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Susana Al-Halabi, psicóloga: “Muchas veces se considera accidente lo que es un suicidio, por estigma y tabú”

“Alguien que piensa en suicidarse como única salida tiene cambios de conducta llamativos, es importante preguntarle por sus pensamientos”

Susana Al-halabi, profesora de la facultad de Psicología. FERNANDO RODRIGUEZ

Susana Al-Halabi es doctora en psicología por la Universidad de Oviedo y experta en la investigación sobre el suicidio. Insiste en que lo mejor para prevenir estas muertes, que no paran de romper techos históricos, es tejer una red de prevención que transciende del ámbito sanitario. Al-Halabi ofreció ayer una charla en la Facultad de Psicología sobre el “Abordaje de la conducta suicida”, con motivo de la celebración del patrón de los psicólogos, Huarte de San Juan.

–¿La pandemia ha influido sobre el incremento de las muertes por suicidio?

–Es difícil tener una fotografía completa de la situación. Hace poco el INE publicó los datos de muerte por suicidio relativos al año 2020, con lo que llevamos un decalaje de dos años en la obtención de los datos. Tenemos una cifra récord desde que hay registros. ¿Podemos decir que eso se debe a la pandemia? Necesitaremos más tiempo. Hemos estado en un tiempo lleno de dificultades y los contextos sociales problemáticos van a suponer factores de riesgo para que la gente sufra y cuando la gente sufre, puede contemplar la muerte por suicidio como una salida a una situación límite y dolorosa.

–¿A qué se puede achacar este crecimiento constante?

–El suicidio es un fenómeno muy complejo, multifactorial, no hay una única razón, con lo que cualquier análisis sencillo no le haría justicia. Se sabe que las muertes por suicidio están infra notificadas debido al estigma y al tabú que rodea a estas muertes y que hace que muchas veces se consideren como accidentes lo que en realidad son suicidios. La siguiente pregunta al analizar la razón por la que aumentan estas muertes es saber qué valores sociales estamos promoviendo. La idea es situar el suicidio en el contexto biográfico de las personas y de las circunstancias sociales en las que viven, más allá del ámbito sanitario. Frente a esta tarea, los medios de comunicación pueden ser unos buenos aliados. Este no es un problema exclusivo de salud mental, es un problema que nos informa de un sufrimiento social, nos informa de una sociedad en la que se promueven determinados valores en los que las personas que piden ayuda tienen cierto estigma. Hay que pensar en promover esos valores para que una persona que está desando morir tenga recursos y pueda pedir ayuda sin estar rodeada de este estigma que cae de forma tan pesada sobre el suicidio por la relación que, falsamente, tiene con los trastornos mentales.

–Sorprende que muchos de los suicidios no se codifiquen como tal.

–Si echamos un vistazo a las causas de muerte establecidas en el INE podemos ver que hay miles de ellas por caídas accidentales, por ahogamientos o sofocación, también muchos en la categoría de “otros accidentes” o por envenenamiento accidental, por fuego, por armas… Si nos fijamos en esas cifras van aumentando con el paso de los años cuando lo esperable es que permanecieran estables. Sin embargo, desde los años 80 las muertes por envenenamiento accidental se han multiplicado significativamente. No parece razonable. Esto redunda en el estigma de que es mejor cualquier muerte que una por suicidio. Eso provoca que no se hable del tema, y no hablar del tema no favorece que las personas pidan ayuda, no favorece el alivio de los familiares, ni que se pueda prever un problema del que no se habla.

–¿Cuesta que este debate trascienda a la esfera política?

–Sí, es necesario el compromiso político para cualquier estrategia de prevención. En los países donde existen planes de prevención parece que se han reducido los índices de muertes por suicidio.

–¿Cuáles son las señales de alarma que puede manifestar alguien que piensa en el suicidio como única salida?

–Puede expresar frases del tipo “la vida ya no tiene sentido”, “estaríais mejor sin mí”, “no sé qué hago aquí”… O empezar a tener cambios de conducta muy llamativos como una pérdida de interés, comenzar a regalar bienes muy preciados, a consumir alcohol, hacer testamento… Si tenemos la sospecha de que alguien puede estar en un momento muy oscuro de su vida debemos preguntarle abiertamente y con cariño. Uno de los mitos más frecuentes es que si le pregunto a alguien sobre sus pensamientos de suicidio igual le induzco a hacerlo. Eso es completamente falso. Entiendo que dé cierto miedo, pero preguntar no solo no induce al suicidio, si no que suele generar alivio en la persona que lo está pensando. Encontrar a alguien que escuche pueda ser muy liberador. Este es un fenómeno que es muy dinámico y que es cambiante en función de las circunstancias, por lo tanto, encontrar apoyo es algo muy valioso.

–Habla de tomar medidas de prevención en las etapas escolares, ¿cómo?

–No solo hay que concienciar, también hay que entrenar. Está demostrado que el contexto escolar es un entorno privilegiado para la aplicación de programas de prevención El hecho de enseñar a los estudiantes qué es una crisis y cómo afrontarla de forma saludable, cómo pedir ayuda, o entrenarlos en habilidades sociales y competencias emocionales, es una forma de prevención. Se trata de comprender que en la vida el sufrimiento es muchas veces inescapable, nadie dijo que vivir fuera fácil. Es fundamental promover en los centros educativos valores sociales, no solo se trata de reducir el riesgo, sino de crear las condiciones para que las personas tengan vidas que merezcan la pena ser vividas.

–¿Cómo está este problema en Asturias?

–Por desgracia estamos a la cabeza de las tasas de muertes por suicidio de España, desde hace años. Es complejo de explicar, pero una de las razones tiene que ver con la distribución poblacional de Asturias y con ciertas características de las zonas de las Cuencas Mineras, con su pasado, la ausencia de horizontes, el consumo de drogas, con ciertos factores sociales y culturales que aún permanecen y arrastramos.

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