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Juan Gomila Artista plástico, expone en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo

“Los artistas se mueren en el estudio, trabajando”

“No me creo lo que dicen de que durante el confinamiento la gente se volcó con la cultura: algunos lo pasaron viendo la tele y comiendo”

Juan Gomila, en la sala de exposiciones de la Universidad. Valentina Ciuca

Hasta el 5 de junio se puede visitar en la sala de exposiciones de la Universidad de Oviedo, en su sede histórica de Oviedo, la última exposición de Juan Gomila (Barcelona, 1942). “Presencias” es obra viva, lo último que ha salido del estudio de un pintor que entiende el arte como una forma de estar en el mundo y que antepone su libertad al mercado.

–¿Qué lugar ocupa “Presencias” en el conjunto de su obra?

–Una parte de las obras que se exponen allí está hecha en estos tres últimos años, otras son un poco anteriores, pero están relacionadas con ellas. Son obras de estos cinco o seis últimos años, no es una retrospectiva. Tengo cosas en el estudio, las cojo, las dejo, luego continúo. Esa es mi forma de trabajar, no cojo un cuadro y lo termino en una semana. En esta exposición, yo seleccioné la obra y yo lo hice todo, me responsabilizo de todo.

–¿Es una obra de continuidad?

–Podemos cambiar la técnica, pero es difícil cambiar nuestra cabeza, así que sí, es una obra de continuidad. Para esta exposición trabajé mucho, quería que estuviera muy bien hecha: expuse en Oviedo como si estuviera exponiendo en Nueva York. Trabajé mucho, con las manos y la cabeza. Me lo tomé muy en serio, como si fuera la primera exposición de mi vida. Acabé trabajando más de lo que yo me suponía. Hay una cosa curiosa, por cierto: hay cuadros en papel y sin cristal, a mí no me gusta el cristal en una exposición, yo personalmente pegué todos los papeles y me ocupé de que no hubiera ni un cristal. Trabajé al máximo, en todo.

–¿Y de qué hablan esas obras?

–Hablan del mundo en el que yo vivo, un mundo en el que hay gente, gente que hace cosas, cosas buenas, malas… A mí es lo que me interesa, lo que vivo, lo que leo en la prensa. Me afecta todo, lo que pasa en Ucrania, en el mundo, lo que nos pasa a todos. Otra cosa es cómo lo hago, cómo hablo de todo ello, con mi forma de hacer, mi estilo...

–¿Planifica mucho sus obras?

–Según trabajo me van saliendo cosas, es todo un proceso. Hay dos tipos de artistas, unos más figurativos y otros más bien abstractos. En el caso no puedo explicarlo y tampoco es necesario explicarlo. Cuando alguien va a ver una exposición tiene que tener una mínima noción de arte, la conexión entre el espectador y la obra es difícil de explicar. No se puede explicar un concierto, lo que oíste es lo que oíste, lo mismo el arte: entra por la vista, y eso me da una libertad muy amplia.

–¿Tiene presente al espectador cuando crea una obra?

–La obra de arte es del creador, el autor no debe estar pensando en el público, eso funciona así en la obra comercial. No pienso en el público, pienso en las personas: si hago una exposición quiero darles una sorpresa, que no sepan qué es lo que van a ver.

–¿Tiene una rutina creativa?

–Lo que hay que hacer es trabajar. Mi rutina es mi forma de vida. Empecé con 14 años y así he seguido: me levanto, hago mis cosas cotidianas… Trabajo donde vivo, cada espacio que hay en mi casa es de trabajo, y así estoy todo el día. Me acuesto hacia las tres de la madrugada, trabajo por la noche, porque me va bien, y lo hice siempre así. He de decir que estoy muy bien mentalmente para trabajar.

–Ahora en Gijón.

–Hará cuatro años que estoy en Gijón. Nací en Barcelona, llegué a Gijón con mi familia, estudié en la Escuela de Comercio, hice la mili y desde aquí me fui corriendo a Madrid, de ahí a Londres... Ahora me he venido aquí por tener un poco más de tranquilidad, y no tengo, hago la misma vida que en Madrid, trabajando siempre. Una cosa de locos. Para nosotros es así, todos los artistas que he conocido murieron trabajando. Barjola, al que yo conocí personalmente, murió en su casa con 84 años, porque se cayó cuando cogía un cuadro, de un golpe tremendo. Los artistas se mueren en el estudio, trabajando. Tener que dejar esto sería una putada, hablo de tener que dejarlo por una razón médica. Sigo teniendo la misma vida que en Madrid, que estaba todo el día en el estudio, y aquí lo mismo.

