Va Lita a Casa Lula a llevar a Mayte un chuletero de ternera que necesita para cocinar y aparece por allí Álvaro, el marido de Mayte, que le dice a Lita que se quede a comer, que ya es casi la hora, que hay fabada, y que llame a José, su marido, para que se sume a la mesa. No muy convencida al principio porque tiene cosas que hacer, Lita accede con una sonrisa y se queda. Así las veces que haga falta. “Si fuera la primera vez... Es muy habitual. Tanto insiste que no queda más remedio, somos como familia”.

Es Lita Álvarez la carnicera de cabecera de Mayte Álvarez desde hace muchos, pero que muchos años. Lleva Lita las riendas de Carnicería Ibias, en Tineo, un negocio que gestionaba su marido (José Ibias Álvarez) hasta que este se jubiló y entonces ella se puso al frente. “También tengo la jubilación cerca”, advierte. Pero Lita es, sobre todo, vecina y amiga de Mayte, la cocinera en jefe de Casa Lula, una casa de comidas que pocas presentaciones necesita camino de cumplir el siglo con las puertas abiertas en El Crucero.

Una trayectoria tan larga no se logra si no es con la bendición de los clientes, y estos no la dan así como así: la fidelidad a la mesa solo se consigue con calidad y buen producto. “Es lo básico”, zanja la guisandera. “Hacemos una cocina auténtica, sin complicaciones, con historia, en la que los ingredientes buenos lo son todo”.

Mayte Álvarez sostiene el chuletero que le acaba de entregar Lita Álvarez, en la cocina de Casa Lula, en El Crucero. | MIKI LÓPEZ

Y en la lista de proveedores de Casa Lula figura por derecho propio Carnicería Ibias, cuyos dueños se plantan en El Crucero siempre que sea necesario a llevar un chuletero de ternera, un solomillo o lo que haga falta a Mayte.

Lita aprendió el oficio de su marido, quien hace 40 años abrió el negocio. “¡Qué remedio me quedó! Él era viajante de jamones y luego decidió abrir la carnicería propia”. La carne que entra en su establecimiento procede de reses de ganaderías de confianza de Tineo y alrededores: terneras, xatas culonas de como máximo 270 kilos de peso. “Son cuadras de toda la vida que conocemos bien, animales con una alimentación cuidada. Solo así se logra buena carne”.

Trayectoria vital

Comparten Lita y Mayte relación comercial, amistad y se puede decir también que trayectoria vital y profesional. Porque si la primera acabó convertida en carnicera al casarse, Mayte se hizo guisandera también por el mismo motivo. “Digamos que fue por amor”, zanja con una carcajada. “Yo iba a estudiar para economista, pero me quedé en El Crucero. Y tan feliz y satisfecha”.

En este pueblo estaba el negocio de sus suegros, Manolín y Adina, hijo él de Lula y Álvaro, los fundadores. Manolín y Adina tuvieron a Álvaro, quien cortejó con Mayte y logró atraerla al restaurante familiar, donde ella aprendió entre fogones de su suegra y de su propia madre. Y ahora, para que la saga continúe, transmite su conocimiento a su hija Blanca, guisandera como ella –ingresó en el Club de Asturias de forma directa, por ser hija y nieta de socias– y también una convencida del kilómetro cero.

Poco aprendizaje necesita a estas alturas ya Blanca, que tiene estilo propio y ha hecho aterrizar en El Crucero su frescura en la cocina a través de The Lula 212, la propuesta desenfadada de los fines de semana de la casi centenaria casa de comidas. Surgió esta especie de gastrobar en el confinamiento, al encontrar por casualidad almacenadas bolsas antiguas de Casa Lula con el número 212 impreso junto al sello del establecimiento. “Es otro tipo de cocina, más moderna, en vanguardia y tiene éxito también”, celebra Mayte. Figuran en su carta, por ejemplo, un bocata de calamares negro o ricas y originales hamburguesas. Por supuesto, con carne de Carnicería Ibias, como no podía ser de otra manera. “Nosotros usamos también mucho producto de casa. Eso es una constante”, añade la cocinera.

Llega la hora de comer. A la espera de que se sume el carnicero, el resto se instala en la mesa. Todo bajo la atenta mirada del patriarca, Manolín, viudo de la añorada Adina, padre de Álvaro, suegro de Mayte y abuelo de Blanca. Es Manolín el primer vecino que nació en El Crucero. En diciembre cumplirá 97 años. A las puertas del local se sienta a diario a observar quién entra y sale, vigilante de lo que acontece en Casa Lula, donde la cercanía no es solo marca del producto, sino también de sus moradores.

Los básicos de la cocinera

En Casa Lula tienen una despensa llena de producto muy cercano, casero: crían gochos y hacen matanza. En cuestión de carne también refuerzan provisiones con Carnicería Ibias, de Tineo. No falta buen embutido casero, ni el de La Aldea, Arango y San Roque, todas marcas de la zona. De la rula de Gijón y de la gallega de Celeiro entra el pescado. El pan es de la tinetense San Antonio. Aitor Vega se ocupa de la oferta de quesos, mientras que Central Lechera Asturiana cubre el apartado de los lácteos. Hay vino de Cangas, una DOP que cada vez se pide más, constata Mayte Álvarez, sobre todo a cuenta de los visitantes de fuera. Y, por supuesto, no falta la sidra asturiana, de Trabanco y La Llarada, un histórico lagar en Tineo, de los pocos que hay en el Occidente.