María Álvarez, profesora titular de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo, es la comisaria de “Camino Primitivo. Oviedo”, una exposición de LA NUEVA ESPAÑA, diseñada por Proasur, y patrocinada por el Ayuntamiento de Oviedo y la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo del Principado de Asturias, dentro del programa de promoción de Oviedo como Origen del Camino de Santiago; por el Banco Santander y por la Fundación EDP. La muestra está instalada en la sala de exposiciones de LA NUEVA ESPAÑA (Calvo Sotelo, 5, Oviedo) y se puede visitar hasta el próximo 10 de diciembre.

En la inauguración, usted comentaba que hacía falta un homenaje así a Alfonso II en su ciudad. ¿Era una deuda pendiente de Oviedo?

–Sí, lo era. Muchos ovetenses desconocen su historia, que es la historia del origen de Oviedo como ciudad regia. Con independencia del debate historiográfico sobre su fundación, nuestra ciudad se convirtió, gracias a Alfonso II, en la capital de un reino joven que alcanzaría con él la plenitud desde el punto de vista político. Fue un monarca excepcional y, como dice la Crónica Albeldense, “amable a Dios y a los hombres”. Sería injusto que la ciudad de Oviedo dejase caer en el olvido a esta figura excepcional, que lo fue también para el conjunto del Reino de Asturias.

–Viendo la exposición, sorprende el alcance de su visión política...

–Cuando Alfonso es ungido en el reino en el año 791 no era un joven inexperto y su experiencia en asuntos de gobierno, no siempre grata, era amplia. En la corte Pravia, junto a sus tíos Silo y Adosinda, pudo vivir, tras la muerte de su padre, las intrigas palaciegas y los sinsabores de una nobleza rebelde que elegía a los reyes en función de sus intereses, algo que le provocó, también, exilios forzados. Cuatro reyes, Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo, dirigieron el Reino de Asturias desde la muerte de su padre hasta su acceso al trono. Tantas expectativas frustradas y tantos años de espera dieron al rey una larga experiencia política, fraguada en un periodo prolongado y agitado que cubrió las tres primeras décadas de su vida. Por otro lado, el contexto político que le toca vivir nada más llegar al trono fue muy complicado: la herejía adopcionista hizo mella en un hombre profundamente religioso y los duros envites del emir musulmán Hisham I contra Asturias al poco de llegar Alfonso al trono castigaron duramente a un reino aún inestable.

Además de contener la presión de los ejércitos musulmanes, Alfonso II hizo algunas incursiones a unas tierras ya conquistadas por el emirato, como Lisboa

–Sorprende su faceta de líder y estratega militar, con victorias como la conquista de Lisboa.

–Además de contener la presión de los ejércitos musulmanes, Alfonso II hizo algunas incursiones a unas tierras ya conquistadas por el emirato, como Lisboa. En efecto, aunque por poco tiempo, tomó la ciudad y comunicó la feliz conquista al mismísimo Carlomagno, entonces aliado suyo. Dicen las crónicas que envió a la corte franca parte del botín obtenido tras la conquista como signo de victoria reforzando de manera muy inteligente las relaciones políticas mantenidas entre ambos monarcas. En cualquier caso, la tarea fundamental de su reinado fue, sin ninguna duda, la organización interna de su reino y no tanto, como sí vemos en otros reyes asturianos posteriores, su expansión territorial.

–Dentro de ese contexto, el hallazgo de los restos del Apóstol tendría un gran valor político, ¿no?

–La exposición trata, precisamente, de encuadrar el hallazgo en el contexto alfonsino porque es clave para comprender el milagro. En el momento de la llegada a Compostela de los restos del Apóstol ya se había formado, en el seno de la iglesia asturiana, el ambiente propicio y Santiago venía a fortalecer a esta iglesia recién restaurada, tras el adopcionismo y la invasión islámica, con una revelación maravillosa, como era la aparición de un cuerpo santo en el territorio de la diócesis de Iria, el extremo occidental del Reino de Asturias. La tutela de Alfonso II al hallazgo debe interpretarse, sin duda, como una muestra más de la habilidad política del rey, que vio también en este hecho la oportunidad de articular un territorio como el gallego proclive a la insumisión.

–Llama la atención que en un lugar tan pequeño como el que se muestra en la exposición pueda florecer un proyecto político de ese calado.

