«En los medios parece que los famosos gays sólo hablan de gestación o vientres de alquiler o llámalo como quieras y nos olvidamos de que hay muchos niños esperando a tener una familia». Lo expone Álvaro Peraita, un cacereño de 36 años que hace cuatro decidió formar una familia junto a su pareja Javi y adoptar una niña, que hoy tiene 12 años. «La sociedad no nos transmite la idea de la paternidad en hombres gays, como si pareciera que no estuviéramos hechos para ser padres y a día de hoy hay gente que sigue dudando. No en nuestro entorno porque nos conocen y sabían que podíamos», añade.

Peraita reconoce que «siempre quiso ser padre» así que, cuando consiguió la estabilidad con su pareja, no dudó en dar el paso. «En el centro de acogida la preparan (a la niña), porque ella la teoría de que hay parejas homosexuales la sabía pero no la práctica. Nunca ha tenido problema pero sí que al principio le costó entenderlo porque no tenía interiorizadas estas relaciones», explica. Esa preparación era necesaria teniendo en cuenta que la niña tenía ocho años cuando la adoptaron: «Nosotros queríamos un niño mayor porque sabemos que suele ser más complicado para ellos el encontrar una familia, porque no todas están preparadas y muchas prefieren un bebé», explica.

Dar un hogar a un niño sin importar sus circunstancias también era la prioridad de Álex Gutiérrez y Jacinto Fernández, una pareja de Don Benito que este pasado lunes ha celebrado el segundo cumpleaños de Samira, la ‘peque’ que tienen en acogida desde que nació. «Nosotros queríamos ayudar a un peque, no es nuestra prioridad el ser padres en el sentido de que no nos importa si ella lleva nuestros apellidos o no, ni es más hija o menos hija o para sus abuelos más nieta o menos por eso. Tenemos a Sami en acogida permanente pero es nuestra hija a secas. El día de mañana si sigue con nosotros ella decidirá si la adoptamos pero solo sería por darle una mayor seguridad, nosotros la querremos igual», afirma Gutiérrez.

La asimilación

Este dombenitense coincide con Peraita en que no está aún del todo asimilado que dos padres tengan una niña: «Alguna vez escuchamos eso de ‘donde esté una madre que se quite todo lo demás’ y nosotros demostramos que eso no es así», dice. 

«Es verdad que a veces paseando por la calle hay gente que mira, quizás no por nada malo sino porque les extraña. Nosotros solo queremos que se normalice y que se sepa que nuestras familias existen», interviene Fernández por su parte.

Similares experiencias cuentan Peraita y su pareja que con una niña entrando en la adolescencia y al igual que cualquier otra familia tienen que hacer frente al reto de romper determinados tabúes: «Por lo que nos cuenta ella, nosotros, sin haber vivido por ejemplo la menstruación, le hemos hablado más de ella que lo que hacen otros padres de sus amigas», dice.

Familias diversas

«Cuando nos decidimos a dar el paso de la acogida pensábamos que al ser dos chicos íbamos a tener quizás algún problema pero nos dieron el mismo trato que a una pareja heterosexual», cuenta Gutiérrez. Él hace un llamado para que más gente se anime a acoger: «Lo primero que piensa la gente cuando nos ve es que es gestación subrogada y habría que visibilizar que para formar una familia no tenemos que comprar un vientre. Hay muchos niños que lo necesitan. Es verdad que hay un cierto miedo a que vuelvan con su familia pero les estás ayudando. El día más emocionante de nuestra vida fue cuando nos entregaron a la niña y en ese momento se te van todos los miedos y se te olvida si es biológico, adopción…Yo quiero tanto a Sami que me duele, no como si la hubiera parido porque me es imposible pero debe ser algo parecido», detalla Gutiérrez.

«El proceso es, en principio, igual para todos. Sí conocemos a otros chicos que han sufrido homofobia, pero depende del profesional que te toque (durante el proceso). Nosotros nos cruzamos con unas personas maravillosas y no tuvimos ni un año de espera para adoptar a la niña», rememora Peraita.

El miedo al rechazo por la homofobia sigue estando presente en el colectivo LGTBI y les puede frenar a dar el paso de la adopción o acogida. Así lo confirma María José García, responsable del Área de Familias de la Fundación Triángulo Extremadura. Ella misma es lesbiana y madre adoptiva de dos niñas de 21 y 16 años. «Recibimos llamadas de personas que tienen miedo a no tener el mismo acceso que las parejas heterosexuales. Estos miedos están fundados en la discriminación pero podemos decir que no hay de ningún tipo: los requisitos son los mismos para todos», asegura.

García explica brevemente el proceso, que no conlleva ningún gasto y que se compone de varias entrevistas, la primera formativa y otras psicosociales. Una vez se realizan, los técnicos elaboran un informe que elevan a un comité y, de ser positivo, ahí se inicia la adopción que, según si hay niños, puede tener una mayor o menor espera. Diferente es el proceso para las adopciones internacionales, que García califica como «muy complicado». Además, cabe destacar que la adopción homoparental no está permitida en la mayoría de los países del mundo: «Debemos tener en cuenta que en muchos sitios para las personas LGTBI el formar una familia no es una necesidad primaria porque todavía están luchando por su derecho a vivir», subraya.

¿Padre y madre?

A pesar del balance positivo de la situación en Extremadura, es cierto que estas familias aún tienen pequeñas batallas con las que lidiar cada día. «Con muchas solicitudes del día a día sí que hay una pequeña guerra por la burocracia porque en la mayoría de los casos pone ‘padre’ y ‘madre’. Nosotros lo tachamos y ponemos bien grande ‘padre’ y ‘padre’», cuenta con humor Peraita. «El otro día fuimos a una academia de inglés para apuntar a la peque y en la solicitud ponía ‘nombre del padre’ y ‘nombre de la madre’ y le dijimos al chico que es que Sami tiene dos papás. Estamos en 2021 y esas cosas se deberían ir actualizando, pero no solo por las familias homoparentales sino porque hay muchos otros tipos de familias», argumenta Gutiérrez.

«Desde Triángulo proponemos que en los colegios se celebre el Día de las Familias. Es que también hay niños que, por ejemplo, son huérfanos. Idealmente también se debería hablar de progenitores. Todo esto nos lleva a luchas con direcciones y AMPAS de algunos centros. Nos dicen que tenemos ‘la piel muy fina’ y que peleamos por todo», denuncia García.

Por otro lado, afortunadamente la integración suele ser total. «Depende mucho de los docentes, de los profesionales, pero accesible hay mucha información y mucho material infantil, tanto audiovisual como libros para que los niños perciban otros tipos de familia y las normalicen. Que se lo muestren y que no sea algo anecdótico hará que todos las naturalicen», tercia Peraita. «Nosotros no vamos diciendo por ahí a todo el mundo que somos dos papás. Nos basta con que esté normalizado», añade Gutiérrez.

Como muchas otras familias jóvenes, las dos parejas admiten que les gustaría tener más niños pero la ‘logística’ y el ritmo de sus vidas no se lo permiten. De momento sólo ellas seguirán siendo las niñas de los ojos de sus padres. De papá y papá.