La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Silvia Sparks | Humorista y filósofa
Silvia Sparks Humorista y filósofa

“Me he reído estando grave; qué triste sería estar muriéndose y no poder hacer un chiste”

“A muchos hombres les hace sentirse vulnerables una mujer haciendo humor, no es algo a lo que estén acostumbrados”

Silvia Sparks.

Silvia Sparks (Silvia Perea, Gijón, 1986), cómica y filósofa, escribe en la revista “Mongolia” y actúa en el nuevo espectáculo “Mongolity” (sin el ovetense Edu Galán, que sigue como editor pero se ha está dedicando a otros proyectos fuera de la sátira). Ha trabajado con Ignatius Farray.

–Practica el humor negro. ¿De dónde le viene?

–Para mí es humor. Desde siempre saco humor de lugares y situaciones que no son habitualmente cómicas porque estaba en mi familia. Es una deformación de fábrica.

–Oyendo sus actuaciones, ¿de pequeña se sintió querida u odiada?

–Me he sentido querida, odiada, abandonada, he vivido cosas complicadas y cosas bonitas y eso conforma una ficción interesante. Hablo de ello en el escenario y en lo que escribo. Ni todo lo que cuento es verdad ni mío, pero me baso en historias que he conocido aunque no se cuenten en el entretenimiento.

–¿Qué tal le va con ese humor?

–Si hubiera decidido más racionalmente dedicarme al humor habría optado por un estilo más costumbrista. El humor negro saca cosas de las que a veces no queremos hablar y mucho menos reírnos. Me ha costado más tiempo que a otros traducir esto a un lenguaje con el que la gente se riera. No quiero catarsis, ni ofender, sino hacer reír, aunque sea con un poco de incomodidad.

–¿Hay que ser un poco psicópata o, al contrario, hay que ser muy empático para ponerse en la piel de los que no son empáticos?

–Gran parte de mi humor se basa en la crueldad y doy imagen cruel. Para relacionarse con algunos temas es mejor hacerlo desde una psicopatía, pero soy lo opuesto, soy demasiado sensible. En escena muestro a ratos vulnerabilidad. Cuando hago humor en inglés es diferente y la reacción del público inglés y americano es diferente y en mi puesta en escena soy más de verdad.

–Los ingleses son campeones de la crueldad.

–Nos llevan 20 o 30 años en comedia, su reacción es distinta y yo escribo en función de la reacción del público. Si no hay risa, cambio. Hay gente que se va ofendida y no quiero eso. La gente tiene que reírse, si no te odia, y no me gusta que me odien.

–¿Cómo se hizo bilingüe?

–A los 7 años mis padres me enviaron a Irlanda de intercambio y volví hablando inglés. Desde entonces leo en ese idioma, veo en versión original y me ha interesado la gente de fuera.

–¿Le sale en su vida esa visión negra?

–Tengo un problema de tiroides, he estado en el hospital al borde de la muerte y hecho chistes con mis amigos. A veces no me toman en serio, pero qué triste sería estar muriéndose y no poder hacer un chiste.

–Mel Brooks dice que la risa es un grito de protesta contra la muerte.

–Sí, porque te extrae de la situación y le quita carga, pero no hay que tomarse la risa demasiado en serio. Nos vamos a morir: la risa no es un principio salvador ni una panacea ni una tesis política.

–¿Cómo fue su viaje a Mongolia?

–De casualidad. No los conocía mucho. En una rueda de prensa que se hizo en El Teatro del Barrio a favor de la actriz Pamela Palenciano, acosada y agredida verbalmente por un espectáculo sobre la violencia de género, conocí a Darío Adanti y poco después me pidió un artículo para “Mongolia”. Lo que más me gusta es escribir y encontré un sitio donde sentirme a gusto, como estar en el cole y conocer de golpe al grupo de chavales raros que son como tú.

–¿Qué va a hacer en el nuevo espectáculo?

