Instituto. Por la mañana, a las 12.30 horas, será el turno para varios poetas asturianos, autores de la antología “Los últimos del XX”: Rodrigo Olay, Candela de las Heras, Miguel Floriano, Pablo Núñez, Dalia Alonso, Lorenzo Roal, Rocío Acebal, Carlos Iglesias y Xaime Martínez. Por la tarde, a las 18.30 horas, intervendrá Manuel Vilas, autor de “Roma”, y cerrará el día Begoña M. Rueda, “Premio Hiperión 20’21” por “Servicio de Lavandería”.