–¿Hubiera podido hacer todo lo que ha hecho sin emigrar a Madrid?

–Imposible, imposible hacerlo desde cualquier pequeña ciudad, desde Gijón o desde Segovia. Con 19 o 20 años eres el rey del mundo. Aquí conocía artistas, sabía lo que había y lo que quería, y yo quería ser un gran artista. Picasso empezó en Málaga y luego salió de allí corriendo y se fue a París, si se hubiera quedado en Málaga no hubiera hecho lo mismo, esa creatividad te la dan esos sitios, tan ricos. Madrid está más flojo estos últimos años, bajó.

–Vivió la gran explosión creativa en el Madrid de los 80.

–Viví esa época buena, la de los 80, sí. Pintaba sin parar, representé a España en la Bienal de Alejandría, la de Venecia y en São Paulo. Hubo un momento muy bueno, de gente muy aficionada al arte que quería ver y quería comprar, pero poco a poco eso fue bajando. En España hubo varias crisis económicas sucesivas y eso influye en el arte: subió, bajo y ahora estamos como estamos, con la guerra en Ucrania, matando a la gente, y eso influye, a mí me hace daño. Es una situación terrorífica.

–Dicen que en los momentos de crisis florece la creatividad.

–La creatividad sale si hay artistas, los artistas salen con crisis o sin crisis. Crisis como la de ahora no ayudan al arte, a la cultura, al contrario. No me creo mucho lo que dicen de que durante el confinamiento la gente se volcó con la cultura. Cuando estuvimos encerrados la gente estaba viendo la televisión todo el día. No me creo que la gente haya leído más, o que haya mirado museos por internet, no me lo creo, para eso no hace falta una pandemia. Hay gente que pasó la pandemia viendo la televisión y comiendo.

–Los museos han recuperado rápido el flujo de visitantes y algunos, como el Prado, cada vez reciben más público joven, dicen.

–En Madrid hay mucho turismo y el turismo va mucho a los museos. La cultura es otro tema, lo que hago yo, lo que hacen los artistas. Tenía que ser el Gobierno regional, el de la ciudad, el que hiciera publicidad de los eventos culturales. Pasé por el Piñole hace poco, había una exposición y ni te enteras... La cultura depende de los gobernantes, tendrían que aplicarse más, publicitarlo más y hacer más, y no lo hacen. ¿La exposición que tengo en Oviedo? La gente no se entera, y en el Barjola lo mismo, cuando voy estoy solo viendo la exposición. Lo tienen que promocionar y la publicidad es barata. El Prado es muy famoso, ahí no hace falta que el Gobierno haga publicidad. La gente va al fútbol porque sale en la televisión, en los periódicos. Los políticos no son adictos a la cultura, en general; al fútbol, a los toros, sí, pero a la cultura... No es nada nuevo, pero ahora está más acentuado. Los políticos van a lo suyo, sean de donde sean.

–¿No se arrepiente de no haberse establecido en Londres o en Nueva York?

–En Londres estuve dos años, pensé en volver, pero luego me salieron cosas aquí. Luego estuve en Nueva York: decías que eras artistas y te trataban de una manera increíble. Estuve un par de meses, vine a España y empezaron a salirme cosas, empecé a trabajar como un loco y pensaba: “Ya volveré”, y volvía, pero tenía cosas que hacer aquí. Tuve una exposición en México, en París, que también me gustaba mucho y podría haberme quedado, pero me salían cosas aquí... Era un momento bueno en España y lo aproveché.

–¿Cumplió su sueño de ser un gran artista?

–Hice todo lo que se podía hacer, quizá los últimos años me relajé y dejé pasar el tiempo. El tiempo pasa volando, pero más que lo que hice era difícil hacer. Para vender mucho tienes que hacer un tipo de obra, más o menos comercial, y yo nunca tuve esa voluntad, yo quería hacer la obra que yo quería. Lo hice y estuvo bien.

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