La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuarenta años de furia "Metallica"

La banda de "metal" más exitosa cumple cuatro décadas en las que ha superado la muerte del bajista Cliff Burton, varias crisis creativas, el riesgo de ruptura y las adicciones de su líder James Hetfield

"Metallica", en San Francisco, en su primer concierto tras la pandemia, este mes de septiembre. De izquierda a derecha, Robert Trujillo, James Hetfield, Lars Ulrich y Kirk Hammett.

En el número de la primera semana de mayo de 1981, la revista musical de Los Ángeles “Recycler”, en su sección “Se necesitan músicos”, publicaba un anuncio: “Batería busca a otros músicos de metal con los que tocar. Influencias: 'Tygers of Pang Tang', 'Diamond Head', 'Iron Maiden'”. Tras varios encuentros, sesiones para ensayar –algunas de ellas desastrosas- y charlas sobre gustos musicales, el 28 de octubre de ese año quedaba oficialmente conformado el grupo surgido de aquel anuncio. Han pasado 40 años. Su nombre, “Metallica”. Para celebrarlo, estas últimas semanas la banda ha celebrado varios conciertos y todo tipo de actividades en la ciudad que los acogió siendo unos adolescentes: San Francisco.

Los miembros del grupo, en el concierto de aniversario del 17 de diciembre. Jeff Yeager

Su primer concierto tuvo lugar el 14 de marzo de 1982, en el Radio City, un club con capacidad para 150 espectadores en Anaheim. En diez años pasaron de congregar a apenas a unas decenas de locos adolescentes, a tocar en el considerado mayor concierto de la historia, el “Monsters of rock” de 1991 en Moscú, capital de por la entonces todavía Unión Soviética, ante un número indeterminado de personas: entre 500.000 y dos millones. “Era un mar de gente”, recuerda la banda, que ha ofrecido unos dos mil recitales en seis continentes -sí, también en la Antártida- en estas cuatro décadas , con 120 millones de discos vendidos. Pese a todos sus altibajos, “Metallica” no ha parado de llenar pabellones y estadios por todo el mundo. Un fenómeno al que no es ajena España. Un dato: en 2019, antes de la pandemia, los dos mayores conciertos celebrados en el país fueron los que la banda de San Francisco ofreció en Madrid y Barcelona, ante 68.000 y 54.000 espectadores. Cifras solo al alcance de un puñado de artistas en todo el mundo: los también “heavies” “Iron Maiden”, “U2”, “Rolling Stones”, Madonna, Beyoncé o Bruce Springsteen.

Uno de los dos mil conciertos ofrecidos por “Metallica” pudo ser en Asturias… pero no lo fue. El 14 de julio de 1999 los californianos tendrían que haber actuado en Las Mestas, en Gijón, ante unos 15.000 espectadores. El espectáculo se canceló esa misma tarde. Su equipo alegó la “falta de seguridad” del escenario para cancelar el concierto, cuando ya había miles de personas esperando para entrar. El público se fue –nos fuimos- a ver las actuaciones de la “Semana Negra”. LA NUEVA ESPAÑA lo contaba de esta forma: “Así se salvó la crisis del metal. La ‘Semana Negra’ acogió a los jóvenes ‘rebotados’ por la espantada de ‘Metallica’ en Las Mestas”. 

De vuelta a 1981. A aquel anuncio, puesto por el batería Lars Ulrich, contestaron cuatro personas: James Hetfield (cantante y guitarrista) y su amigo Ron McGovney (bajo) y otro joven llamado Dave Mustaine (guitarra). Los dos primeros siguen siendo los líderes de la banda 40 años después de los primeros ensayos. Dos personas completamente distintas, procedentes de dos entornos familiares diametralmente opuestos. Ulrich, de origen danés, hijo de un campeón internacional de tenis, criado en Copenhague, en un ambiente progresista. De personalidad arrolladora, parlanchín, emprendedor, capaz de vender arena en el Sahara. Hetfield, hijo de un matrimonio adepto a la denominada ciencia cristiana, que rechaza todo tipo de tratamiento médico. Su padre, camionero, abandonó a su familia cuando era un adolescente. Su madre, antigua cantante de ópera, falleció cuando él tenía 16 años, al rechazar recibir cualquier tipo de medicamento. Un “bicho raro” en los institutos por los que pasó, tímido, reflexivo, de pocas palabras. 

La primera formación de "Metallica" en 1981: Ron McGovney, James Hetfield, Lars Ulrich, Dave Mustaine. Metallica.com

En la primera sesión de ensayo que tuvieron juntos no congeniaron, tal y como reconocen en el libro “Nacer, crecer, Metallica, morir”, de Paul Brannigan e Ian Winwood. Hubo más ensayos, en los que ambos se dieron cuenta de una cosa. Hetfield, de que Ulrich, pese a sus limitaciones como batería, podía sacar adelante cualquier proyecto, poseía un entusiasmo contagioso. Ulrich, de que Hetfield era un músico con un talento innato, tanto para la interpretación como para la composición. 

