La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Armando Murias Escritor, publica “Cuando fuimos héroes”

“Todos llevamos vida de héroes, pero dejamos de serlo con la rutina”

“En la enseñanza, de nada sirve reflexionar sobre la corrección en la lengua oral si lo que prevalece es la tertulia televisiva”

Armando Murias. LUISMA MURIAS

Armando Murias Ibias (Caboalles, León, 1955) ha dedicado su vida a la literatura. Se doctoró en Filología Hispánica en la Universidad de Oviedo y durante décadas ejerció como profesor de literatura en Secundaria. Al tiempo, ha desarrollado una carrera literaria en la que ha tocado todos los géneros, desde el teatro, como actor y director, a la narrativa y el ensayo. En su nuevo libro, “Nunca fuimos héroes y otros cuentos”, recopila 17 relatos cortos escritos en los últimos quince años.

–¿A qué etapa de su escritura corresponden los cuentos de “Cuando fuimos héroes”?

–Fueron escritos durante los últimos quince años, un periodo en el que parece afianzarse el siglo con las características típicas del ser humano (invasiones, guerras, limpiezas étnicas, pestes, desastres ecológicos, fanatismos, crisis económicas, etcétera). Desde pequeño, una de las figuras que más me impresionaron fue la del héroe (en las películas de vaqueros o de romanos, historietas como “El capitán Trueno”, las novelas de Marcial Lafuente Estefanía o Sven Hassel) y este personaje va a modelar una parte de mi literatura. Por tanto, todos los cuentos giran en torno a un ser anónimo que, sin darse cuenta, sigue los mismos pasos que hicieron los héroes clásicos.

Leyendo alguno de los cuentos se puede considerar también un libro de historia, política, geográfica, literaria o artística.

–Hay algunos temas que me llaman mucho la atención. Por ejemplo, en el cuento titulado “Saurios soñadores” aparecen fugazmente dos nazis refugiados en España. Es un hecho histórico muy poco tratado en la literatura, a pesar de la poderosa red que habían tejido al amparo de la dictadura. Más alejado geográficamente, hubo un movimiento espiritual con unos anacoretas que vivían sobre una columna, en el cuento “El estilita” el protagonista tiene que vencer más tentaciones que Ulises en su periplo de vuelta a casa.

–¿Todos somos héroes en algún momento?

–Tenemos una vida de héroes. A diario, cuando cruzamos una calle, con una sonrisa o una mirada nos podemos encontrar con un Romeo o una Julieta, que nos arrastrará a unos amores imposibles. Constantemente intentamos ser como Dédalo, desafiando los obstáculos que nos pone la vida, algunas veces incluso somos como su hijo, Ícaro, con una ambición desmedida que nos recuerda que somos humanos. El trabajo repetitivo y frustrante nos trae a la memoria el castigo de Sísifo. ¿A quién, ante la insatisfacción vital, no se le pasa por la cabeza vender su alma al diablo, como hizo Fausto? En todo momento la publicidad nos está tentando para que cambiemos de vida, Ulises también fue tentado por Circe, Calipso y las ninfas. Nosotros, igual que Ulises, tenemos que escoger y en ocasiones esa elección puede ser más drástica que la de un héroe clásico.

–¿Hay mil caras del héroe o mil héroes?

–El héroe clásico es un arquetipo que se manifiesta de diversas formas en cualquier persona porque, en esencia, la vida consiste en un periplo con una inevitable llamada a la aventura, unas tentaciones que transformarán la vida y un regreso. Da igual que sea Ulises o la vecina de enfrente. Solamente dejamos de ser héroes cuando entramos en el calamitoso camino de la rutina.

–Decía Kavafis: “¿Qué vamos a hacer ahora sin bárbaros?”. ¿Podemos vivir sin héroes, sin referentes?

–Los humanos somos seres sociales por naturaleza, por tanto, necesitamos unos referentes que nos indiquen la bondad y la maldad. La historia así nos lo dice.

–¿Cree que se ha despojado de heroísmo, de significado, a la palabra héroe? ¿No hay demasiados “héroes sin capa”?

–El concepto de héroe fue evolucionando. Pasó de ser un semidiós para Aristóteles a desaparecer con el cristianismo por considerarlo un ser herético, sustituido por la caballería medieval. Hay que esperar al Romanticismo para que vuelva a tener la misma carga literaria. En la actualidad, el término se ha incorporado con fuerza en el mundo de las productoras y estamos en el momento de los superhéroes, que todavía siguen llevando capa, casco y espada.

–¿Ser profesor de Literatura, como ha sido usted durante décadas, es un heroísmo?

–A menudo, en la enseñanza hay que remar contra corriente, contra las tendencias dictadas por los grandes medios de comunicación, que suelen ser audiovisuales. Por ejemplo, de nada sirve reflexionar en el aula sobre la corrección en la lengua oral si lo que prevalece en la cabeza del adolescente es la tertulia televisiva en las que todos hablan a la vez, gesticulando exageradamente y a voces.

–¿El cuento es el mejor traje para el héroe, mejor que el teatro o la novela?

–Cualquier género literario puede recoger a la perfección la presencia del héroe. “La Odisea” y “La Eneida” son poemas, pero Sófocles llevó la tragedia “Edipo” a los escenarios, y Cervantes escribe el Quijote (el héroe al que todo le sale mal, un antihéroe) en prosa. El cuento todavía sigue siendo minoritario, pero es una forma narrativa muy eficaz porque el escritor presenta una situación en la que el lector tiene que incorporar nuevos elementos para completar el relato.

–¿Qué pinta un relato taurino en esta colección?

–En la lexicología, hay unos vocabularios que se salen de la norma porque incorporan nuevos términos y otros comunes adquieren significados diferentes. Uno de ellos es el léxico marino. Algo de él recojo en el cuento titulado “El sueño de una noche de verano”. Otro vocabulario especial es el taurino, en vías de extinción. Totalmente alejado de la épica taurina, en el cuento “Las vaquillas” el héroe no es un torero en la plaza sino dos vaquillas que se escapan del callejón donde iban a correr tras los mozos en las fiestas patronales. Esa aventura las transformará, como a cualquier héroe humano.

Compartir el artículo

stats