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Pilotuerto: ingenio y robótica a 40 metros

Un robot ideado para demoler en interiores resultó clave para eliminar unas grandes rocas con riesgo de desplome sobre el corredor del Narcea (AS-15)

Un camión eleva la “cesta” donde va un geólogo y dos operarios que manejarán el robot de demolición suspendido sobre ellos; en el círculo, detalle de la plataforma con el robot. | | EXCADE

El ingeniero japonés que diseñó en su día el primer robot guiado para demoliciones seguro que no tenía en mente el trabajo que resolvió, esta semana, uno de sus ingenios en Pilotuerto (Tineo). Una máquina de una tonelada de peso pasó 18 horas colgada de una plataforma a más de 40 metros de altura picando –saneando en la jerga del sector– enormes rocas de cuarcita que asomaban con gran riesgo sobre la AS-15, el llamado corredor del Narcea.

Al cambio, como si el robot hubiera estado trabajando a la altura del duodécimo piso de un rascacielos. “Estos robots se crearon sobre todo para trabajos de interior. Son fundamentales cuando hay que picar en espacios angostos o con mucho riesgo de desplome, ya que al ser manejados a distancia no se pone en riesgo a ningún operario; también se usan en galerías y ambientes donde se necesita que trabajen máquinas de alimentación eléctrica que no generen humos”, explica Vicente Fernández, gerente de la empresa gijonesa Excade, propietaria de la máquina.

Un camión eleva la “cesta” donde va un geólogo y dos operarios que manejarán el robot de demolición suspendido sobre ellos; en el círculo, detalle de la plataforma con el robot. | Excade

Nada de eso era lo que ocurría en Tineo. En Pilotuerto lo que se necesitaba era una idea ingeniosa que permitiera eliminar unas grandes rocas de un talud vertical de 70-80 metros que parecían amenazar con desplomarse sobre una de las carreteras “más peculiares de la región”, expone Fernández. En la mente de todos estaba demasiado reciente el accidente mortal ocurrido en Soto de la Barca, a solo unos kilómetros, al caer un argayo sobre el vehículo en el que viajaba una familia de Pola de Allande. En contra jugaba el poco tiempo que había para solventar el riesgo, ya que no se podía dejar tan incomunicado el suroccidente de la región.

“El reto era resolver con rapidez, casi de forma inmediata, acertando con la forma de ejecución. Una máquina con pluma especial desde la carretera solo llega a alcanzar 26 metros de altura y tampoco había forma de actuar sobre la roca desde arriba; su lugar era inaccesible, salvo de forma aérea”, razonan los técnicos. Hubo que “preparar una infraestructura compleja con tan solo unas horas de margen”. Y poner a prueba el robot en su estreno.

Una grúa autopropulsada levantó una plataforma con la máquina a los metros requeridos y, en paralelo, se elevó una “cesta” desde donde trabajaron un geólogo y dos operarios que guiaban la grúa y manejaban el robot. Fueron en total 24 horas de trabajo ininterrumpido, “de mucha tensión”, reconocen desde la empresa, que tienen claro que en Asturias “no hay dos argayos iguales y hay que echarle mucha imaginación”.

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