¿Qué es la locura? ¿Qué es la cordura? En un mundo de matices y múltiples lentes a través de las que mirar, las personas que han sido diagnosticadas con algún problema psiquiátrico se reivindican y ponen en duda la terminología establecida. Porque “¿quién no ha pasado por un momento de sufrimiento de la mente? ¿Es eso estar loco?”. Las preguntas se las formulaban ayer un par de docenas de personas reunidas en el Auditorio del Cerro de Santa Catalina, en Gijón, para proclamar a los cuatro vientos el “Orgullo Loco”, o lo que es lo mismo, decir bien alto a toda la sociedad que “no somos ciudadanos de segunda, simplemente somos personas con muy variados sufrimientos de la mente, pero eso no nos hace locos”.

La jornada, festiva, giró en torno a una performance: un hombre en camisa de fuerza al que la sociedad enmascarada da la espalda. “Eres solitario. Sois todos violentos, ¿no ves las noticias? Sois impredecibles, no controláis vuestras emociones”. La colección de dedicatorias es larga, y quienes las padecen a diario quieren dejar claro que “el desconocimiento y los prejuicios nos están haciendo mucho daño”.

Chus Ramírez es el presidente de la asociación “Yerbabuena”, una entidad compuesta por personas que en algún momento han sido diagnosticadas con algún trastorno psiquiátrico y que, al margen de tratamientos y etiquetas, simplemente se unen para escucharse, apoyarse, entenderse y darse aliento. Ayer fueron los principales valedores de la celebración del “Orgullo Loco” en Gijón, pero “no queremos ser protagonistas de nada, porque este acto es precisamente para todo el mundo que se sienta identificado”, matizaba Ramírez.

“No somos ciudadanos de segunda, simplemente somos personas con muy variados sufrimientos de la mente, pero eso no nos hace locos”

Él lleva muchos años con un diagnóstico psiquiátrico a cuestas, y consciente de “la indefensión y la estigmatización de la sociedad”, no duda a la hora de hacer su propia lectura: “Los problemas de salud mental se abordan desde un punto de vista muy simplista: se nos cuelga una etiqueta, a todos por igual, y en la mayoría de las ocasiones se nos mete en un gueto, se nos atiborra a pastillas y asunto arreglado”, lamenta el presidente de “Yerbabuena”.

De ahí la importancia de actos como el de ayer, para dar visibilidad a un colectivo de personas que “a simple vista nadie sería capaz de discernir si tienen algún diagnóstico psiquiátrico”, ciudadanos que se encuentran con que “aunque nos quieran ignorar, existimos, y mientras no se nos respeten los derechos que tenemos, nos están ignorando”.

Hablan por ello, como señala Tomás Corominas, del “cuerdismo” de la sociedad actual, la “posición superior desde la que nos prejuzgan y estereotipan”, desde la que lo normal es que “no exista para nosotros el consentimiento libre e informado, sino el sentimiento de que estamos obligados a tomar una medicación para la que la evidencia científica es discutible, y que ocasiona en muchas ocasiones graves problemas de adicción y deterioro cerebral”, lamenta.

Corominas relata con sencillez que “estuve loco desde los 18 a los 38 años, en tratamiento psiquiátrico. Y yo mismo decidí desmedicalizarme porque veía que no servía para nada, salvo para tener una etiqueta de por vida. No creo en las enfermedades mentales, creo en el sufrimiento, en el que tiene mucho que ver la sociedad que nos rodea con sus prejuicios. Seguimos siendo un tema tabú”, concluye.

Más allá de poner un nombre a su dolor, lo que buscan las personas con diagnósticos de salud mental es una aceptación en la sociedad que hace aguas desde muchos puntos de vista. “Es algo que nos pone etiquetas de por vida, y para lo que hay un gran desconocimiento. Hay tantos casos como personas, pero el hecho de que alguien con problemas psiquiátricos salga en el telediario por cometer un crimen no nos convierte a todos en criminales, y parece que es así”, denuncia Chus Ramírez.

Y de nuevo sale a relucir el “cuerdismo”, el que “vende titulares espectaculares, el que da la coartada para muchas situaciones”. Y en realidad “no somos más que un conjunto variado de personas que sufrimos, pero que para la sociedad estamos bajo la misma etiqueta. Pedimos justicia y prudencia, que para nosotros brillan por su ausencia en muchas ocasiones”, reivindica por su parte Paula Álvarez.

Ella sabe de primera mano lo que son largos periodos de ansiedad y depresión, que la llevaron a formarse como integradora social y a formar parte del equipo de “Yerbabuena” desde hace años. “Una de cada cuatro personas tendrán a lo largo de su vida un diagnóstico psiquiátrico, esto no es ajeno a nadie”, subraya. Y por eso pide que se sigan visibilizando los problemas de salud mental, ahora de actualidad por la pandemia, porque “a todos nos puede pasar”.

Un grupo de autoayuda desde hace veinte años para “acoger y escuchar de igual a igual”

El movimiento del “Orgullo Loco” nació en los años 90 en Canadá y llegó a España en 2018. Sólo en Asturias se viene celebrando desde 2010 esta jornada festiva, reivindicativa al estilo del “Orgullo Gay”, porque “de lo que se trata es de hacernos visibles”. Entre los objetivos del movimiento se cuenta en lugar preferente el de hacer a la ciudadanía en su conjunto consciente de que “la salud mental es psicosocial, no se puede culpar a las personas por su condición psíquica sin tener en cuenta que las barreras en las actitudes y los entornos tienen un peso decisivo en el sufrimiento”. Es por ello que “Yerbabuena”, que funciona desde hace 20 años y cuenta con sedes en Oviedo, Gijón y Avilés, se ha constituido como un grupo de autoayuda por el que han pasado cerca de 500 personas y en el que también hay diagnósticos (esquizofrenia, depresión, trastorno límite de la personalidad, trastorno bipolar...) pero en el que lo fundamental es que “aquí se acoge, se escucha de igual a igual”. Y, lo que no es cuestión baladí, “hablamos por nosotros mismos”, porque, como proclamaron ayer, “no existe la locura, sino gente que sueña despierta y tiene esperanzas, anhelos y capacidades”.