–Las ciudades altomedievales no eran grandes urbes, salvo raras excepciones, y Alfonso II dotó a Oviedo con todo lo que demandaba la capital de un reino siguiendo el modelo visigodo, que conocía muy bien, pero incorporando, además, influencias ultrapirenaicas y también mozárabes. Por eso solemos calificarlo de “innovador”. Sobre las cenizas de las edificaciones construidas por su padre Fruela y destruidas por los musulmanes, Alfonso II levantó edificaciones de carácter religioso y administrativo que dieron respuesta a las necesidades del momento. Y amuralló su ciudad, con una primera cerca de trazado incierto y dudoso cuyo recorrido sigue generando intensos debates científicos.

–Los restos de muralla que se conservan en la calle Paraíso responden a una ampliación posterior, ¿no?

–Oviedo tuvo, en la Edad Media, dos murallas. Este primer recinto amurallado, la ciudad de Alfonso II, será el que origine, en los siglos X y XI el espacio jurisdiccional de la ciudad episcopal. Ya en el siglo XIII, por orden del rey leonés Alfonso IX, que ejecutará después su nieto, Alfonso X el Sabio, se levantó otra muralla que integraba en un círculo casi perfecto, a la ciudad episcopal, heredera de la ciudad de Alfonso II, y a la nueva villa que había crecido desde entonces fuera de aquella. El tramo del Paraíso se corresponde con esta segunda muralla, la levantada en tiempos de Alfonso X a fines del siglo XIII, y fue el más costoso de construir al ser necesaria la expropiación de terrenos pertenecientes a la Iglesia por parte del rey Sabio.

–En época de Alfonso III, esa ciudad amurallada de Alfonso II tendría una primera expansión, ¿no?

–Sí. El último rey de la monarquía asturiana dio un nuevo impulso a la ciudad, fortificando la iglesia de San Salvador para salvaguardar su relicario, que era el tesoro más preciado y levantando, en un pequeño promontorio, al noroeste de la ciudad y fuera de la muralla de Alfonso II, en la actual Plaza Porlier, una fortaleza de estimables dimensiones.

Entre los reinados de Alfonso II y Alfonso III se sucedieron varios ataques vikingos a las costas del reino de Asturias

–Aparte del Islam, en esa época había aparecido ya una nueva amenaza, con las incursiones de los hombres del Norte.

–Sí. Entre los reinados de Alfonso II y Alfonso III se sucedieron varios ataques vikingos a las costas del reino de Asturias y también Ramiro tuvo que enfrentarse a serias amenazas exteriores contra las costas del reino, los temidos normandos.

–¿Algún otro rey hizo tanto por Oviedo como estos reyes de la monarquía asturiana?

–Alfonso VI fue un monarca importante para Oviedo, al conceder a la ciudad su fuero de población en torno al año 1100 y otorgarle importantes privilegios. En la exposición destacamos, además, otro dato importante relativo a este rey: la visita que hace a la ciudad en el año 1075 para presidir el solemne acto de apertura del Arca Santa. Este hecho es de vital trascendencia para la historia de las peregrinaciones a San Salvador de Oviedo porque, desde entonces, su fama corrió como la pólvora por toda la Península. Otros monarcas importantes fueron Alfonso VII, que renueva el fuero a la ciudad en 1145, y Alfonso IX, que fue uno de los grandes benefactores del Oviedo medieval.

–¿Por qué?

–Le dio concesiones y privilegios claves para el desarrollo de la ciudad. Ordenó la construcción de la nueva muralla del siglo XIII disponiendo su trazado; concedió a la ciudad el privilegio de mercado semanal y la libre autonomía administrativa para elegir a sus propios magistrados locales; fomentó las peregrinaciones y otorgó a la ciudad de Oviedo un alfoz, es decir, un término jurisdiccional, que reproduce casi con total exactitud los límites del actual municipio de Oviedo y que llamó “la tierra de Nora a Nora”.

–¿En qué año se concedió el alfoz?

–El documento de concesión se otorga el 4 de octubre de 1221. Es un buen momento para recordar que el próximo mes se cumplirán 800 años de este importante privilegio.

–¿Cómo es que este rey tan importante no tenga una calle o algo? ¿Sería conveniente?

–Ejemplos de “damnatio memoriae” hay muchos, no sólo en esta ciudad. Quiero pensar que este desafortunado olvido no obedece a ningún motivo concreto ni tiene intencionalidad alguna, aunque es cierto que las concesiones de Alfonso IX a nuestra ciudad, perdurables a lo largo de los siglos, vuelven a pasar desapercibidas para muchos vecinos de Oviedo.