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Asturias exporta talentos

Nuria Capdevila-Argüelles: “Aterrizar en Asturias es la mejor de las bienvenidas”

“Pienso en los mapas de la escuela de Arnao como talismán de una tierra de emigrantes que siempre desean regresar”

Nuria Capdevila-Argüelles, en un aula.

NURIA CAPDEVILA-ARGÜELLES (Exeter, Reino Unido). Nacida en 1972, es catedrática de Estudios Hispánicos y Estudios de Género en la Universidad de Exeter. Entre sus libros destacan “Autoras inciertas”, “El regreso de las modernas”, “Artistas y precursoras”, las antologías “Corcel de fuego” y “El camino es nuestro” y sus ediciones críticas de las obras y las cartas de Elena Fortún. Dirige el proyecto audiovisual “CartasVivas”. 

Asturias guarda los mejores recuerdos de la infancia, adolescencia y primera juventud de la catedrática de Exeter Nuria Capdevila-Argüelles: “Sentir añoranza de Castrillón y Avilés es un privilegio. Arnao, mi pueblo, entre Salinas y Piedras Blancas, era y es un microcosmos belle époque, con su fábrica, su economato, sus tapias de ladrillo, su escuela con sus mapas y diagramas en el patio, sus tejados de cinc y su castillete”.

Tenía dos casonas vacías “que, en mi infancia, me podía pasar horas mirando embobada. Hoy una está en un lentísimo proceso de restauración que me apena por el estado en que se encuentra esa preciosa muestra de la arquitectura de indianos y la otra es una residencia de la tercera edad. En mi investigación tengo bastante obsesión con las casas, los armarios y los espacios cerrados que silencian historias. Mi pueblo tiene mucho de esto. Por eso regresar es una experiencia tan agridulce como necesaria. No solamente conecto con mi pasado, sino con elementos centrales de mi vida de hispanista lejos de España”.

Recuerda a aquella niña con gafitas y coletas fascinada por las casonas cerradas y frustradísima porque tenía que contentarse con verlas desde las verjas al regresar de la playa. Asturias era la libertad y lo continuó siendo en mi adolescencia, entre fiestas de prau, salidas en pandilla por Galiana y días de mar y sol. Me resulta imposible escoger un solo recuerdo, quizá porque desde el prisma de la añoranza actual, pandémica, todos van ganando peso en mi memoria y piden ser actualizados. Ya hace tiempo que no camino por la playa de Arnao o por la Senda Norte, que no voy a comer a Avilés, que no meriendo pasteles de Viña en casa de mi padrino”.

Y echa de menos “a quienes ya no están, toda esa generación avuncular guardiana de historias, guardiana de nuestra memoria y de quiénes somos. Con el paso del tiempo van ganando consistencia de mito”. Conmueve “el recuerdo del abuelo paseando con la abuela cogida del hombro; él, explicándole algo; ella, escuchando erguida y elegante; los dos con sus cabezas coronadas de merengue blanco, paseando tranquilos ‘para no cansar’. Dos idiomas, el español y el inglés viven y hablan en mí hoy, pero siempre pienso en el doble idioma de mi infancia y adolescencia. El castellano mesetario (nació en León) cambiaba la forma de hablar de aquella niña que fui en cuanto entraba en casa de los abuelos o me reunía con mis amigos y mis primos en el Alvarín en Piedras Blancas. Los pronombres se iban detrás de los verbos, el subjuntivo colonizaba los diálogos… Añoro esa forma de hablar que asocio a una alegría y a unos reencuentros ilusionantes, a un sentido del humor muy específico, en definitiva, a una forma de ser y estar marcada por la calidez y la alegría”.

Se marchó de España con una beca “Erasmus” en el año 1994 “y ya no regresé. En aquella época me marcó mucho precisamente que mucha de aquella juventud asturiana hacía lo mismo. Gran parte de aquella pandilla de veranos, puentes y vacaciones ha acabado fuera de España. Eso implica que nos marcan los regresos y los reencuentros, en Madrid, París, Londres o Asturias. Yo acabé mi licenciatura en 1995, tuve un lectorado, empecé mi posgrado, y después hice mi tesis doctoral en la Universidad de Edimburgo. Fui encadenando puestos hasta hoy. Después de mi beca posdoctoral en Oxford saqué mi primera plaza de titular y he ido ascendiendo hasta la cátedra. Si miro atrás agradezco el viaje. Y pienso en los mapas de la escuela de Arnao como talismán de una tierra de emigrantes que siempre desean regresar”.

Nuria Capdevila-Argüelles

En su despacho de la Universidad de Exeter hay una foto de Arnao enmarcada “que me regaló mi abuelo. La tengo siempre cerca. Aterrizar en Asturias siempre ha sido un plus, la mejor de las bienvenidas. Llevó ya más de media vida fuera de mi país. Los comienzos no fueron fáciles. Sin duda el obstáculo más importante al que me enfrenté fue uno que produce nuestra mente: el miedo. Por suerte tuvo fecha de caducidad y aprendí, ahora pienso que relativamente pronto, que estaría a salvo en mi camino siempre que fuese eso: mi camino. A mí me ha funcionado pensar así para irme enfrentando a los diferentes desafíos de la vida profesional de una mujer. No han faltado ni los precipicios ni los techos de cristal. Ahora estoy en un momento de obstáculo que no puedo ver como una oportunidad: el Brexit. Va contra la eliminación de barreras. Es autárquico y triste y tiene a este país escindido en dos”.

La prensa británica ha retratado repetidamente Asturias “como un paraíso sin descubrir del todo, una gema. Y se han establecido paralelismos entre Devon y Cornualles, el suroeste de Inglaterra donde vivo, y Asturias. La costa, la pesca, el campo verde, la sidra, la artesanía, la buena gastronomía. Me gustaría resaltar la ocasión de aprendizaje que tenemos en nuestra historia asturiana. En ‘He de tener libertad’, las memorias de Isabel Oyarzábal, escritora y diplomática de la República que traduje al castellano en el 2010, la autora menciona Asturias y el nivel educativo de la región, muy superior al de otras provincias españolas. En aquella primera democracia nuestra, sitúa a Asturias en la vanguardia social. Seamos conscientes de esa herencia. El futuro hace 100 años era la democracia. El futuro ahora es la democracia paritaria. Podemos empezar por el callejero de Oviedo”.

A los dirigentes asturianos les diría que “hiciesen política feminista y que diesen prioridad al tejido social, al mundo de los cuidados, a la educación, la sanidad y la sostenibilidad. Y sin dilación, porque es justo, no cuesta nada y con la única agenda de la madurez democrática, pido que se haga caso a la petición de que Aurora de Albornoz, Flora Tristán, Sara Suárez Solís y Amparo Pedregal entre otras, tengan, como estaba previsto, su calle en Oviedo. Desde fuera pido que ese gesto sea un paso más, inapelable, en la necesaria recuperación y representación de nuestra memoria”.

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