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La desesperación de los padres de una adolescente ingresada por anorexia nerviosa: “Nuestra hija no se curará en Psiquiatría"

La joven, de 15 años, ingresó con un índice de masa corporal inferior a 16: mide 1,54 metros y pesaba 37,6 kilos

María Elena Agulla y José Antonio Bouza, con dos dibujos elaborados por su hija. Alba Villar

Que el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo disponga de una unidad de trastornos alimentarios. Es la petición que abanderan Elena Agulla y José Antonio Bouza: su hija, de 15 años, ingresó el 14 de abril en Psiquiatría en el centro vigués por anorexia nerviosa, con un índice de masa corporal inferior a 16 –1,54 metros de estatura y 37,6 kilos de peso–.

La cuestión llegó al Parlamento de Galicia en 2015: el diputado del PP Miguel Santalices, actual presidente de esta cámara, propuso la creación del servicio para dar amparo a los ciudadanos del sur de la comunidad –la única unidad que hay en Galicia está en Santiago de Compostela–. Seis años después, sigue sin existir. Y la falta de esta dotación la sufren a diario estos dos padres, que ven cómo la joven “no mejora ni física ni mentalmente” y temen por su vida.

“Se encuentra aislada en una habitación con un único tratamiento para la ansiedad: un inhibidor recetado por la psiquiatra privada, unas vitaminas y aportes nutricionales para mejorar su estado físico. Desde el ingreso, nuestra hija no está mejorando. Está en una unidad de Psiquiatría general, que no está adaptada para este tipo de trastornos. Es una tristeza y ella está mal: llora y dice que se quiere ir cuanto antes, que no la están curando de su problema mental; además, entran pacientes de la planta en la habitación y, de noche, hay ruidos y golpes”, explica la madre, que recuerda que, para que atendieran a la menor, hasta tuvieron que enfadarse en el hospital y suplicar que la ayudasen: “Una enferma de este tipo necesita apoyo diario de un psicólogo profesional y nuestra hija solo ha recibido tres visitas en 20 días. Un sistema público de sanidad de calidad en una ciudad como Vigo, la más poblada de Galicia, debería tener, además de la infraestructura, los profesionales adecuados para poder ayudar a enfermos así”.

La adolescente perdió más de 10 kilos en menos de un año, según relatan sus padres: en julio, pesaba 48,5 kilos. En el verano del 2020, se descargó una aplicación en el móvil de productos saludables que, con escanear los códigos de barras, te indica si son o no saludables. La tenía una amiga. En septiembre, se bajó otra app, en este caso, para hacer ejercicio.

“De vez en cuando, hacía deporte 15 minutos al día. Empezó a no tomar ColaCao con galletas, pizzas, embutidos... Pedía todo a la plancha y comía fruta y frutos secos. Si había que comer una hamburguesa o un bocadillo algún día, lo hacía, no había problema. En noviembre, había bajado un par de kilos. Eso la motivó: fue aumentando el tiempo de ejercicio y centrándose más en la comida sana. A mediados de enero, ya había perdido, en total, 6 kilos. Le dije que no podía seguir bajando de peso: la regla le vino en diciembre, pero en enero, ya no. Se hizo unas analíticas y le salieron bien, pero preferimos pedirle que dejara de hacer deporte. Eso provocó que empezara a tener crisis de ansiedad, lloraba y temblaba”, relata la madre antes de recordar que la joven le daba la comida a los perros para hacer creer a los padres que la había ingerido ella y que, según cuenta en su diario, llegó a autolesionarse.

María Elena Agulla y José Antonio Bouza, con dos dibujos elaborados por su hija. Alba Villar

Y es que, como comentan Elena Agulla y José Antonio Bouza, su hija les confesó que funciona “como si tuviera una calculadora en la cabeza”. “Su mente le echa en cara lo que come y le va sumando día tras día tanto la comida como el deporte que hace. Llevaba tanto tiempo sin hacer ejercicio que acumuló tensión y reventó. Ella es consciente de lo que le pasa, pero, al igual que nosotros, sabe que, en Psiquiatría, no se va a curar. En los dibujos que hace, expresa lo que siente: necesita ayuda y quiere ser la persona que era antes de todo esto, nunca había tenido problemas con su cuerpo”, indica el padre, que concreta que estará ingresada “hasta que su peso esté entre 42 y 44 kilos”. “Ahora mismo, está en algo más de 40. Come porque quiere irse de ahí, pero su cabeza se lo echa en cara”, destaca.

Durante el periodo previo al ingreso, la familia acudió al servicio de Urgencias del centro de salud que les corresponde “en un par de ocasiones”, a Povisa y tres veces al Álvaro Cunqueiro. “En estas visitas, lo único que nos decían era que nuestra hija ya estaba en tratamiento, tratamiento pautado por la psiquiatra privada, por cierto. El 14 de abril, ya había experimentado una pérdida de peso brutal, por lo que decidimos volver al hospital y pedir que nos ayudaran a ponerle fin a su enfermedad. Ese mismo día, la psiquiatra decide ordenar su ingreso en Psiquiatría”, relata la madre.

La familia denuncia que, para más inri, “los tiempos de espera para las citas con los especialistas son excesivos: en enero, nos dieron para el 21 de abril con el psiquiatra y el 4 de junio con el endocrino”. “Por esa razón, optamos por acudir a la sanidad privada, ya que, a medida que pasaban los días, las crisis de ansiedad se agudizaban y, en casa, tanto su padre como yo no sabíamos cómo ayudar a nuestra hija”, dice Agulla.

Uno de los rayos de luz en medio de la oscuridad para la menor es la profesora que acude a su habitación. “Es la única persona dentro del hospital que la está salvando un poco; hace función de terapeuta y la anima. No digo que el personal se porte mal con ella, todo lo contrario, la quieren mucho, pero los sanitarios nos dicen que son conscientes de que la joven no está recibiendo el tratamiento adecuado y que no pueden hacer otra cosa, sienten frustración”, manifiestan la madre y el padre.

El entorno más cercano de la familia ha puesto en marcha una petición en la conocida plataforma change.org dirigida a la Xunta de Galicia; a su presidente, Alberto Núñez Feijóo; a la Consellería de Sanidade; y a la Valedora do Pobo, María Dolores Fernández Galiño, para que se ponga en marcha una unidad de trastornos alimentarios en Vigo. “La queremos para nuestra hija y para todas las personas que vengan detrás”, concluye el padre.

Actualizarse en este campo

Patricia Beiro, dietista-nutricionista de la Asociación Bulimia y Anorexia de Pontevedra en Vigo (ABAP), lamenta el “maltratamiento” a nivel hospitalario y ambulatorio de los trastornos de alimentación, que padecen un 5% de la población infantil y juvenil -el 11% presenta síntomas de riesgo-, porcentaje que aumenta al 9% en adultos. Por ello, cree que es “urgente” que se establezca una unidad específica en Vigo y los profesionales se actualicen en la materia.

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