Con apenas 18 años, y con los primeros conciertos a sus espaldas, Metallica se trasladó de Los Ángeles a San Francisco, donde la escena “heavy metal” estaba más arraigada. Ulrich ya bromeaba entonces diciendo que su objetivo era conseguir ser “la banda más grande” del mundo. Si no lo han conseguido, poco les ha faltado. Para ello necesitaban mejores músicos y más implicación. Por ello sustituyeron a McGovney por el bajista Cliff Burton –del grupo Trauma- y a Dave Mustaine por Kirk Hammett –de Exodus-. La salida de este último siempre ha sido uno de los puntos más polémicos en la historia de la banda, y eso que todavía no habían grabado su primer disco. Las causas exactas nunca han sido aclaradas. En todo caso, a Mustaine no le ha ido nada mal en su carrera: fundó Megadeth, otro de los grandes grupos de la música metal en las últimas décadas.

La formación de los tres primeros discos de Metallica: Kirk Hammet, Lars Ulrich, James Hetfield y Cliff Burton, que falleció en accidente de tráfico durante la gira de 1986 en Suecia. Ross Halfin / Metallica.com

En 1983 “Metallica” grabó su primer disco, “Kill’em all”. En el proceso de grabación, su primer productor, Jon Zazula, el hombre que más creyó en ellos, consiguió que cambiaran sus ideas para el nombre y la portada. Del “Metal up your ass”, con un gran puñal saliendo del interior de un retrete, se pasó al “Kill’em all”, “Mátalos a todos”, y a una sobria portada, con un martillo en un charco de sangre. Música rápida, ritmo frenético, guitarras chirriantes, el trabajo acabó siendo el modelo a seguir por un gran número de grupos que querían ver evolucionar el “heavy metal”. A este género acelerado, con claras influencias punk, tal como reconocen en la banda, se le llamó “thrash metal”. Escuchado hoy en día, pese a todas las limitaciones de su producción, el “Kill’em all” sigue transmitiendo energía, velocidad, entusiasmo. Varios temas se han convertido en clásicos de la banda: “Seek and destroy”, “Whiplash”, “The four horsemen”.

Tras él llegaron “Ride the Lightning” y su marcada evolución en las letras del grupo, muy evidente en temas como “Fade to black” o “For whom the bell tolls”, esta última basada en la novela de Hemingway “Por quién doblan las campanas”, sobre la Guerra Civil española, y el aplaudidísimo “Master of Puppets”, considerado la cumbre del “thrash” por canciones como “Battery”. En 1986 una desgracia trastocó por completo a la banda: la muerte del talentoso Cliff Burton en accidente de tráfico, mientras el grupo estaba de gira en Suecia. Fue sustituido con la llegada de Jason Newsted al bajo. El siguiente disco fue el complejísimo "And justice for all". En su promoción, el grupo tomó una decisión que marcó el devenir de su carrera. Eran los reyes del "underground", vendían decenas de miles de discos sin ningún tipo de apoyo por parte de las cadenas de radio ni de televisión. Hasta entonces se habían negado a grabar un videoclip: en aquel tiempo, en los vídeos musicales todo rockero que se preciara tenía que salir rodeado de voluptuosas mujeres. "Metallica" no hizo eso. Grabó el videoclip... a su manera. Cuatro melenudos tocando en una nave industrial abandonada, con imágenes intercaladas de la película de Dalton Trumbo -el gran guionista de Hollywood perseguido por el McCarthismo- "Johnny cogió su fusil". El tema elegido como "single", "One", de ocho minutos, es posiblemente la canción con más carga política grabada nunca por el grupo, un canto a favor de la eutanasia y la muerte digna. De oírla, al Arzobispo Sanz Montes le saldría urticaria. Contra todo pronóstico, la promoción fue un éxito. La MTV empezó a emitirlo, las peticiones para que se repitiera una y otra vez lo elevaron al número 1 de la cadena musical, que hasta entonces había dado la espalda a los géneros musicales "extremos". "Metallica" entraba en el "mainstream".

