La ubicación exacta de “Lucus Asturum”, un enclave citado por el geógrafo Ptolomeo en el siglo II, es uno de los grandes enigmas de la arqueología asturiana. Mañana comenzará en Lugo de Llanera una nueva campaña de excavación con la que se retoman los trabajos detenidos en 2020. Lugar: la finca adyacente a la que acogió la anterior, en La Ería de la Castañera. Tiempo: un mes, hasta el fin de semana del 15 de agosto. Proceso: se realizó un primer desbroce y limpieza de la zona, así como un destapinado preliminar por parte de operarios del Ayuntamiento con supervisión de la dirección arqueológica y mañana ya se incorporará el equipo y comenzará la excavación propiamente dicha.

Dirige la arqueóloga Esperanza Martín: “Somos un equipo multidisciplinar compuesto de arqueólogos, restauradores, virtualizadores del patrimonio, geólogos y un historiador especializado en numismática. Paralelamente, trabajará con nosotros el equipo de geofísica dirigido por Paulino Fernández, de la Universidad de Oviedo. Este año hemos decidido dejar plaza para diez estudiantes, siete de arqueología, dos de restauración y uno de arquitectura, que trabajarán con nosotros durante todo el mes. Además contamos con voluntarios que desinteresadamente se han apuntado a participar en las excavaciones en diferentes turnos durante todo el mes. El equipo asesor es bastante amplio, tenemos la tremenda fortuna de estar ayudados por un gran equipo”.

Esperanza Martín, en la excavación.

El año pasado se decidió incidir en las prospecciones geofísicas “a fin de ahondar en el subsuelo de manera no intrusiva. De esta manera, se relegaron las excavaciones para este 2021. En realidad fue una confluencia de factores curiosa, pues con la eclosión del covid el año pasado la realización de teledetección resultó ser la mejor opción. Se ha decidido la apertura de un sondeo en la finca colindante a la ya trabajada porque existen noticias de principios de la década de los años veinte de las excavaciones realizadas por la Comisión de Monumentos, en cuyos planos, publicados en la prensa local, aparece una posible muralla. La selección del lugar de intervención, apoyado por los resultados del georradar, se localiza extramuros a esta posible fortificación. Es muy de agradecer el apoyo de los propietarios de las fincas”.

La existencia de un asentamiento, según Martín, parece “más que evidente a tenor de los resultados obtenidos de las diferentes campañas desde la pasada centuria. Desde hace mucho tiempo algunos investigadores discuten la existencia o no de ciudad o de un posible poblamiento disperso. Nosotros somos partidarios de seguir recabando información que deviene en una perfección del conocimiento del antiguo asentamiento”. La teledetección no intrusiva a emplear consiste “en cualquier disciplina o método que no afecte al subsuelo sobre el que vamos a trabajar. Vamos, se obtiene abundante información de los yacimientos en base a mediciones realizadas a distancia, sin necesidad de entrar en contacto con el objeto de estudio. No hay ningún tipo de afección, por tanto. El desarrollo tecnológico brutal al que asistimos las últimas décadas nos permite actualmente ‘intervenir’ en un yacimiento antes de comenzar a trabajar, sin necesidad de afectarlo en absoluto. Vaya por delante que ninguna de estas técnicas sustituye, en la actualidad, la labor arqueológica: es menester la realización de prospecciones o excavaciones para determinar cronologías y muchas veces la auténtica naturaleza del yacimiento”.

La primera campaña sacó a la luz unas termas de origen romano en la zona de La Morgal en uso entre los siglos II y IV de nuestra era. ¿Hay expectativas de encontrar algo tan relevante ahora? “Estamos confundiendo a veces relevante con espectacular. En la ciencia arqueológica, la relevancia es condición intrínseca al propio hallazgo estratigráfico. Porque para un arqueólogo un carbón puede ser tanto o más valioso que un anillo de oro, si con ello obtiene lo que en realidad está persiguiendo: información histórica. Ese pequeño carbón, que no es llamativo para casi nadie, tras un análisis antracológico, podría ofrecer información botánica de la flora existente en el período estudiado, podría ofrecer una datación tras una analítica de carbono 14. Así que sí, creo que puede ser igual de relevante que el año precedente. O más, porque sumaremos los resultados.

De todo lo encontrado lo que más impresiona a la arqueóloga es “el anillo de oro infantil localizado en el canal de desagüe de las letrinas. Por lo que ello implica, más que por lo que es en sí mismo. Tenemos pendiente su publicación, con los excelentes análisis efectuados por Óscar García Vuelta desde el CSIC”. La especulación es enemiga de la arqueología: “Moverse en un plano exclusivamente teórico es peligroso a todos los niveles. Constantemente encontramos noticias y escritos manteniendo posturas radicalizadas sobre diferentes postulados sin una sola base científica, con evidencias empíricas inexistentes pero un alto bagaje teórico. Y así es imposible avanzar. Ante todo, el código deontológico de un arqueólogo ha de basarse en la honestidad”.

Saco de “endorfinas arqueológico”

¿Sabremos algún día si “Lucus Asturum” se trataba de una gran ciudad o de una sucesión de núcleos? ¿Tiene solución este enigma? “Claro”, asegura Esperanza Martín, “pero necesita trabajo, mucho trabajo, y gran cantidad de datos. Llanera es muy afortunada, pues el propio Ayuntamiento es promotor, mecenas, ideólogo y mayor valedor y entusiasta de este proyecto ilusionante. Desde que comenzamos esta andadura, no hemos podido decir otra cosa que gracias al Ayuntamiento”.

Es muy afortunada porque conserva “la posibilidad de emoción de cuando empezaba a excavar. La campaña precedente tuvimos mucha suerte en lo que a hallazgos se refiere, pero realmente documentar procesos históricos, sean de la índole que sean; es un saco interminable de endorfinas arqueológico”. Esperanza Martín y su equipo echarán mucho de menos a Paulino Suárez, un voluntario jubilado fallecido hace unos meses y que aportaba una entusiasmo arrollador. Gracias a gente como él es más cercano el día en que se pueda “llegar a mostrar a la ciudadanía el asentamiento romano de ‘Lucus Asturum’. Que después de un tiempo podamos explicar un discurso histórico perfectamente hilvanado y no sustentado en hipótesis”.