–Un monólogo algo más político de lo habitual y profundizar en la crueldad para que sea lo más controvertido que pueda. Darío hará otro monólogo, luego haremos algo juntos y Pere Rusiñol hará periodismo en directo.

–Hace cinco años y medio usted fue de las primeras mujeres que se sentaron en el taburete del humor. ¿Hay diferencias por ser mujer?

–Sí, porque éramos muy pocas. Un escenario es un puesto de poder, de poder hacer reír, y lo primero que pasa es que eres juzgada sexualmente, así que ocultábamos el cuerpo o hacíamos un chiste para adueñarnos de nuestra sexualidad. Cada vez es más normal que haya mujeres y algún día dejarán de decir “mira, una chica”. Pero el monólogo no me ayuda ni a mí ni a ninguna de mis amigas a ligar. A mis compañeros, sí. Pero hay muchos hombres a los que una mujer haciendo humor los hace sentirse más vulnerables y no es algo a lo que estén acostumbrados. Con mi brillante sentido del humor, aquí estoy, soltera, jajaja.

–Vive en Madrid, de alquiler, en un estudio cerca del centro. Sus padres y su hermano están en Gijón. La familia paterna es asturiana; la materna, madrileña.

–Siempre he tenido un pie fuera. Hice el primer año de Filosofía en Oviedo, con Gustavo Bueno, Vicente Domínguez y profesores maravillosos, pero trasladé la matrícula a Madrid con beca y, como me interesaban Foucault, Deleuze y otros filósofos franceses que aquí no se dan demasiado fui de “Erasmus” con beca en París VIII, la facultad de Mayo del 68. Me gustó tanto que me quedé de 2007 a 2009.

–¿Por la facultad o por la ciudad?

–París es complicada, pero si haces tuya la complicación es intelectual y políticamente fascinante. Parte de mi corazón está allí.

–¿Por qué es filósofa?

–Quería escribir. Quería ser periodista y tener una columna en “Le Monde Diplomatique”. Me aceptaron en Periodismo, pero no me interesó el programa. En la Asunción tuve un profesor de Filosofía tan bueno que compensó mis problemas con las monjas. Me metí en Filosofía porque creí que me daría mejor escritura. Mi idea era pasar al segundo ciclo en Periodismo, pero leí a Marx, a Lenin, Nietzsche y perdí la fe en los medios de comunicación.

–¿Dónde acabó la carrera?

–En Barcelona. Después, como traía de París el virus de la usurpación, me hice jipi y okupa. Fueron varios años muy guais de activismo político, en los inicios de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con Ada Colau.

–¿Por qué lo dejó?

–Me costaba crear y se me hacía muy duro tanto movimiento y no tener una casa. Necesitaba un hogar físico y creativo. Empecé el humor en Barcelona, pero donde hay más proyección es en Madrid.

–¿Y por qué es humorista?

–Hay una ficción inherente en mí: me sale sola y no la puedo dejar dentro. El humor es una forma sencilla, accesible y bonita de entretenimiento y de hacer pensar un poco.

–Como filósofa que se dedica al humor, ¿se siente subempleada o en el grado más alto de amor al conocimiento?

–Subempleada. El humor es limitado. Estoy escribiendo mi novela con su parte de ensayo y tengo un proyecto de filosofía.

–Salir con el humor a un escenario es duro.

–Soy introvertida y tímida, poco clown y corporal. Nunca fui el centro de la fiesta. Trabajaba como traductora, ganaba poco y probé en la interpretación de conferencia. Saqué un 10, pero suspendí por mi voz, me faltaba actitud, no sabía hablar en público ni defender un texto. Me metí a hacer teatro para entrenar mi voz y descubrí lo divertido que era y que podía ganar dinero.

–¿Cómo fue su primera vez?

–Un shock, pero al borde del ataque de pánico surgió otra persona. Quiero que el humor sea mi forma de vida y me va cada vez mejor, pero quiero escribir más. Hago traducciones y me he especializado en novelas gráficas de Dark Horse Comics.

Compartir el artículo

stats