Aquel sueño improbable, casi una broma, de Ulrich, que anhelaba hacer del grupo el más escuchado del planeta, se acercaba. Hacer realidad su utopía. Para ello, contrataron al productor musical de los grandes éxitos de los 80, Bob Rock. Se encerraron durante meses, algo que nunca habían hecho, en busca de la fórmula alquímica que mezclara a la perfección "heavy metal" y música popular. Así nació el disco “Metallica”, conocido popularmente como el “Black álbum” por su portada completamente negra. Las cadenas de radio y de televisión cayeron rendidos a sus pies, el público respondió como nunca ante un álbum de estas características: 20 millones de copias vendidas en todo el mundo, un "pelotazo" mundial gracias a temas como “Enter sandman”, “Sad but true” o “Nothing else matters”. El "Black Album" fue número 1 en prácticamente todo el mundo. De tocar en pabellones para diez mil personas, "Metallica" pasó a llenar grandes estadios. Sold out, todo vendio, no hay entradas, no hay entradas. Habían alcanzado la cima.

Tras el cénit, la caída. El controvertido disco “Load”, donde dejan atrás el metal y entran en géneros como el rock sureño e incluso el “country”; el “Re-Load”, los discos de versiones (“Garage Inc”) y con orquesta sinfónica (“S&M”), el abandono de Jason Newsted. En los albores del nuevo siglo XXI, la banda estaba en su punto más bajo de popularidad en años. Su lucha contra Napster no ayudó a mejorar su imagen entre los fans, pese a que el paso del tiempo les ha dado la razón: el "todo gratis" y la piratería en Internet dejó muy tocado, durante años, a la industria musical y cinematográfica. También, por qué no decirlo, al periodismo. Tampoco las adicciones de James Hetfield, ingresado en 2001 para superar su alcoholismo, ayudaron a la buena salud de “Metallica”. 

Cuando en 2002 grababa el disco “St. Anger”, el grupo estaba al borde de la disolución. Ya con el nuevo bajista, Robert Trujillo, esta profunda crisis puede verse en el documental “Some kind of monster”, que nació como un proyecto de marketing, el “cómo se hizo” del nuevo disco y acabó siendo mucho más: un profundo análisis sobre la crisis de creatividad y de convivencia en la banda, sobre la rutina, el peso de los agravios tras años juntos, el choque de las distintas personalidades de sus componentes, que se conocieron siendo unos imberbes sin un dólar y que en dos décadas habían pasado a ser multimillonarios. Más datos: un estudio de de 2018 recoge que “Metallica” es el grupo musical que más ha recaudado en sus giras: al menos 1.400 millones de dólares.

El “St. Anger” supuso el punto de popularidad más bajo para “Metallica”. Aún hoy, en los conciertos, cuando suena alguno de los dos temas del disco que sobreviven en el “setlist” de la banda –“St. Anger” y “Frantic”-, Hetfield bromea: “Aquí va una canción de vuestro disco favorito”. La desintoxicación de Hetfield, el permanente entusiasmo de Ulrich, la sangre nueva de Trujillo y el siempre conciliador carácter de Hammett dieron una segunda oportunidad a “Metallica”. En 2008 lanzaron “Death Magnetic”, considerado su “resurrección” creativa. Volvieron los grandes estadios, las largas giras, retornaron las ganas de ofrecer los mejores directos, una seña de identidad del grupo desde su fundación: “Tocar ante la gente es lo fundamental”. 

En 2016 con “Hardweird… to self destruct” confirmaron su buen estado de forma, tanto para la música como para los negocios: las ventas por "merchandising" de sus productos siempre han sido elevadísimas. Artistas tan dispares, alejados del “havy metal” como Lady Gaga o Juanes son admiradores confesos de la banda. El colombiano, de hecho, introduce en sus conciertos versiones de temas como “Seek and destroy”. Las nuevas bandas de "heavy metal", que aspiran al trono de “Metallica”, como “Ghost” o “Volbeat”, los sitúan como su referencia artística más importante.

Los días alegres parecían alargarse hasta el infinito, pero en 2019, justo tras la grabación del segundo álbum en directo con orquesta sinfónica –con el “original” título de “S&M2”-, Hetfield anunció que tras 17 años sobrio había vuelto a sucumbir a la bebida. Su tratamiento coincidió con lo más duro de la pandemia. Esta vez, al contrario que en la primera rehabilitación, “Metallica” ha vuelto a los escenarios sin dudas. Este mes de septiembre ofreció sus primeros conciertos tras casi dos años de parón.

El primero, como no, en la ciudad que sigue siendo su base de operaciones desde adolescentes, San Francisco. Y, como la primera vez, en una pequeña sala de conciertos, ante unos 500 espectadores, con entradas a 20 dólares. Luego llegaría otro concierto similar en Chicago, antes de echarse de nuevo a la carretera, en una gira que ya ha comenzado. El 17 y 19 de diciembre volvieron a tocar en San Francisco, para conmemorar sus 40 años, solo ante miembros de su club de fans, que cuenta con más de un millón de socios. A España retornarán el 6 de julio de 2022, al festival “Mad Cool” de Madrid. Las entradas para ver la segunda juventud de “Metallica” ya vuelan.

Compartir el artículo

stats