Pancho Varona salió ayer a las tablas del Campoamor, echo un vistazo y abrió la boca por primera vez para afirmar para sí mismo, pero en voz alta: “acojona este teatro...”. Fue la primera sonrisa y el primer aplauso de la “Noche Sabinera”, el concierto que la banda de Joaquín Sabina ofreció ayer en el teatro ovetense, lleno hasta donde permite la autoridad.

Varona, cómplice preferente de Sabina junto a un Antonio García de Diego que le flanqueaba sobre las tablas, continuó diciendo: “hemos estado en muchos teatros del mundo entero, teatros donde se ha subido gente de muchísimo talento. Pero este es sin duda el teatro donde más gente de talento se ha subido de todos los que hemos pisado”, en un guiño a los premios “Princesa de Asturias”.

Cuando Pancho Varona y compañía decidieron poner en marcha las “Noches Sabineras” dejaron marcadas unas pautas a las que debían ser fieles siempre. La principal de todas ellas es que aquello no debía ser un homenaje a Joaquín Sabina. Nada de conciertos tributo. Ellos son la banda de Joaquín Sabina y presumen de eso. Son sus canciones tanto como lo son del cantautor más famoso de la Movida. Varona, García de Diego y Mara Barros fueron cantando sus canciones favoritas, no necesariamente las más famosas o las más esperadas, hasta redondear un concierto de casi dos horas delante de un Campoamor que ansiaba darse una sesión de terapia sabinera con muchos guiños a la tierra y muchas bromas entre canciones, un fórmula que siempre deja un sabor de boca encantador entre los fans.

Faltó el habitual karaoke final, el cierre habitual de las “Noches Sabineras”, vetado por la movilidad reducida que imponen las restricciones sanitarias. Pero a cambio, la banda regaló al público hasta seis bises, con el patio de butacas convertido en un monumental coro. El público aplaudió a rabiar hasta terminar el concierto con el último verso del clasicazo” Princesa”.