La “Inmaculada Concepción” del Greco que la Fundación Selgas-Fagalde intentó vender al Museo de Bellas Artes de Hungría, operación que prohibió el Ministerio de Cultura, y que meses después reapareció en un programa de televisión fortuitamente, colgado en la galería Caylus de Madrid, ha regresado a Cudillero. Después de meses dando que hablar, el cuadro ha vuelto, sin anuncio previo, a La Quinta de El Pito. Allí se puede contemplar, colgado entre una Madona con el Niño de Ambrosius Benson y el Ecce Homo de Morales, en la nueva sala de exposiciones habilitada en el sótano del palacio junto a una veintena de obras de arte, joyas de la colección de los Selgas y todas restauradas a lo largo de los últimos años.

Jorge Abruñedo, con sus hijos Vera y Jorge, a la puerta de las escuelas. | Luisma Murias

La Quinta de los Selgas reabría ayer a las visitas, después de dos años sin hacerlo por la situación sanitaria. Hasta el 3 de octubre el público puede acceder a los jardines, al pabellón de los tapices y a las escuelas. El palacio permanecerá cerrado este verano, porque por el tamaño y la disposición de sus estancias, no es fácil garantizar en su interior las restricciones que exige la epidemia de covid, según explicó la gerente de La Quinta, María Junco. A cambio los visitantes podrán contemplar más de cerca obras maestras como el “Carlos II” de Carreño Miranda, las grandiosas escenas bélicas pintadas por Peeter Snayers o el retrato del General Granados, ahora el único Goya de la colección Selgas después de la venta del “Aníbal vencedor” a los Amigos del Prado.

Juan Antonio del Mazo y Maravillas Guerra, con sus hijos Diego e Iván, de paseo por el jardín inglés de La Quinta de los Selgas. | LUISMA MURIAS

Ajenos a la polémica por la gestión del patrimonio que la familia Selgas legó a Cudillero a través de su Fundación, decenas de visitantes disfrutaron ayer del paseo por los jardines y de las piezas artísticas y decorativas que pudieron contemplar tanto en esa nueva sala de exposiciones como en el pabellón de tapices y de la curiosa recreación de las antiguas escuelas, con material escolar de la época en la que fueron construidas. Durante este verano trabajarán en La Quinta treinta personas, en distintos puestos.

Natalia Moreno y José Luis Latorre, en el jardín francés y con el palacio al fondo. | Luisma Murias

A lo largo de la primera mañana de apertura, desde las 9.30, por La Quinta de El Pito pasaron más de sesenta personas, algunas llegadas desde lugares tan distantes como Andújar, en Jaén, desde donde viajaron Natalia Moreno y José Luis Latorre. Fue ella quien localizó el lugar, en una guía turística, y ayer, mientras buscaba el mejor encuadre para la foto que se iban a llevar de recuerdo, reconocía que no le había decepcionado. Su pareja lamentaba que no se pudieran visitar algunos espacios, como el palacio o algunas zonas exteriores, aunque entendía la complejidad de reabrir en las actuales circunstancias.

Otros, como Juan Antonio del Mazo y Maravillas Guerra y sus hijos Iván y Diego, disfrutaron del lento paseo por los jardines, o se dejaron guiar por alguien que ya conocía La Quinta, como los cántabros José Charines y Conchita Tarnos, que se acercaron hasta Cudillero con María José González, que vive en Oviedo y ya había tenido ocasión de visitar antes la finca. Jorge Abruñedo y sus hijos, Jorge y Vera, de Galicia, aprovecharon que tienen casa cerca para escaparse hasta allí.

La “Inmaculada” del Greco permanecerá a la vista del público durante todo el verano, mientras dure la exposición. María Junco desconoce qué será de ella a partir de ahí, si se quedará en el palacio o que otro destino le dará la propiedad.