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El futuro de un centro especializado en el estudio del sector agrario

El Serida, el gigante investigador del campo, ve “lógico” integrarse en Ciencia y ampliar plantilla

Con 164 empleados y cuatro sedes, urge mejoras: “Hay que modernizar laboratorios, algunos son muy viejos”

Mamen Oliván, ante la sede central del Serida, en Villaviciosa. | FERNANDO RODRÍGUEZ

El Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida), con más de un centenar de trabajadores, afronta un momento clave. Adscrita tradicionalmente a la Consejería responsable de la Agroganadería y el Medio Rural, la entidad pasará ahora a depender de la Consejería de Ciencia. Un cambio que reconoce, y a la vez refuerza, ese perfil del Serida como el principal motor de la región en la investigación, el desarrollo y la innovación –el ansiado I+D+i– en agroganadería y alimentación.

“Este cambio, en el fondo, era algo lógico y natural. Además, hemos mantenido una relación estrecha con la Consejería de Ciencia desde su creación, y de hecho ellos nos apoyaron en nuestra reclamación para que nos reconocieran los sexenios, que era algo muy importante para nosotros y para nuestros científicos”, reflexiona Mamen Oliván, directora gerente del Serida. La reclamación a la que se refiere era una vieja demanda de los científicos de la entidad: que la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) reconociese los sexenios de trayectoria investigadora del personal científico del Serida, tal y como se hace con los profesores universitarios. El hito se logró a principios de 2020.

Bajo esta misma lógica, Oliván considera acertada la creación en Asturias de una Agencia de Ciencia, Competitividad Empresarial e Innovación. “Se esperaba de una Consejería que va a concentrar todos los recursos y esfuerzos del sector. Debería servir para conseguir más recursos, más fondos y agilizar las convocatorias. El Serida es un centro público de investigación, que depende del Principado y tiene que estar ahí”, reflexiona.

Mamen Oliván, gerente del Serida: “Uno de nuestros retos es adaptar los cultivos al cambio climático”

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Con la nueva adscripción a la Consejería de Ciencia, el Serida aspira a lograr más financiación que le permita renovar sus instalaciones y ampliar personal. Actualmente, la entidad cuenta con 164 trabajadores, entre ellos 40 investigadores, una treintena de ayudantes de investigación y varios becarios predoctorales. “Necesitamos reforzar nuestra plantilla de investigadores, pero también tenemos necesidades acuciantes en el cuerpo de administrativos, porque cada vez estamos metidos en más proyectos. Pero este va a ser el año de la estabilización de la plantilla, porque había una parte que eran temporales, y eso va a ser muy importante para nosotros”, sostiene Mamen Oliván.

En lo referente a las infraestructuras, las necesidades no son menores. El Serida tiene actualmente dependencias en cuatro ubicaciones. En Villaviciosa está su sede central, que integra todo el cuerpo administrativo, los laboratorios, una bodega experimental y una finca de 90 hectáreas para los sistemas de producción animal y los cultivos hortofrutícolas. En Deva (Gijón) está el Centro de Biotecnología Animal, 12 hectáreas en las que hay laboratorios, establos, un acuario y un banco de recursos zoogenéticos, además de una sala de necropsias.

Miñarro, ante un hotel de abejas silvestres instalado en el Serida. F. Torre

En Grado se encuentra la estación experimental agraria de La Mata, con 20 hectáreas de superficie y que complementa los programas de la sede central en sistemas de producción animal, nutrición, pastos, forrajes y cultivos hortofrutícolas y forestales. Por último, en el concejo occidental de Illano y a 1.000 metros de altura está la estación experimental de “El Carbayal” , que tiene una superficie de 150 hectáreas en las que se desarrollan las investigaciones sobre sistemas extensivos de producción animal y su influencia en la mejora de la biodiversidad. De todas ellas, la que requiere una intervención más urgente es la sede central. Su origen se sitúa en 1956, cuando se abrió la Estación Pomológica. En los últimos meses se han efectuado algunas mejoras, como el repintado del exterior del edificio o la reposición de una parte del cierre de la finca, que fue derribado por un árbol durante un temporal. Pero hay necesidades más profundas y acuciantes. “Tenemos que modernizar algunos equipamientos científico-técnicos y los laboratorios, porque algunos son muy antiguos”, señala Oliván.

Pese a estas necesidades, el Serida no pierde el paso y lidera, desde la parte científica y la investigación, el esfuerzo de todo el sector por renovarse y adaptarse a las nuevas exigencias de la Unión Europea en materia medioambiental. “Hay una serie de retos claros que pasan por adaptar los cultivos al cambio climático, desarrollar sistemas de producción sostenibles y cumplir con el pacto europeo para acercarse al objetivo de cero emisiones de gases de efecto invernadero en el sector. Pero junto a estos retos medioambientales, tenemos que afrontar otros como el cambio generacional, que pasa por renovar y mantener las poblaciones rurales, o el aprovechamiento de los subproductos para potenciar la economía circular”, enumera Oliván. Unos retos que los científicos del Serida afrontan de forma global, proponiendo soluciones específicas en cada ámbito, y siempre bajo la premisa de mejorar no solo el impacto ambiental de cultivos y explotaciones agroganaderas, sino también la calidad del producto y sin perder nunca de vista la sostenibilidad, ambiental y económica, de las explotaciones.

