Agotadas todas las vías de una saga que nunca supo mantener el nivel inicial en cuanto a capacidad de provocar desasosiego y algo de náusea, Wrong turn se resetea con la suficiente habilidad y sentido común para que la apuesta, lejos de convertirse en un despojo más, alcance cotas no solo dignas sino, por momentos, notables. Y eso en los tiempos que corren para el cine (en general, y para el de terror en particular), hay que destacarlo.
La originalidad no existe, partimos de esa frase. El mejunje consiste en arrancar cosas de aquí y de allá, agitarlas sin volverse locos (se agradece la mesura visual del director, que dosifica los ingredientes más bestias y remueve la cámara con criterio) y potenciar la creación de una atmósfera perturbadora con sus seres animalescos revolviendo historias e histerias para descolocar al espectador cuando menos se lo espera.
Liderada por la española Charlotte Vega, espléndida a la hora de evolucionar desde la fragilidad estupefacta hasta la fiereza de una supervivencia atroz y el desamparo de su certeza final, la película se mete en varios charcos enfangados que recuerdan a títulos como “La presa” o “Deliverance”, sin olvidar los arreones violentos del Wes Craven más silvestre. Con su imaginería inquietante y sus puntazos salvajes con los que amedrentar a la audiencia de cuando en cuando, “Wrong turn” se vuelve un tanto previsible en el lío final de fugas y flechazos, pero remonta el vuelo en un desenlace que empieza con trampa (el viejo truco del personaje que imagina una escena haciéndonos creer que es real) y desemboca en los títulos de crédito más contundentes de los últimos tiempos con una escena brutal que vemos a lo lejos.