- Majestad,

- Vicepresidenta 1ª del Gobierno,

- Presidenta del Congreso de los Diputados,

- Presidente del Principado de Asturias,

- Ministros,

- Presidente de la Junta General del Principado de Asturias,

- Delegada del Gobierno,

- Alcalde de Oviedo,

- Presidente de la Fundación Princesa de Asturias,

- Autoridades, Patronos y miembros de los jurados,

- Queridos Premiados,

- Señoras y señores,

Cuando el año pasado entregamos nuestros Premios, España vivía circunstancias nada fáciles; sometida, como ya afirmé entonces, a una presión y una tensión extremas. La pandemia mundial nos obligó a cambiar conductas y actitudes en nuestras vidas, alterando y también transformando nuestro modo de vivir, de trabajar e incluso nuestra forma de relacionarnos. Una nueva y gran incertidumbre se sumaba y superponía a las ya numerosas que tenemos que confrontar a diario en nuestros días.

Pero al mismo tiempo —a pesar de esas circunstancias— conocimos comportamientos personales llenos de responsabilidad y solidaridad. Y también fuimos testigos de compromisos colectivos llenos de emoción y esperanza. Compromisos que nos han acercado a tantas personas que han sufrido de forma tan triste y dolorosa la enfermedad y, sobre todo, a las víctimas, cuyo recuerdo siempre permanecerá entre nosotros.

Como nos recordaron los profesionales sanitarios al recoger su premio el año pasado, fueron la dedicación, la unión, la colaboración y la ayuda de muchas personas lo que se puso en valor a lo largo de los meses. Y encontraron en las miradas de los otros —de todos— la fuerza y el coraje para seguir adelante.

Hoy, nuestras miradas se dirigen a la isla canaria de La Palma. Me gustaría tener un recuerdo muy especial —necesario, pero sobre todo muy sentido y cariñoso— para los que allí viven, que sufren desde hace un mes la tremenda erupción volcánica, y que han visto golpeadas sus vidas de una manera tan dramática y con tanta impotencia como tristeza. Muchos de ellos lo han perdido todo: sus casas, sus tierras y cultivos, sus animales, sus recuerdos. Desde aquí les transmitimos nuestra solidaridad —que es la de toda España— y el mayor ánimo para afrontar esta situación. Nos han pedido que no les olvidemos y, junto a todos los españoles, así será; no les olvidaremos.

Me gustaría ahora dirigirme a nuestros premiados de esta 41 edición para expresarles nuestro agradecimiento y, sobre todo, nuestra enhorabuena.

Este año, el Premio de las Artes ha recaído en la artista serbia Marina Abramović, destacada representante del arte de la performance, del que es pionera. Ella ayudó a abrir el camino a otros artistas, popularizando y acercando al gran público esta disciplina. Su trayectoria es esencial en la transformación y la vanguardia del siglo XX y la ha convertido en una creadora excepcional. En su obra se aúnan la sorpresa y la intensidad, la emoción y la espontaneidad, la reflexión y la duda, la belleza y el dolor, el arte y la vida. Y ante ella, el espectador se siente profundamente implicado en las formas expresivas y en el pensamiento de esta artista tan poco convencional, como plenamente comprometida con el arte y su trascendencia: que ella es siempre experimental, siempre innovador.

Convertida Abramović en un símbolo de cómo la creación artística y sus frutos se revitalizan continuamente, sus actuaciones son ya parte de la historia del arte contemporáneo. Son también reflejo de su coherencia, pues ha sido siempre fiel a sí misma, representando la grandeza de una vocación profunda y auténtica.

Gloria Steinem ha sido galardonada con el Premio de Comunicación y Humanidades. Durante décadas, ha sido una de las más activas representantes de la lucha por los derechos de las mujeres con la igualdad, la justicia y la libertad como auténticas banderas de su compromiso. Inició un camino, recorrido después por millones de mujeres, y sigue siendo muy activa e inspiradora, toda una referencia de la transformación social que ─respecto a la mujer─ se ha producido en los últimos decenios en Occidente: y gracias, sobre todo, a la tenacidad y perseverancia de tantas mujeres que han llevado a cabo una poderosa tarea de reivindicación colectiva.

 Pero pese a la labor de personas como ella, que no albergan duda alguna acerca de la igualdad de derechos entre todos los seres humanos, seguimos padeciendo situaciones y conflictos que a diario ponen en peligro todo lo conseguido y cuestionan la legitimidad de principios que son irrenunciables. La violencia, la discriminación, la falta de oportunidades y, en suma, el retroceso todavía hacia situaciones que parecían superadas, son buena prueba de ello. Por eso el empeño de mujeres como nuestra premiada sigue siendo imprescindible para la construcción de un mundo en equilibrio y más justo.

