La espada de Sobrefoz, de 3.000 años de antigüedad y de la que no se tenía noticia desde hace 143 años, ha reaparecido hoy en el Museo Arqueológico de Asturias. "Ha pasado a ser patrimonio de todos los asturianos", en palabras del catedrático emérito de prehistoria Miguel Ángel de Blas que aseguró que la pieza "no es un objeto normal" ya que se trata "de uno de los elementos más notables de la Edad de Bronce". De Blas fue el encargado de ofrecer detalles sobre el arma que ha sido donada al Arqueológico por Victoria Blanco del Dago, que estaba en posesión de la espada desde que su hermano Maximino Blanco la redescubriese bajo un tejado al realizar unas obras en una vivienda próxima al palacio de Labra, en Cangas de Onís.

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La espada mítica y prehistórica de Sobrefoz Miki López

En su tesis doctoral, publicada en 1983, el profesor De Blas, detallaba ya las circunstancias del hallazgo de la pieza y de la antigüedad que le atribuyen los especialistas. La espada fue descubierta en 1878 en una cuerria del pueblo de Sobrefoz (Ponga), se identifica como perteneciente a la familia de las espadas con lengüeta tripartita y, dentro de ellas, al grupo de las pistiliformes atlánticas.

Los especialistas estiman que la pieza se enmarca en una cronología a partir del año 1.100 a.C., y destacan reiteradamente su carácter atlántico por sus paralelismos con piezas halladas en Galicia, el occidente de Francia y las islas británicas. La espada de Sobrefoz es un objeto único en el repertorio arqueológico de Asturias e ilustra un periodo del que se poseen muy escasos testimonios, ninguno de la entidad de esta pieza. La calidad de su factura técnica y la excelente conservación de su cuerpo metálico hacen pensar que procede de un depósito votivo o funerario relacionado con algún personaje importante de la época.

La presentación de la espada se ha hecho este martes coincidiendo con el  Día Internacional de los Museos y en ella han participado el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y la consejera de Cultura, Berta Piñán, así como la nueva directora del Arqueológico, María Antonia Pedregal.

Adrián Barbón señaló que "estamos ante algo único e irrepetible, ante 3.000 años de nuestra propia historia". El Presidente insistió en el que la pieza "era reconocida, pero no conocida", ya que se conocía su existencia y se conservaban dos fotografías pero no se sabía su paradero. "Ahora tendremos la oportunidad de estudiarla"; apuntó.

El Presidente quiso dejar patente su agradecimiento a Victoria Blanco porque "otros habían hecho otra cosa con esta espada de un valor incalculable".

La espada apareció por casualidad en 1878 al remover el fondo de una “cuerria” (una cabaña o quizá una tumba). Mide 70 centímetros de longitud siendo un modelo poco habitual de hoja pistiliforme y de origen atlántico, con empuñadura en “U”. Hay un ejemplar igual en la Reóle, al este de Burdeos, encontrado durante un dragado del Garona. Se trata de fundidos de elevada calidad del Bronce Final entre 1100 y 900 a. de C. Que la espada se encontrara en Ponga no es algo extraño, según los historiadores, pues cerca se encuentra, cruzada la Cordillera, la cuenca del Esla en tierras leonesas, zona en la que las pistiloformes se encuentran en un mayor número.

La donante de la pieza, Victoria Blanco del Dago, recordaba ayer en el Museo Arqueológico de Asturias el momento en que su hermano Maximino encontró la espada. "Estaba en un tejado y a mi hermano le llamó la atención que el señor le explicó que la familia la había utilizado siempre para cortar maizón", relató, que añadió que a su hermano "la pieza le pareció interesante pero no fue consciente de su relevancia hasta que habló con expertos como Joaquín Manzanares". Virginia Blanco estaba ayer "como si me hubiese tocado la lotería", se confesaba "feliz, feliz, feliz" de haber cumplido la voluntad de su hermano fallecido. "La espada está donde quería mi hermano y donde tiene que estar, en el Museo Arqueológico, para preservarla, difundirla y que todo el mundo la pueda contemplar". Además de la espada de Sobrefoz, la mujer ha donado al museo varias piezas arqueológicas entre las que destaca un hacha de piedra de doble faz.