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La paradoja Watts: ser un “rolling stone” y tranquilo

Recuerdos de un batería flemático dentro de un grupo salvaje

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Muere Charlie Watts, batería de los Rolling Stones, a los 80 años EP - EFE

En los conciertos de “The Rolling Stones” hay momentos que destapan pasiones, emociones o nostalgias varias. Pero hay un momento infalible; y lo es, lo era, en el adiós de cada sesión, cuando Mick Jagger “cantaba” el nombre de cada componente. Cuando se oía eso de “a la batería ¡Charlieeeee Watts!” la ovación tenía alma, una cuestión de cariño hacia Watts, el hombre tranquilo y entrañable de la banda. Hacía tiempo que se había convertido en un pariente de la afición, una vez finiquitados los años locos de la gran revolución del rock. Eso se lo ganó porque posiblemente fue la estrella del rock más alejada de los focos, a la que menos le gustaban los flashes, la fama y el glamour. Lo suyo eran las baquetas, mover las muñecas como es debido y sus amores por las músicas. Siempre muy cercano al jazz y el blues, siempre con sus bolos paralelos para saciar su querencia por esos géneros, pero también siempre muy fiel a la filosofía de los “Stones”. Es decir, todo lo suyo era, cara al público, natural, no había nada medido, tampoco era un tipo de esos al que le sobrepasara tanta virtud hasta caer en la falsa modestia. Lo suyo era profesionalidad y discreción.

Presencié un caso que ocurrió en una de esas recepciones que los “Stones” daban a sus fans para hacer una foto con ellos. Antes de que aparecieran ante los nerviosos militantes del grupo una asistente con aspecto de señora maestra británica, educada y muy rigurosa con sus instrucciones, advirtió que nadie se moviera, que los “Rolling” saludarían y posarían. No hubo manera: unos llamaban a Mick, otros a Keith. Resultó que una chica de carácter calmado ni se inmutó. Esperó y respetó ordenadamente los deberes impuestos por la asistente. Cuando se dio cuenta tenía la mano de un señor puesta en su hombro para hacerse la foto. Ambos estaban en el córner de la escena. Cuando ella miró, vio atónita que era Charlie el que estaba a su lado, quien sonrió cómplice y educadamente. Watts había olido por donde se respiraba calma en aquel momento.

Esos detalles y sobre todo su sobriedad musical, hacían que la admiración hacia él subiera enteros.

Tal era su respeto a ciertos asuntos de la vida que nunca olvidó cómo surgió todo: “Gracias a Brian, Keith y Mick me introduje en el R&B. Hasta entonces yo no sabía nada de ese estilo. Para mi el blues era Charlie Parker o Johnny Dodds con su ritmo lento”, cuenta Watts en “Acording To The Rolling Stones”.

El batería venía del círculo de Alexis Korner, con el que compartió ritmo en “Blues Incorporated”. Pero enseguida conoció a los “Stones”, también en su momento iniciático. Y Charlie entró en el grupo para ser determinante en el sonido “Stones”, no tan detectable como los riffs que impone Keith Richards, pero sí un mediador impecable en el sonido de cada éxito de la banda. Tanto, que le dio un “viaje” a Mick Jagger cuando éste estaba en plena alegría tras pasarse con el agua de fuego, o así, y le espetó que era “su batería”. La respuesta de Watts fue un crochet o similar. Pero, en fin, pelillos a la mar teniendo en cuenta que hablamos de un trío (Mick Jagger, Keith Richards y el propio Charlie Watts) que llevaba casi 60 años compartiendo vida: “Durante un tiempo viví con Brian y Keith en su piso de Edith Grove. Era un lugar ridículo (…) Aunque la casa era de Mick, que se encargaba de todo (…)”, cuenta Charlie en las memorias del grupo. Efectivamente fue toda una vida compartida; y efectivamente era para haber registrado aquellos momentos en aquel piso con una cámara oculta. Momentos en los que Watts descubrió a través de Keith la calidad de Elvis por el que, confesó, nunca se había interesado; o las maravillas del “material de Sun Records”. Era el principio, cuando apenas arrancaba la leyenda “Stones”.

Suelo recordar a un cronista americano de cuyo nombre no me acuerdo (pido disculpas), que en el inicio de la gira en 2005 en el estadio de los Red Socks en Boston definió con maestría en dos frases toda la trayectoria “Stones”. Vino a decir que la banda había desafiado a la buena educación en los años sesenta; y que en aquel momento desafiaban a la edad, aunque visto lo visto hay que decir que en 2005 eran unos “maduritos enérgicos”. Siguiendo con las nuevas tablas de medición vital habrá que añadir que en 1995, cuando el grupo actuó en Gijón, eran unos jovenzuelos que peinaban canas. Por cierto en aquella gira, “Voodoo Lounge”, que en España sólo pasó por Gijón y por el Molinón, y en la que hacían en directo “Like a Rolling Stone”, de Dylan, se había bajado del bus “Stones” Bill Wyman.

Bien, si habían desafiado a los buenos modales y a la edad, más complicado es aún que dentro de los “Stones” viviera cincuenta y muchos años un señor con aspecto de gentleman, educado, modesto y, sobre todo y por encima de todo, capaz de mantener su compromiso “Stones” hasta el final. Tanto que era el centro de muchos diálogos en el grupo. En fin, que se ha ido Charlie Watts, alguien al que vimos tantos años que ya era como de la familia. Parece que la fiesta, esa gran fiesta del rock que en el mundo explotó en los años sesenta, se va acabando.

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