Como sigue siendo también imprescindible que escuchemos la voz de organizaciones como CAMFED, Campaign for Female Education, galardonada con el Premio de Cooperación Internacional.

Las reivindicaciones y principios sobre la educación en igualdad están en su origen y razón de ser. Las niñas y las mujeres de los países africanos a las que apoya viven una situación tan injusta solo por el hecho de serlo. Se les niega el derecho al conocimiento, al aprendizaje, y se les niega, de ese modo, la posibilidad de una vida digna, de su mismo futuro. Y, al hacerlo, se conculcan sus derechos fundamentales de manera irracional. La valiente labor de CAMFED es, en este sentido, crucial para millones de niñas y mujeres de estos países —también para muchos niños— que quedan condenados a una existencia marcada por la desigualdad, la marginalidad y la pobreza.

Además, CAMFED logra así la creación de una red de solidaridad intergeneracional, pues son las mujeres ayudadas las que a su vez tutelan y acompañan a las niñas, con un apoyo así continuado desde la infancia a la vida adulta. CAMFED lucha por resolver las injusticias, haciendo realidad la equidad, la educación, la sostenibilidad y, en definitiva, la posibilidad de un futuro sin discriminación ni desprecio.

El economista y filósofo Amartya Sen, Premio de Ciencias Sociales, conoce bien en qué consisten las desigualdades entre los seres humanos. Ha reflexionado durante décadas sobre los fundamentos de la pobreza y los desequilibrios que hacen que sea tan difícil alcanzar el bienestar general, el reparto equitativo de los bienes, la solidaridad y la concordia. Sus investigaciones sobre la calidad de vida, las hambrunas, la injusticia social y la ausencia de desarrollo han dado lugar a importantes análisis con los que, sin duda, ha contribuido a la promoción de la justicia y la libertad. El pensamiento y la teoría de Amartya Sen influyeron así en las políticas públicas contra la desigualdad extrema diseñadas por diversas organizaciones internacionales. Desde aquí le saludamos y reconocemos con admiración, sintiendo que no pudieron disfrutar este día con todos nosotros.

El Premio de los Deportes ha sido concedido a nuestra nadadora Teresa Perales. Hoy le damos la enhorabuena, además, por su última medalla lograda en Tokio. Y ya son

27. También desde aquí felicitamos a todos nuestros Olímpicos y Paralímpicos de los pasados Juegos. Gracias por representarnos tan dignamente.

Teresa Perales es una grande. Es esforzada, valiente, admirable. Su tesón, su lucha continua por el triunfo son paradigma de lo que realmente significa ser deportista y competir; de ese espíritu ambicioso y generoso que el deporte encarna cuando se practica con entrega, intensidad y excelencia.

Es también un orgullo para España y todo un ejemplo de superación: venciendo todas las dificultades, las lesiones, la enfermedad, siempre con confianza en sí misma y con enorme fuerza de voluntad. Y es un ejemplo, también, para millones de personas y de familias que ven posible la inclusión laboral y social de las personas con discapacidad. Esa inclusión es mucho más que un concepto y una legítima aspiración: gracias a la actitud y al esfuerzo de personas como ella se convierte en una realidad llena de esperanza. Perales es una de las deportistas más destacadas de España, un éxito que hoy, con su permiso, hacemos también un poco nuestro. Gracias, Teresa, por tu entrega y tu entusiasmo.

Emmanuel Carrère, Premio de las Letras, afirma que “escribir es como avanzar a tientas”. Ciertamente, escribe para adentrarse en lo vivido, por él y por otros, para describir ─retratar, diría él─ personalidades siempre intensas, vidas torturadas, hasta lograr que se iluminen hechos y circunstancias en una obra densa y reflexiva sobre un mundo inquietante. Un mundo que Carrère disecciona y que produce en cada uno de sus lectores toda clase de emociones. 

Autor de lo que denomina “novelas documentales”, Carrère es, también, realizador, director y guionista de cine y televisión. Trabaja inmerso y comprometido en el acto de describir la condición humana, de acompañar a los personajes a través de una existencia compleja, con el fin de ofrecerles la posibilidad de expresarse y darse a conocer, realmente no es posible permanecer indiferente ante la variedad de sentimientos que su obra nos ofrece. Con humor y con ironía, su estilo, su prosa siempre sugerente y eficaz, parecen seguir el buen consejo de que hay que escribir sobre lo que se desea escribir, porque es de esa forma como se escribe sobre la verdad, con la verdad. Sin duda, Carrère es un maestro de la escritura.

