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Música para un maestro venerado

Una pléyade de artistas, con Víctor Manuel y Paco Ibáñez al frente, rinde en Oviedo un memorable homenaje a Joaquín Díaz

Joaquín Díaz, en el Filarmónica, instantes antes del inicio del concierto. | FERNANDO RODRÍGUEZ

En el ecuador del concierto-homenaje a Joaquín Díaz, en un teatro Filarmónica a reventar, Víctor Manuel salió al escenario. Cantó, primero, “Soy un corazón tendido al sol”, con su hijo, David San José, al piano. El de Mieres, valor seguro, llenó el teatro de aplausos, justo antes de sentar cátedra con un pequeño parlamento con el que sintetizó el sentir de todos los músicos que ayer, en la víspera de su 75 cumpleaños, se reunieron en Oviedo para celebrar la vida y la obra del pionero del folk español. “No os hacéis a la idea de lo importante que ha sido Joaquín Díaz en la música española, y lo que será para las próximas generaciones”, aseguró Víctor Manuel, “un maestro al que, los que nos dedicamos a esto, veneramos”.

Si había alguna duda de la talla descomunal, como etnógrafo y cantante, de Joaquín Díaz, no había más que ver la constelación de estrellas que su homenaje reunió en Oviedo para disiparlas. Un concierto que se ganó, nota a nota y verso a verso, el calificativo de memorable.

Abrieron fuego Collado y Xuacu Amieva, tirando de tonada, antes de que Chus Pedro –uno de los apoyos fundamentales con los que contó Concha Fernández Pol para organizar el concierto– con Gabriel Antuña al piano, cantase “Chalaneru”. Manolo Peñayos se unió a ellos para “Carretera abaxu va”, y después Anabel Santiago, que interpretó junto a Chus Pedro ese himno oficioso de la Asturias minera que es “En el pozu María Luisa”.

La actuación de Pasión Vega. | Armando Álvarez / Fernando Rodríguez / Franco Torre

Héctor Braga, Xuacu Amieva en solitario y el dúo formado por Silvia Quesada y, al piano, Alfredo González salieron sucesivamente al escenario en esa primera mitad coronada por Víctor Manuel, que tras “Soy un corazón tendido al sol” marcó uno de los momentos álgidos de la tarde noche con “Asturias”. El presidente del Principado, Adrián Barbón –que seguía el concierto desde una discreta cuarta fila acompañado por José Luis Costillas (presidente de la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo) y Berta Piñán (Consejera de Cultura)–, no pudo evitar ponerse en pie en mitad de la ovación, un gesto emulado por la mayor parte del teatro. Víctor Manuel cerró su participación con otro de sus clásicos: “Solo pienso en ti”.

Una pausa, pequeña, y al fondo del escenario, en la pantalla, apareció la Martirio, en un vídeo en el que le daba las gracias a Joaquín Díaz “por ser el reducto donde podemos acudir todos a aprender”.

La actuación de Víctor Manuel. | Armando Álvarez / Fernando Rodríguez / Franco Torre

Germán Díaz, sobrino del maestro y prodigioso intérprete de zanfona, abrió la segunda mitad conquistando al público con su talento y buen humor. Volvería al escenario poco después, para arropar a Lídia Pujol en una emocionante interpretación de “Mi querida España”, ese clásico inconquistable de la añorada Cecilia.

Cuco Pérez, Javier Bergia y Luis Delgado reivindicaron una faceta crucial de Joaquín Díaz, la recuperación de la música sefardí, con la hermosa “La calleja de Matalón”, antes de reunirse sobre las tablas con Laura Muñoz, una de las voces de “Nuestro pequeño mundo”. “Joaquín es la persona más generosa que conozco, nos lo regala absolutamente todo”, señaló Delgado.

Llegó otro vídeo, en este caso de Carlos Núñez, que celebró que el homenaje se celebrase en Asturias, “un lugar clave que en los últimos años está liderando la música celta”. Y después, otro momento culminante: la irrupción de Pasión Vega, con Jacobo de Miguel al piano y cantando “Lejos de Lisboa”. Magnética, hasta el propio Díaz tuvo que salir al escenario, brevemente, a abrazarla.

Paco Ibáñez liderando el “cumpleaños feliz” final a Díaz, que está a su lado en el centro del escenario. | Armando Álvarez / Fernando Rodríguez / Franco Torre

Tras este prodigio solo podía actuar un grande, y ese fue Amancio Prada, trascendente y profundo como un texu hecho carne. Cantó “Tengo en el pecho una jaula” y dejó una descripción para el recuerdo: “Has conseguido, Joaquín, alcanzar y conjugar discreción con excelencia, ese ideal de vida”.

El cierre, que al final no fue el final, estaba encomendado a un héroe olímpico: don Francisco Ibáñez Gorostidi, in arte Paco Ibáñez, un mito recibido como tal, con una brutal ovación, de las mayores de la noche, antes incluso de abrir la boca. Cantó “Palabras para Julia” y, en su equinoccio, se trastabilló, cosa de una silla “emborrachada” que cortó el aliento al respetable. Salió bien del lance y, como los buenos toreros, siguió la faena donde la había dejado. Antes, del público salió un grito: “¡Te queremos!”. “Muy bien, eso es una buena idea”, replicó el maestro. Y siguió con los versos de José Agustín Goytisolo, y el público cerró la canción con él, recitando esos versos como una plegaria: “Pero tú siempre acuérdate / de lo que un día yo escribí / pensando en ti, pensando en ti, / como ahora pienso...”.

Joaquín Díaz, con Adrián Barbón. | Armando Álvarez / Fernando Rodríguez / Franco Torre

Acabado el concierto, Joaquín Díaz salió al escenario, arropado por todos sus amigos, por todos los artistas que le rendían tributo, para que Paco Ibáñez liderase un vibrante “cumpleaños feliz”. “Es un día emocionantísimo, y no solo por la puta silla”, señaló, en referencia humorística al traspiés de Ibáñez. “Estos tíos me han enseñado a vivir, a cantar en algunos casos. El ‘Jinete’ de Paco me parecía el folclore de otro mundo”, señaló, en alusión a la lorquiana “Canción del Jinete” de Ibáñez. “No me olvidaré en la vida, nos reuniremos otra vez a los cien años”, prometió Díaz, que hoy cumple 75. Y luego cantón, nada menos, “Duérmete Fiu del Alma”. Y cerró el concierto, pero tampoco ahí la función.

Porque el público, de forma espontánea, le cantó el cumpleaños feliz más emocionante que vieran esos muros. Y ahí se produjo el milagro, porque el Filarmónica, contra todo pronóstico, no se vino abajo. Aunque cerca estuvo.

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