Enésimo enfrentamiento entre hostelero y cliente insatisfecho en la red. En esta ocasión, a cuenta del comentario en un establecimiento de las Cuencas. Como casi siempre, el asunto acabó con un auténtico bofetón dialéctico del empresario al supuesto comensal.

Todo comenzó con un comentario en una red social. "Menú especial de sábado. Cebollas rellenas y fabada, por ese orden. Cuando traen las cebollas primero, le digo que creo que primero irá la fabada. Me contesta el camarero que el menú especial se sirve así. Traen las cebollas, dos pequeñas para cada persona que tenían suficiente relleno de bonito pero son muy corrientes. Nada que ver con otras que comimos en distintos restaurante. El plato de mi pareja, en lugar de la fabada pide verdinas con mejillones (que es el primer plato del menú del día de diez euros). Está aceptable. Mi fabada de menú especial de 20 euros, un sábado, viene fría, unas fabas del tamaño de una uña y la mayoría de ellas rotas y los pellejos sueltos", comienza la crítica.

La cosa sigue: "Viene en una fuente con distintas unidades de compango. Se la devuelvo al camarero y le digo 'tráigame la fabada caliente y procure a ver si hay fabas que no estén rotas ni pellejudas. Vuelve al cabo de un tiempo con un plato con las mismas fabas rotas y pellejudas y un trozo de chorizo y un trozo de tocino rancio, amarillo. Aquello no lo como y cuando viene le digo: 'Diga en cocina que no se pueden servir esas fabas'. Sin darme una alternativa me trae la cuenta. Reclamo hablar con el encargado. Está comiendo en una mesa con el cocinero, me informan, y no viene a hablar conmigo. Me mira y sigue comiendo. Me acerco a la mesa. Hablo muy bajo para no hacer público mi malestar por la pésima calidad de la comida y el dueño me dice, 'no se preocupe, le cobro a la carta. Sin postre, 40,10 euros', y me vacila y me dice: 'No hay que preocuparse'".

La explicación aún continúa: "Me siento robado, estafado, pero por una enfermedad coronaria no puedo discutir. Ahora contéstame y dime que por qué no lo planteé allí. Hicisteis oídos sordos. Los dos. Tú y el cocinero. No ofrecisteis alternativas y solo te importó tu caja".

La respuesta del empresario no se hizo esperar. "Llevo casi tres décadas trabajando en hostelería, soy psicólogo y terapeuta familiar desde hace veinte años y no recuerdo a nadie que me haya hecho sentir tan mal ni me haya insultado con tanta saña e injusticia. Eso sí, en voz baja, como usted lo ha hecho. Si algo no está al gusto de nuestros clientes agradecemos que nos lo comenten, personalmente o en esta plataforma, y si está en nuestras manos intentaremos subsanarlo en la medida de nuestras posibilidades. Ahora bien, el insulto y la violencia sólo merecen nuestro más absoluto rechazo e indiferencia", concluye elegantemente el hostelero.

Este no es, ni mucho menos, un caso aislado. De hecho, los enfrentamientos entre clientes y hosteleros son de lo más frecuente en internet. Especialmente en las redes sociales especializadas. Ante esta situación, muchos empresarios reclaman más control en los comentarios vertidos por parte de las webs. Una de las peticiones más recurrentes es la obligación de presentar un justificante de compra para corroborar que el comentario es fehaciente. Y es que muchos empresarios denuncian que, en ocasiones, son víctimas de estrategias para tratar de perjudicar su imagen en internet.

Esto último se ha convertido de vital importancia en los últimos tiempos, pues cada son más las personas que se guían por los comentarios y las valoraciones dejadas en estas plataformas especializadas antes de elegir restaurante.