El año pasado, la ciencia nos ofreció una de las mayores alegrías con la creación de las vacunas contra la COVID-19. Un acontecimiento histórico que hoy reconocemos con el Premio de Investigación Científica y Técnica a los 7 científicos que han liderado las investigaciones y el desarrollo de estas vacunas: Katalin Karikó, Drew Weissman, Philip Felgner, Uğur Şahin, Özlem Türeci, Derrick Rossi y Sara Gilbert.

Todos ellos, en un período increíblemente corto de tiempo, han puesto susconocimientos y el resultado final de sus años de intenso trabajo, al servicio de la Humanidad. Siguiendo distintas estrategias, pero con un objetivo común, han obtenido vacunas que constituyen la mayor esperanza para vencer al virus. Somos ahora mucho más conscientes de su esfuerzo, de su tenacidad, y de su gran capacidad para liderar diferentes equipos. Nuestra admiración y gratitud es inmensa.

También somos ahora más conscientes, después de los últimos meses, del imprescindible apoyo que debe recibir la ciencia básica, la investigación científica. Hoy, al reconocer a estos insignes investigadores, queremos insistir en ello, pues como afirmé el año pasado al entregar el premio a Gavi, la Alianza de Vacunas, “es nuestro deber moral exigir y apoyar el máximo rigor científico y su transparencia, para así reforzar la más amplia confianza en ese campo tan determinante para la salud y para el desarrollo equilibrado y justo de la humanidad”.

Y somos más conscientes asimismo de la injusta situación de tantas personas en el mundo que no tienen acceso a todos estos beneficios. La vacunación contra la Covid-19 debe llegar hasta el último rincón del planeta. La lección tan duramente aprendida en la lucha contra este virus debe servirnos para trabajar unidos, sin concesiones, en la vacunación mundial.

Nuestro Premio de la Concordia, José Andrés ─junto a su ONG World Central Kitchen─ conoce bien las situaciones de emergencia humanitaria que podemos sufrir los seres humanos y a las que trata de dar una respuesta rápida y eficaz. Una respuesta, además, altruista y generosa, por la que es reconocido en todo el mundo, por supuesto en nuestro país y, muy especialmente, en su Mieres natal, que sabe bien qué significan la fraternidad y el compañerismo.

Es realmente admirable la grandeza de espíritu de las personas que, como José Andrés, viven preocupadas por el bienestar ajeno, sin importarles las dificultades que puedan encontrar en su camino ni los obstáculos que tengan que vencer para llevar alivio, consuelo y ayuda allí donde sean precisos. En él queremos destacar y reconocer el valor de una persona profundamente comprometida, de una gran humanidad y con una capacidad inmensa para hacer el bien.

La labor de José Andrés y de la World Central Kitchen es titánica. La continua, rápida y eficaz respuesta ante las situaciones más extremas los ha convertido en símbolos de lo que realmente significa solidarizarse con los que sufren, ayudar a los que lo necesitan, colaborar con los que pueden aportar soluciones ante las mayores desgracias. Allí donde es necesaria una mesa más larga —como no se cansa él de recordarnos— están José Andrés y la World Central Kitchen, algo sin ninguna duda, muy emocionante y ejemplar.

Queridos galardonados, Señoras y señores,

El año pasado, lamentábamos que este Teatro permaneciera cerrado. Pero afirmé entonces que volveríamos allí donde —desde 1981— tanto hemos aprendido de palabras, de sentimientos y de obras llenas de humanidad, excelencia y ejemplaridad”.

Hoy, felizmente, hemos regresado al Teatro Campoamor; a nuestro escenario de siempre; a nuestros recuerdos de 40 años; a nuestra mejor tradición e historia. Lo hacemos con toda la ilusión de recuperar este espacio solemne, imponente, y también acogedor e inspirador. Aún somos conscientes de que la adaptación a la que nos obligan las circunstancias sanitarias no excluye ni a personas ni a lugares. Pero regresar aquí realmente significa mucho: significa reemprender nuestro camino.

Hemos vivido en unas circunstancias que, hasta hace poco tiempo, eran desconocidas para todos. Los cambios que están afectando al mundo se están produciendo con una rapidez mucho mayor —me atrevo a decir— que la capacidad del ser humano para aceptarlos, comprenderlos y asimilarlos. Son cambios que transforman las sociedades, provocan desequilibrios, y generan tensiones. El dinamismo del mundo actual nos lleva a un escenario en el que se globalizan cada vez más ámbitos de nuestra vida, en el que compartimos ya con los demás seres humanos los mismos riesgos y desafíos; en el que dependemos también cada vez más los unos de los otros. Un escenario —en definitiva— en el que no cabe aislarse ni caminar en solitario.

