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Estará al frente de la OSPA en el último concierto de la temporada Paolo Bortolameolli Director asociado de la Filarmónica de Los Ángeles

“La pandemia sirvió para conectar con gente que nunca se habría acercado a la música clásica”

“Sabía de lo que estaba haciendo la OSPA hace tiempo, por uno de sus antiguos directores, Maximiano Valdés, chileno como yo”

Paolo Bortolameolli.

El director chileno Paolo Bortolameolli es la mano derecha de Gustavo Dudamel en la Filarmónica de Los Ángeles. Hace un par de años fue nombrado director asociado de la orquesta, pero su vínculo viene de antes, de cuando ingresó como director asistente, y de eso hace ya cuatro años. Esta semana debutará en Oviedo con la OSPA, la Orquesta Sinfónica del Principado, con un concierto dedicado a los rusos Shostakovich y Chaikovski. Mañana actuará en el teatro Jovellanos de Gijón, a las 19.30 horas, y el viernes en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, a las 19.00 horas. Con este concierto termina la temporada “Primavera” de la OSPA, que patrocina LA NUEVA ESPAÑA.

–No hace tanto que fue nombrado director asociado de la Filarmónica de Los Ángeles.

–Esta es mi segunda temporada como director asociado y el cuarto año que estoy vinculado a la orquesta. Gustavo Dudamel, que es el director titular, representa el cruce de culturas, tiene una visión trasversal de la música, pero eso es así por los repertorios, por el afán de estar en vanguardia de la orquesta, no solo por el director. Es una orquesta muy importante y muy comprometida con la modernidad.

–Y sobre la OSPA, ¿había oído hablar?

–Es muy lindo trabajar con esta orquesta y sí, sabía que era importante en España. Hay una coincidencia muy importante: uno de sus antiguos directores musicales fue Maximiano Valdés, chileno como yo, así que hace tiempo que sabía, por él, lo que estaba haciendo la OSPA. Esta ha sido una bonita e intensa semana de trabajo, de hacer música. Cada concierto es un bien preciado con la pandemia.

–¿El covid deja cambios permanentes en la música?–

Estamos viviendo una etapa compleja, y no ha terminado, estamos aún en transición. Ha sido un periodo difícil y ha supuesto una especie de bofetada en la cara. El arte, la cultura se han visto tan abandonados... Ha sido difícil volver al arte presencial. Para lo que ha servido este periodo es para tender puentes de conexión con gente que nunca se había acercado a la música. La pandemia sirvió de ventana al arte con esa audiencia, con la que no teníamos conexión. Ha servido para tender una gran mano de invitación, a ese publico nuevo. Por otra parte, representa un gran desafío para artistas y gestores. No hay que desechar lo que hemos ganado y generar más contenido audiovisual permanente. Es una oportunidad, ese es el punto que hay que darle a esta crisis.

–¿Qué puede avanzar del programa que dirigirá esta semana con la OSPA?

–El programa es bien bonito, fantástico, y permite apreciar como se mezclan las dos obras, de compositores rusos de épocas distintas. El Concierto para piano n.º 2 en fa mayor de Shostakovich, fue estrenado en 1957, una fecha tardía para lo que estamos acostumbrados en la música clásica. Es una obra llena de humor, de una belleza simple, que se contrapone al repertorio más conocido de Shostakovich, que era atormentado, oscuro, por la persecución del régimen stalinista. El compositor siempre tuvo a mano el humor, desde la simpleza hasta el más complejo, al sarcasmo y la ironía que le ayudaban a disfrazar su amargura. Es una obra escrita para su hijo Maksim, que era pianista y lo estrenó. Está pensada desde el amor de padre y en el proceso de educación de un solista: en el tercer movimiento evoca los ejercicios de digitación, como un guiño al hijo, dándole a entender que tiene que practicar sus escalas.

–¿Y la sinfonía de Chaikovski?

– La n.º 4 en fa menor de Chaikovski. Es curioso, porque las dos, la de Shostakovich también, están escritas en fa, pero con muchas décadas de separación. Está abre una trilogía que tiene que ver con el destino, que tiene esa fuerza capital sobre nosotros. La terminación de esta cuarta es sublime, pero Chaikovski parece decir: ¡Ojo, que no te vas a zafar de tu propio destino!.

–Durante el confinamiento mantuvo un programa de entrevistas en Instagram.

–Y escribí un libro. Fue un regalo poder estar todo ese tiempo con mi hijo, que tiene seis años, y fue un momento bueno en ese aspecto, para pensar, sacar conclusiones, intercambiar puntos de vista entre los músicos. En este mundo vertiginoso uno no tiene tiempo para hacerlo y esta ha sido una ocasión para que los artistas nos encontráramos.

–¿La música y la cultura pueden ayudar a superar el trauma de la pandemia?

–La cultura es un bien esencial, no es solo una experiencia estética es humanística, nos permite vernos reflejados a través de los artistas y su mirada. Necesitamos apoyos monetarios porque necesitamos de la cultura, todos. Sin artistas la sociedad sería muy pobre y muy gris. Los artistas han vivido en un mundo que se venía abajo y con incertidumbre. Todos pasamos por lo mismos, muchas formaciones se han quedado por el camino, y todos queremos que esto salgo adelante.

–¿Tiene muchos conciertos por delante?

–Estuve con la orquesta de Helsinki y con la de la Toscana. Ahora tengo que dirigir “La Traviata” en el festival de Macerata y a la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl. Soy un privilegiado.

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