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El médico Pablo Argüelles “traduce” en siete metáforas las claves de la biología molecular

El ovetense donará a la asociación ELA Principado los beneficios de su libro, dedicado a López Otín: “Descubrí este mundo en una de sus charlas”

Pablo Argüelles, con su libro, frente al Hospital de Cabueñes de Gijón. | Ángel González

Pablo Argüelles (Oviedo, 1984) renunció a ser abogado y, con los 27 años ya cumplidos, se matriculó en Medicina. Y después, hace ahora algo más de diez años, en una conferencia del reputado Carlos López Otín descubrió una disciplina científica que apenas salía en sus libros de texto: la biología molecular. Ahora, residente de quinto año de Cardiología en el Hospital de Cabueñes, el médico acaba de publicar “La biología molecular en 7 metáforas”, el libro que a él le hubiese gustado leer cuando se adentraba en un mundo que, aunque complejo, revela las claves de la vida humana. Lo presentará mañana lunes, a las 18.00 horas, en Oviedo en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

Explica el médico que, hasta el siglo pasado, la biología era una ciencia “meramente descriptiva”. Podía tener intereses prácticos, porque sus conocimientos podían aplicarse en la agricultura y la botánica, pero los avances eran más descriptivos que empíricos en unos años en los que ciencias como la física y la química habían alcanzado ya la mayoría de edad, abrazándose al método científico. “Pocas cosas se necesitaron para llevar el hombre a la Luna y crear la bomba atómica que no se hubiesen descubierto ya en el siglo XIX en esas dos ramas”, asegura el facultativo. “En esa misma época, la biología aún estaba estancada en nociones herbolarias de origen medieval”, concreta. La evolución de esta disciplina dio un giro radical hace relativamente poco, en el siglo pasado. “Tras dos guerras mundiales y el desencanto en parte de la comunidad científica, que vio que sus descubrimientos se habían usado para la bomba atómica, el sector se volcó en la biología. Ese desembarco de recursos y mentes descubrió que la vida, en realidad, era una cuestión molecular”, relata.

La comprobación empírica de la vida no tenía nada que ver con lo místico y podía explicarse en términos moleculares permitió poder empezar a estudiar la biología desde un punto de vista más práctico, y sus avances pronto pudieron trasladarse a la medicina. “El doctor Severo Ochoa lo dijo en su día y la historia le ha dado la razón”, recuerda el ovetense. El libro, de hecho, se encabeza con esta dedicatoria: “A Severo, a Margarita y a Carlos”. Por Severo Ochoa, Margarita Salas y Carlos López Otín. Sus grandes maestros. “Margarita Salas supo ser referente en una época en la que a las mujeres solo se las conocía como ‘la esposa de’. Y Ochoa fue simplemente un pionero en todo esto”, argumenta el médico.

Con López Otín, por su parte, tuvo un trato más cercano y fue, de alguna manera, el precursor de lo que acabó siendo el libro. “Hace más de diez años asistí a una de sus conferencias y descubrí este mundo. Fui a hablar con él y le pedí permiso para ir a sus clases, porque yo estaba haciendo Medicina pero su aula me quedaba a unos cinco minutos de la mía. Gracias a él pude conocer también a Margarita Salas”, cuenta.

Se obsesionó tanto con la biología molecular que empezó a escribir el libro, sin saber aún muy bien para qué, hace cinco años. Poner por escrito la historia de la disciplina le ayudaba por entonces a explicarle a sus padres y sus amigos qué mosca le había picado con el tema. Tiempo después, y a raíz de la historia de Juan Carlos Unzué, el exfutbolista enfermo de ELA, surgió la idea de buscar una asociación regional sobre la enfermedad a quien donar los beneficios. Recién salido de la imprenta, la de mañana en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA será la primera presentación del libro.

A los futuros lectores, Argüelles lanza una recomendación básica: si se adentran en el mundo de la biología por vez primera, es indispensable leer el libro en orden. “El primer capítulo es una introducción básica a los ‘ladrillos’ de la vida, saber de qué estamos hechos, y los siguientes van ganando complejidad. Cada capítulo ahonda en conceptos que se introducen en el anterior, así que el orden es importante. Mi idea era explicar la biología molecular a alguien que jamás se haya acercado a ella. Es la lectura que me hubiese gustado haber tenido en 2011, cuando me acerqué a este mundo”, razona.

Así, estas siete metáforas o capítulos aclaran conceptos como las enzimas, las células, los entresijos del ADN... La obra se cierra con una séptima idea, la más sugerente, titulada “La peligrosa inmortalidad”. Argüelles la explica así: “Hubo un tiempo en el que la vida en la Tierra era inmortal, hace millones de años, cuando el planeta lo habitaban bacterias. La vida no terminaba. La nuestra sí lo hace, y menos mal. La complejidad de la vida humana, con nuestra multiplicación celular, implicó inventar la muerte. Pero, si se vive bien, la mortalidad es un regalo”.

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