Ante todos estos cambios, no podemos detenernos. Rendirse no es una opción, nos decían los sanitarios en los peores momentos de la pandemia. Desfallecer o conformarse no es una alternativa. Es preciso seguir adelante.

La pandemia nos ha dejado lecciones y enseñanzas de gran valor. Nos hizo sentirnos vulnerables y conscientes de lo difícil que es alcanzar el bienestar y, sin embargo, de lo fácil que puede ser perderlo. Sirvió para reafirmar la convicción sobre el beneficio de trabajar juntos; sirvió para comprender que, únicamente trabajando unidos, por el bien común de todos, es posible afrontar las situaciones más difíciles y salir victoriosos de ellas.

 Al mismo tiempo, España se llenó de pequeños y grandes gestos de miles de ciudadanos. Demostraron que la gratitud, el compromiso con los demás, el sentido de ciudadanía, el servicio a la comunidad o la lealtad a nuestro país son pilares básicos de una sociedad capaz de sobreponerse; de una sociedad en la que, si somos inmunes al sufrimiento ajeno, estaremos solos en el dolor.

 Esta crisis nos ha hecho ver de nuevo una sociedad española fuerte, responsable, madura, solidaria y con gran capacidad de superación. Y esto es algo de lo que debemos sentirnos orgullosos; pero no es suficiente. En momentos decisivos para nuestro futuro como los que atravesamos, necesitamos la serenidad y el sosiego que den firmeza a nuestros pasos. En ese camino que hoy, simbólicamente, reemprendemos en el Teatro Campoamor no podemos tampoco olvidarnos de nuestras raíces, de nuestras referencias, de todo lo que ya hemos recorrido como sociedad, y de los fundamentos de nuestra convivencia en paz y libertad.

 Desde el nacimiento de nuestra Fundación, hemos transmitido, año a año, en la entrega de nuestros Premios, un mensaje de esperanza. Y hoy aquí, en Oviedo, nos reunimos una vez más para renovar ese mensaje, que lo es también de voluntad y determinación.

Sí, es la esperanza la que nos mueve. Porque en estas horas de serenidad que suponen nuestros Premios, queremos reconocer y ensalzar todo aquello que nos ayuda, nos consuela, nos reconforta y nos da fuerza para seguir adelante.

Nuestros premiados nos han dado siempre ejemplo de solidez y de firmeza en sus propósitos. De cómo sus causas muestran el mayor de los compromisos que puede tener el ser humano: el compromiso con los demás.

De ellos hemos escuchado y aprendido cómo las convicciones cívicas y los principios éticos, fortalecen, cohesionan y definen a las sociedades que los hacen suyos; cómo los valores inherentes a todo ser humano —la vida, la dignidad, la igualdad y la libertad— deben constituir un patrimonio de alcance universal.

Nos han advertido de la fragilidad de los valores democráticos, que no nos vienen dados; y cuyo vigor y vigencia demandan siempre una defensa firme, permanente, constante y consciente. De que la fortaleza y seguridad de un mejor futuro dependen de la responsabilidad, del cumplimiento del deber que a cada uno le corresponde, de la solidaridad y de nuestra cohesión.

Así pues, hemos de seguir adelante con confianza, por el recto camino de los valores y de los principios que engrandecen a una sociedad y que —año a año— comparten y nos transmiten nuestros premiados. Creo firmemente que, si lo hacemos así, acertaremos. Y por muy difíciles que sean los retos que nos lleguen, los superaremos.

Señoras y señores,

Durante los últimos meses, la Reina y yo, con nuestras hijas, hemos conocido y compartido la tristeza y la preocupación con todos los españoles. Pero también hemos compartido y sentido la esperanza y las ganas de vivir de miles de ciudadanos que siguen dándonos fuerza a todos para poder expresar de nuevo, sin miedo, nuestros sentimientos; para volver a aquel tiempo en el que podíamos abrazarnos, darnos la mano, y acercarnos, o conversar y acompañar a nuestros amigos.

Aquella mirada en la que los sanitarios trataban de encontrar la fuerza y el coraje para seguir adelante, aquella mirada tan alentadora, en la que anidaban el ánimo, el afecto y la gratitud, debe permanecer entre nosotros.

Muchas gracias.