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La vida que se dibujó Nicanor Piñole y que asombra a Hugo Fontela

El pintor rescata la amplia colección de autorretratos del artista: “Resumen magistralmente su obra, pero están aún por revisar”

Lucía Peláez y Hugo Fontela, ayer, en el Museo Nicanor Piñole. | Ángel González

Siendo aún menor de edad, el pintor Nicanor Piñole se autorretrató en un lienzo por primera vez. Todavía no se había formado en Madrid ni acabado de pulir su técnica en Roma, pero con aquellos primeros brochazos ya se intuían dos cosas: su dominio del color y la luz y aquella mirada tímida que se dibujó casi siempre a sí mismo y que motivaría que la amplísima colección de autorretratos, que se cuentan por cientos, hubiese pasado casi desapercibida para el gran público hasta el tramo final de su vida. Los ocultaba, ya fuese por vergüenza o porque creía que el resto de su obra era mejor, pero para el pintor Hugo Fontela –que con esta temática cerró ayer en el museo gijonés de Piñole el ciclo de ponencias “La colección al detalle, obra artística y reflejo social”– resumen “magistralmente” tanto su evolución como artista como su percepción personal. “Usó su rostro como campo de maniobras, y eso está aún por revisar”, aseguró el asturiano, presentado ayer por Lucía Peláez, responsable del museo.

Piñole comentó en vida que solía autorretratarse un poco por aburrimiento y en épocas de ausencia de encargos, pero Fontela cree que sus motivos eran más profundos y que con estos ensayos fue perfilando su forma de retratar después a otros. Más allá de la evolución pictórica, para Fontela es también reseñable que con esta colección –que se mostró ayer en parte en diapositivas– Piñole acabó por pintar su vida. Se dibujó con el rostro aún aniñado y el pelo revuelto, juvenil, y se pintó después con un bigote a la mexicana –una moda que mantuvo bastantes años–, y también mirando de frente, muy elegante y muy firme, con una expresión que, para quienes no le conociesen, podría aparentar altanería. Y se pintó con media cabeza vendada por un pintor de muelas, con la arruga en la frente que le nació tras décadas de tanto arrugar el ceño, y con la barba descuidada y la mirada perdida que le dejaron la Guerra Civil y la posguerra. “Tenemos muchos Piñoles”, valoró el pintor.

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