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Cuando Abramovic expuso en Asturias

La artista serbia mostró en 2009 en la iglesia de la Laboral su instalación “8 lecciones sobre el vacío con final feliz”

Una de las performance de Marina Abramović.

Maria Abramovic (Belgado, 1946) es la gran artista de la performance. Dicen que es la “madre” del género -con una carrera que comenzó en los años setenta del pasado siglo XX- aunque ella refine como la “abuela de la performance”. Su obra es una exploración de las relaciones entre cuerpo y mente, creador y público. En 2009, una de sus obras estuvo presente en Gijón, la pieza titulada «8 lecciones sobre el vacío con final feliz», y se expuso en la iglesia de la Ciudad de la Cultura de la Laboral. En esta instalación, Abramovic trata de transmitir su «profunda preocupación por los excesos de las representaciones contemporáneas de la violencia” «Nos llena de impactantes imágenes de personas sufriendo». Cinco pantallas recrean una guerra representada por niños.

A Marina Abramovic se le ocurrió esta videoinstalación tras su paso por Laos, donde vio que todos los niños tenían armas de juguete. A partir de esa experiencia, la artista recrea las distintas fases de un conflicto bélico: desde las negociaciones previas al estallido, hasta la batalla, las vicisitudes de los prisiones y heridos o las ejecuciones. Además, la iglesia de la Laboral también acogerá la proyección, en una gran pantalla, de «Family Portrait», donde se muestran niños con sus armas de plástico.

Se ha dicho que Marina Abramovic, que en 1976 dejó la antigua Yugoslavia para vivir en Amsterdam, plantea su obra como una catarsis de la que debe surgir, apelando a algunas de las posiciones de Susan Sontag en su ensayo «Ante el dolor de los demás», una «respuesta compasiva». En las imágenes de la «performer» no hay transigencia con las imágenes de la violencia y el horror; al contrario, es una llamada sobre la inocencia de la infancia y el horror de la guerra.

Los trabajos de Marina Abramovic, que entre 1973 y 1975 fue profesora de la Academia de Bellas Artes de Novi Sad, ha llamado la atención de la crítica desde sus primeras propuestas. En 1974, por ejemplo, planteó una «performance» en la que tomó varias píldoras con distintos efectos sobre su cerebro para mostrar, ante el público, las relaciones entre cuerpo y mente.

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