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Maojo, entre la tierra y el mar

El Evaristo Valle inaugura la escultura “Todos a una. Un recuerdo a los que perdimos en el mar”, una alegoría sobre la inmigración ilegal

Maojo junto a su nueva obra, ayer, en el Museo Evaristo Valle. | Marcos León

Una alegoría sobre el drama de la inmigración ilegal. Eso es lo que se plasma en “Todos a una. Un recuerdo a los que perdimos en el mar”, varias decenas de palos de castaño teñidos de negro que convergen en uno solo, que pende sobre una lámina pintada de añil que evoca el mar. Es la última creación del escultor maliayés Pablo Maojo, que se inauguró ayer en el Museo Evaristo Valle de Gijón, en el día de la conmemoración del 148 aniversario del nacimiento del pintor gijonés.

Para este nuevo montaje, Maojo ha reutilizado los materiales que había empleado en su obra “Contra el tránsito”, una escultura temporal que hizo hace dos años en el Museo Antón de Candás en el marco de la exposición de fotografías sobre “Barrera oceánica”, la instalación que montó en 1988 en la playa de Rodiles con un centenar de traviesas de ferrocarril.

Su última obra es una continuación de aquella narrativa que comenzó en 1988 en Rodiles, “sobre el cruce entre la tierra y el mar”, pero ahora desde otra perspectiva, explica el artista. Con su nueva obra inaugurada ayer en el Evaristo Valle plantea con “mucha metáfora alrededor” el drama de la inmigración ilegal.

Maojo apuntó ayer que “con ‘Barrera oceánica’ en lo último en lo que pensaba era en el tema migratorio. Pero tengo amigos de Senegal, la mayoría vinieron en Avión, pero más de uno vino en cayuco. Muchos están aquí gracias a la familia o vecinos que aportaron para hacerlos llegar a un mundo mejor. Los que llegan, porque mucha de esa ayuda termina en el mar, porque no todos consiguen llegar”, relata el artista.

La escultura fue presentada por el crítico de arte y miembro del Patronato de la Fundación Evaristo Valle, Francisco Zapico, quien también incidió en que “Todos a una. Un recuerdo a los que perdimos en el mar”, es una obra que “se inserta en la historia que comenzó con ‘Barrera oceánica” y que fue prolongándose hasta la actualidad en una mágica vinculación de creadores y la figura de Evaristo Valle”. La mitad del centenar de traviesas de ferrocarril que se utilizaron en “Barrera oceánica” se las acabó llevando el Cantábrico y con las demás las reutilizó Maojo para crear otra de sus obras “El Oriciu (pa los aviadores)”, porque el entramado de traviesas evoca a uno de esos equinodermos desde una perspectiva cenital, pieza que se puede contemplar también en los jardines del museo gijonés, visible desde el espacio en el que se ha instalado la nueva obra de Maojo.

Francisco Zapico resaltó “la continuidad que ocurre, no buscada”, entre el pintor que da nombre al museo gijonés y el escultor maliayés, a través de la figura del escultor Joaquín Rubio Camín. “Cuando Joaquín Rubio Camín era joven, frecuentó el estudio de Evaristo Valle en Gijón. Y cuando Pablo Maojo era joven, frecuentó el estudio de Rubio Camín en Valdediós, donde se instaló al volver a Asturias en 1975; parece que algo une a los grandes creadores”, apuntó Zapico.

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