“Camino para encontrarme a mí misma. Quiero encontrarme. Nunca me he perdido de mí misma. Siempre soy yo. Me pierdo de otros. Escribo para perderme. Escribo para alejarme de mí. El poema me borra”. Palabras de Alicia Aza en “Al final del paisaje”, su último libro de poesía. Umbral asturiano: su bisabuelo, Vital Aza, era de Pola de Lena, sus abuelos paternos también eran asturianos, tiene mucha familia en Asturias y pasa desde pequeña largas temporadas en Gijón. Lo sigue haciendo: “En Gijón es donde normalmente escribo y siempre está en mi corazón. En mi obra aparece la presencia del paisaje asturiano y su temperatura, los árboles, la montaña, los bosques, la humedad, la niebla, un mar frío y gris. Respecto al carácter no lo tengo tan claro”.

–Una obra en la que crece “Al final del paisaje”...

–Se trata de reflexiones sobre la búsqueda de la identidad y como esta se construye a través de la memoria que permanece en cada persona. Cuando la memoria se borra, vamos desapareciendo. La pérdida se convierte en amenaza. Hay una gran presencia de la naturaleza y todos sus elementos para hablar de los temas que me interesan desde una posición de desamparo ante la existencia, pero siempre dejando espacios para la esperanza, la luz y la belleza.

–¿Qué ha cambiado y qué permanece en su mirada poética cinco poemarios después?

–En todos estos años mi mirada se ha ido enriqueciendo con una mayor capacidad de observar y son tiempos en los que he invertido en lecturas y experiencia vital. La actitud, la apertura a la poesía, a lo poético permanece, pero la mirada se ha transformado en amplitud y profundidad.

–¿La pandemia la bloqueó?

–Completamente, empecé a escribir y tuve que dejarlo. Perdí totalmente mi capacidad expresiva. Han sido meses de muchas lecturas, pero ni siquiera lo han sido con la atención que suelo dedicar.

–¿La poesía es más necesaria que nunca ahora?

–La poesía te transforma, conmueve y emociona. En ese sentido tiene un efecto sanador y es hora de ir cerrando heridas.

–¿Qué la inspira del paisaje asturiano?

–Es un paisaje muy vinculado a mi memoria y se convierte en referencia constante para mí. El hecho de la unión entre montaña y mar de una manera tan abrupta es quizá lo que me permite tener una mayor capacidad de evocar.

–Música, pintura… ¿En una poema caben todas las artes?

–Un poema es ritmo, musicalidad e imágenes. Sí, en un poema pueden resumirse todas las bellas artes. Pero en todo caso un poema debe ser eficaz como tal y no perder su identidad de lo que se le exige.

–Si tuviera que elegir una influencia decisiva sería…

–Las corrientes literarias del romanticismo y el surrealismo.

–¿Pesa el paso del tiempo?

–Mientras tengas salud física y mental el paso del tiempo te ofrece la posibilidad de disfrutar de las diferentes etapas de la vida. Lo que pesa son las pérdidas.

–¿Los versos se alimentan de memoria o al revés?

–Los versos se alimentan de memoria, de presente y de futuro o ficción. Muchas veces no dejan de ser un viaje que no sabes a dónde te va a llevar. Y cuando acabas, comienzas uno nuevo.

–¿El desamor siempre inspira?

–El desamor cuando tiene más de poesía que de verdad es más inspirador que el amor.

–¿Cuál es la palabra más erótica que conoce?

–Silencio.

.–¿Escribir es una forma de olvidar la muerte o de tenerla presente?

–La muerte nos hace recordar que estamos vivos; y vivimos la vida y escribimos sin olvidar su cara.

–¿La maternidad es poesía en estado puro o tiene sus zonas oscuras?

–Me río… Es un sufrimiento constante desde el primer momento al que de inmediato vence la felicidad; dolor, preocupación y también plenitud. Pero eso forma parte de la poesía, al menos del tipo de poesía que a mí me gusta cultivar.

–¿Poeta y abogada o abogada y poeta?

–Me lo pregunto muchas veces, creo que las dos por igual. El orden lo contesto según quien me pregunte. Así que aquí contesto: poeta y abogada.

–¿A qué huele el amor?

–Eso es la labor que los amantes deben ir descubriendo. Lo que está claro es que el amor huele.