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Crítica / Música

Crítica de música: una bonita noche con Mikel Erentxun en Gijón

La popularidad con Duncan Dhu y algunos éxitos en solitario, le da para permitirse el lujo de una gira

Mikel Erentxun. | Marcos León

Hace mucho tiempo que Mikel Erentxun tocó techo en el terreno artístico, sin embargo, la popularidad alcanzada al frente de Duncan Dhu y algunos éxitos en su carrera en solitario, le da para permitirse el lujo de crear una gira en la que hace un repaso de su carrera tirando de fondo de armario y sin sacar nada nuevo. Y una vez más consiguió llenar el recinto de la sala Acapulco un sábado frío y lluvioso, reuniendo a una generación que transita por los albores de los cuarenta. Decía Erentxun al inicio del concierto que su objetivo era tratar de que fuera una noche bonita para el público y para la banda. Después de tanta sequía había ganas de tomarse unas cervezas con amigos y escuchar de fondo los antiguos éxitos de Duncan Dhu en trío o en dúo y de Erentxun en solitario. Sin más pretensiones.

Mikel Erentxun, ayer en la Sala Acapulco. | Marcos León

Ofreció un repertorio filtrado previamente y con conocimiento (ya son muchas tablas) de las curvas temporales en las que el público es capaz de mantener la atención sin desconectar mentalmente. Tres temas de relleno para calentar la sala y el personal aparca a un lado la cerveza para concentrarse en cantar “Rozando la eternidad”, el primer éxito de la noche vigente desde que en 1989 fue publicado en aquel álbum doble titulado “Autobiografía” de Duncan Dhu y que nunca falta en los conciertos. Continúan con “Mañana”, uno de los mejores éxitos de Erentxun en solitario y seguidamente “Sé libre, Sé mía” cantada a dúo con la agradable voz de la guitarrista Marina Iñesta que, inexplicablemente, pasa totalmente desapercibida por el público, que aprovecha a darle algunos sorbos a la cerveza e interesarse por los asuntos mundanos de los colegas porque llevan tiempo sin verse. Y, sin embargo, fue uno de los mejores temas de la noche.

Dos guitarras, bajo, batería y teclado acompañaban al cantante de manera comedida y en un segundo plano al servicio de las canciones, con algún solo interesante. El monumental desafine de una de las guitarras durante “Una calle en París” pasó desapercibido por el griterío coral que montó el público entonando sus versos, y eso que una vez iniciada la canción tuvieron que “abortar para afinar”. Aun así los 440Hz brillaron por su ausencia durante la canción.

Para la traca final el público ya estaba con la garganta caliente después de entonar “Esos ojos negros” y el repertorio no defraudó. Aún faltaban los himnos generacionales “Cien gaviotas” y “Cartas de Amor”, dejando para los bises la balada “Intacto”, “A un minuto de tí” (comprobando que Erentxun aún conserva el falsete impoluto) y “En algún lugar” como colofón de fiesta. La alegría del público traspasaba las mascarillas y manifestaba que el objetivo de Mikel Erentxun y su banda se había conseguido. La noche fue bonita.

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