La pasión sin límites por el arte enmarcó ayer la entrega de la distinción de LA NUEVA ESPAÑA como “Asturiana del mes” de junio a María Luisa Corrada, viuda del IX Conde de Villagonzalo, Juan Andrés Maldonado y Chávarri, por la excepcional generosidad demostrada al realizar un depósito temporal, por tiempo indefinido, de 34 obras en el Museo de Bellas Artes de Asturias, que, además, sirvieron para convertir la exposición “Gusto y tradición” en uno de los acontecimientos culturales del verano.

La cita estuvo impregnada de calor muy humano con la presencia emocionada y emocionante de la familia de la homenajeada y de representantes de la principal pinacoteca asturiana, su director Alfonso Palacio y el vicepresidente de Amigos del Museo, Martín Caicoya.

La subdirectora general de LA NUEVA ESPAÑA, Ángeles Rivero, utilizó el pincel de la gratitud para expresar la importancia del gesto altruista y generoso de María Luisa Corrada, que “enriquece y complementa a la perfección el Museo con artistas con los que no contaba”. Y subrayó un trazo más de excepcionalidad: “El magnífico estado de conservación de las obras, que demuestra un profundo amor por al arte. Se cumple, así, el deseo de tu marido”.

Por la izquierda, Melchor Blanco y Lourdes Díaz, Joaquín González y Luz Divina, Ángel Corrada, Amelia Martínez, María Luisa Corrada, Consuelo Menéndez, los sobrinos nietos José y Juan Corrada; Tomás Corrada, Lola de la Fuente, José Manuel Corrada, Olga Gutiérrez, Alfonso Palacio y Martín Caicoya. | | IRMA COLLÍN

Corroboró sus palabras Alfonso Palacio al expresar el salto cualitativo que da el Museo a la élite internacional con esta aportación de arte del siglo XVIII, lo que queda de manifiesto por las peticiones que llegan de Madrid para contar con obras de la colección en exposiciones: “¿De dónde salen estas maravillas?, se preguntan”. Una pregunta que se engarza con el barniz secreto de las obras apuntado por Rivero al relatar los entresijos de la donación: “Una señora llamó un día al Museo, Alfonso se puso al habla, era Luisa que preguntó si podía pasar a verlo. Lo que quería era cumplir el deseo de su marido. Alfonso no se lo podía creer”. Un deseo, un regalo: “Nos tocó la lotería”, resumió Palacio. “Todo llegara tan bien organizado y estructurado. Fue una alegría enorme”, añadió. Primero se quedó perplejo. Y más aún cuando preguntó cómo se podía organizar el transporte de las obras desde Madrid. “No, no, si están en la calle Uría, en Oviedo”. Los expertos que conocen las colecciones privadas asturianas se quedaron a cuadros: “No daban crédito al saber que había una cámara de los tesoros en el corazón de Oviedo”. Martín Caicoya aprovechó esa historia para confiar en que este gesto de “responsabilidad ciudadana y de colaboración con las instituciones se extienda”.

Corrada expresó que con el depósito estaba “muy feliz de cumplir el deseo” de su marido. La viuda del conde recibió con emoción y sonrisas los atributos del premio de manos del director del diario, Gonzalo Martínez Peón; de su gerente, Eduardo Suárez, y de Ángeles Rivero –una reproducción de una primera página del periódico con la noticia, una caricatura del dibujante Pablo García y una escultura de José Manuel Legazpi– y agradeció la distinción a LA NUEVA ESPAÑA, que “tan bien me ha tratado”. Se mostró “muy contenta, muy satisfecha y muy feliz” de haber dejado la colección en el Museo asturiano donde “mi marido quería, era su deseo y eran sus ideas. Él prestaba muchísimo todos los cuadros. Le daba muchísima satisfacción que se los pidieran y los expusieran. Opinaba que debían estar en los museos, donde los viera todo el mundo”. Y tuvo un emocionado y orgulloso recuerdo para el lugar donde nació, Santoveña (Amieva), y sus vecinos.

No hay favoritos. “Tanto a Juan como a mí nos gustaba desde el primero hasta el último cuadro”, destacó María Luisa Corrada sobre unas obras que llevan en la familia desde el siglo XIX: “El abuelo de mi marido era embajador en Rusia, donde asistió a la coronación de los zares, le llamaban el afrancesado porque tenía casa en París. Una de mis mesas aparece en una fotografía en San Petersburgo, porque los embajadores tenían que llevar mesas. De ahí surgió todo”.

“Tanto a Juan como a mí nos gustaba desde el primero hasta el último cuadro”