Marcos Miñarro, en una plantación de árboles frutícolas en la sede del Serida. | F. Torre

Los murciélagos, protectores de cultivos de manzana y arándanos

Marcos Miñarro, investigador del Programa de Fruticultura del Serida, desarrolla junto a Daniel García, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, uno de los proyectos más ingeniosos e innovadores del sector: Bat-Bird-Fruit, que cuenta con financiación de la Agencia Estatal de Investigación. Se trata de evaluar los efectos netos de aves insectívoras y murciélagos en cultivos de manzana de sidra y arándanos. “Las aves y los murciélagos tienen el punto en común de que ambos comen insectos y, por tanto, pueden ser beneficiosos para los cultivos. Pero con las aves pasa que, si bien en el caso de la manzana apenas hay afección sobre el fruto, aunque puedan picotear alguna, con los arándanos sí. Ese es un problema que no habría con los murciélagos, cuya presencia podría ser beneficiosa en ambos cultivos”, explica Miñarro. Los resultados de estas investigaciones se dejan notar ya en muchas plantaciones y localidades, donde empiezan a ser habituales la presencia de soluciones ecosostenibles como las cajas-nido para aves insectívoras, los hoteles para abejas silvestres o las bandas florales como recurso de polen y néctar para atraer a insectos beneficiosos, que son aquellos que propician la polinización y combaten al tiempo las plagas.

Juan José Ferreira y Ana Campa, en un laboratorio del Programa de Genética Vegetal. | FERNANDO RODRIGUEZ

Variedades de faba asturiana más sostenibles y resistentes a las plagas

El Programa de Genética Vegetal del Serida es una referencia a nivel internacional por su gestión de los recursos genéticos de las leguminosas y, en concreto, por sus avances en relación a la faba. En los últimos treinta años, el programa ha reunido un imponente banco de semillas en el que se han registrado más de 3.000 variedades de judías. Su responsable, Juan José Ferreira, centra los próximos retos del sector en lograr variedades de faba más robustas, con una mayor resistencia a las plagas, ante el veto progresivo de la UE al uso de pesticidas. Además, se trabaja en acortar el tiempo de producción de la faba, pasando de los 140 días entre la plantación y la recogida a alrededor de 110, un mes menos. El último proyecto del programa, encabezado por Ana Campa, se denomina “Sustcrop” y está financiado por la Ficyt y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Su objetivo: mejorar la sostenibilidad de los cultivos con sistemas agrícolas eficientes y que no degraden el medio ambiente.

Rosa Pando, a la izquierda, y Belén Suárez, con diversos compuestos extraídos de la magaya. Fernando Rodríguez

Comida para peces y pastelería sin gluten a partir de la magaya sidrera

Cada año, la potente industria sidrera española, una de las principales de Europa, genera 50.000 toneladas de magaya, que son descartadas o infravaloradas. El reto del Área de Tecnología de los Alimentos es lograr la completa reutilización de esas magayas para obtener compuestos de alto valor. Una línea en la que el Serida lleva varios años trabajando, y que en los próximos años seguirá dando frutos gracias a un proyecto de investigación coordinado por Rosa Pando y Anna Picinelli y financiado por la Agencia Estatal de Investigación. “La idea es extraer compuestos bioactivos de las borras y las magayas o realizar una transferencia biotecnológica para obtener productos de alto valor”, señala Belén Suárez, jefa del área. Entre estos productos está la comida para peces, los zumos de manzana, manitol y aceites microbianos, o condimentos para elaborar productos sin gluten en panadería y pastelería. Las científicas han logrado incluso elaborar un aguardiente con buen sabor.

Fernando Vicente y la técnica de laboratorio Natalia Martínez, en las instalaciones del área de nutrición. | F. Rodríguez

Los murciélagos, protectores de cultivos de manzana y arándanos

Marcos Miñarro, investigador del Programa de Fruticultura del Serida, desarrolla junto a Daniel García, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, uno de los proyectos más ingeniosos e innovadores del sector: Bat-Bird-Fruit, que cuenta con financiación de la Agencia Estatal de Investigación. Se trata de evaluar los efectos netos de aves insectívoras y murciélagos en cultivos de manzana de sidra y arándanos. “Las aves y los murciélagos tienen el punto en común de que ambos comen insectos y, por tanto, pueden ser beneficiosos para los cultivos. Pero con las aves pasa que, si bien en el caso de la manzana apenas hay afección sobre el fruto, aunque puedan picotear alguna, con los arándanos sí. Ese es un problema que no habría con los murciélagos, cuya presencia podría ser beneficiosa en ambos cultivos”, explica Miñarro. Los resultados de estas investigaciones se dejan notar ya en muchas plantaciones y localidades, donde empiezan a ser habituales la presencia de soluciones ecosostenibles como las cajas-nido para aves insectívoras, los hoteles para abejas silvestres o las bandas florales como recurso de polen y néctar para atraer a insectos beneficiosos, que son aquellos que propician la polinización y combaten al tiempo las plagas.

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