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La soledad de Sardéu

La casa de Menchu Álvarez del Valle, en Sardéu, con el coche de su nieta Claudia González a la puerta. | | LUISMA MURIAS

“En Sardéu podemos pasar meses sin ver a ningún vecino”, comentaba ayer una lugareña. Ella, de hecho, no había vuelto a ver a Menchu Álvarez del Valle desde antes del confinamiento, aunque bien es cierto que entre su casa y la de la abuela de la Reina hay casi un kilómetro de distancia y una pronunciada pendiente. Sardéu es un pueblo disperso. Muy disperso. Hay viviendas, como la de la popular locutora radiofónica, que distan varios centenares de metros de la más próxima. De ahí que sea un pueblo de apariencia solitaria, pero de enorme belleza. Y esa soledad de Sardéu es desde ayer aún mayor, tras la muerte de Menchu Álvarez del Valle. “Era una vecina más”, señalaba ayer una septuagenaria del pueblo, que supera por poco los treinta habitantes en invierno. Sonó a piropo.

La casa de Menchu Álvarez del Valle está situada en el lugar conocido como La Arquera, en lo más alto del pueblo, casi en la cima de una colina. Desde allí, la abuela de la Reina, sin necesidad siquiera de salir de casa, disfrutaba de unas vistas espectaculares: un puzle de praderías al Norte, con el mar Cantábrico al fondo, la reserva natural parcial de Covarrosa al Oeste, la sierra de Calabrez al Sur y el valle de los ríos San Miguel y Sardéu al Este. El lugar la enamoró desde el primer momento. Por eso se trasladó allí a vivir junto a su marido, José Luis Ortiz Velasco. Y por eso quiso pasar en La Arquera los últimos momentos de su vida. “Esto es el paraíso”, solía decir a menudo. Con razón.

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