La Rosa Narcea florece por primera vez en el laboratorio
El equipo de la científica canguesa Carmen Martínez, que ha recuperado una flor única del Suroccidente, obtiene los primeros capullos de plantas in vitro, lo que permitirá multiplicar la producción de pétalos para la industria del perfume: “Sentimos una alegría inmensa”

Sobre estas líneas, las rosas Narcea. En el recuadro, Carmen Martínez, ayer con uno de los capullos aparecidos en las plantas in vitro. | CSIC

La Rosa Narcea, una flor única en el mundo recuperada por la científica canguesa Carmen Martínez Rodríguez, crecerá por miles en Asturias. El grupo de investigación que dirige la asturiana –Viticultura, Olivo y Rosa (VIOR), del CSIC– dio ayer un salto de gigante al obtener los primeros capullos de plantas desarrolladas en el laboratorio. “Desde hace un año –asegura–, todos los días íbamos a mirar si las plantas cultivadas in vitro habían producido algún capullo”. Y, por fin, ayer fue el día en el que brotaron las primeras flores. “Sentimos una alegría inmensa”, confiesa. Porque este avance supone producir Rosas Narcea “casi hasta el infinito”, impulsando así una incipiente industria del perfume en Cangas del Narcea.
Martínez, junto a tres investigadores de su grupo de la Misión Biológica de Galicia (José Luis Santiago, Pilar Gago y Susana Boso), ha creado una empresa de base tecnológica, llamada Aromas del Narcea, para producir y comercializar rosas con destino a la alta perfumería, la cosmética, la medicina e, incluso, la gastronomía. Ya hay, de hecho, empresas interesadas en explotar la rosa, cuya licencia tiene en exclusiva la spin off del CSIC. Los capullos descubiertos ayer revelan dos cosas. La primera, que las plantas de micropropagación in vitro nacidas en el laboratorio son capaces de florecer –eso no siempre pasa; por ejemplo, con la vid es muy difícil–. Y la segunda y más importante, que “no habrá casi límite para producirla”.
A través del método tradicional, por esquejes, la multiplicación de rosales es mucho más lenta. “Solo podrías obtener diez plantas nuevas cada año por cada rosal adulto y, además, hay que recoger previamente las estaquillas en el campo en épocas determinadas del año. Mientras que con el sistema in vitro puedes generar muchísimas plantas en cualquier época, del orden de 20.000 o 30.000”, comenta la científica. “Es un paso importante para poder suministrar todas las plantas que nos demandarían. Con el olivo autóctono de Galicia nos pasa un poco lo mismo y tenemos un cuello de botella en la multiplicación”, apunta.

El equipo del CSIC que trabaja en las rosas asturianas: por la izquierda, Ángela Costas, Elena Zubiaurre, María Carmen Martínez, Jorge Silva, Pilar Gago, Susana Boso y José Luis Santiago. | CSIC / AGUACATE FILMS
Carmen Martínez (Carballo, 1961) está convencida de que la Rosa Narcea abre en el Suroccidente asturiano “una alternativa agraria única y diferente”, que incluso puede “ligarse al cultivo de la vid”. Y, encima, ahora estará disponible para cualquier vecino que quiera sumarse al proyecto, plantarla en su terreno y apostar por esta nueva vía de negocio. La investigadora del CSIC, que también jugó un papel clave en la recuperación de las variedades de la vid asturiana y sus trabajados permitieron que las bodegas volviesen a instalarse en el Suroccidente, da cifras. “Algunos de los rosales más adultos dieron el año pasado hasta 200 rosas y cada rosa pesa unos 10 gramos de media. Para obtener un litro de aceite esencial –lo que luego se vende a la industria del perfume– se necesitan tres toneladas de rosas. Como referencia, el aceite esencial de la Rosa centifolia de Grasse, en Francia, alcanza un precio en el mercado de 16.000 euros por litro”, detalla. Actualmente, hay solo dos variedades de rosas antiguas cultivadas en Europa y la asturiana es la tercera: se remonta a al menos al año 1.832.
La canguesa, aunque asentada desde hace tiempo en Pontevedra, explica que las técnicas de cultivo in vitro “son diferentes para cada especie e, incluso, para cada variedad”. La de la Rosa Narcea ya está “a punto”, gracias, dice, “a los trabajos de nuestros compañeros del CSIC, las doctoras María Concepción Sánchez y Nieves Vidal, expertas en la multiplicación in vitro de leñosas”. Lo único que faltaba era que saliesen las flores, un paso nada fácil de conseguir. “Temíamos que la planta sufriese una reversión al estado juvenil, como nos pasa con la vid. Es como si volviesen a su infancia, dejando de producir uvas”, explica. Pero eso no ha sucedido con la rosa canguesa.
El cultivo, paso a paso
El proceso para “fabricar” plantas tan únicas en un laboratorio es largo y laborioso. “Se parte de una estaquilla, de las que se extraen determinadas yemas, que a continuación se hacen crecer en tubos de ensayo, en un medio de cultivo especial y bajo unas condiciones de luz y temperatura concretas. Se trabaja con trocitos de planta casi microscópicos, manipulándolos a través de microscopios estereoscópicos y en condiciones estériles para evitar contaminaciones”, describe. “Cada plantita –continúa– se fuerza después a producir raíces dentro del tubo de ensayo, pasándolas posteriormente a una cámara de aclimatización, y de ahí al invernadero”. Finalmente, las miniplantas que se sobreviven llegan al campo. Al campo de Asturias donde ya florece un nueva industria.
Precisamente este jueves el consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, Borja Sánchez, y el alcalde de Cangas del Narcea, José Víctor Rodríguez, visitaron las parcelas donde crecen ya 400 de estos rosales tan especiales. Carmen Martínez cuenta una anécdota de esta visita. “Justo cuando estábamos enseñándoles las plantas de micropropagación in vitro que tenemos en la parcela de Aromas del Narcea y les explicamos que estábamos a la espera de comprobar si producían o no algún capullo, el Consejero encontró entre la pradera que cubría el suelo dos tréboles de cuatro hojas y nos regaló uno de ellos para que nos diese suerte. Por supuesto, en cuanto llegué al coche prensé el trébol entre unos pliegos de papel que llevaba para conservarlo como recuerdo”. “Cuando esta mañana (por ayer) vimos los primeros capullos en las plantitas de in vitro, lo primero que pensé y así se lo dije a mis compañeros, fue: ‘Esto fue el trébol de cuatro hojas del Consejero’”, relata ilusionada.
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