Kawthar coge el micrófono y no le tiembla la voz: "Muchísimas gracias a todos y todas por todo el trabajo que habéis hecho con nosotros. El día 17 de junio me gradúo, cogeré la rama científica y me gustaría poder estudiar Medicina". Tiene 15 años y estudia en Alaquàs (Valencia), en el IES Doctor Faustí Barberá desde que hace 22 meses abandonara el campo de refugiados donde vivía en Líbano por la guerra que sacudía su país. En un encuentro el año pasado, ella misma ha reconocido que necesitó un papel para hacer su intervención "y no fallar en la pronunciación de las palabras", pero en este segundo encuentro va completamente sola. Su familia, entre el público, ve cómo Kawthar se explaya en agradecimientos y en anécdotas familiares, como que su padre está ya trabajando pero se le ha atragantado un poco el carnet de conducir: "Debería poder sacarse también en árabe", bromea.

Las declaraciones de Kawthar Sheikh Younis están en sintonía con las experiencias que han vivido el resto de familias integradas en el programa Agermanament Comunitari Valencià, un proyecto piloto impulsado por el Ministerio de Inclusión y Migraciones, ACNUR y desde hace dos años el Consell, donde han adherido también a Cáritas y a los Jesuitas. Se trata de acoger a personas refugiadas de conflictos bélicos de una forma acompañada desde el primer día en el que comienzan una nueva vida. La frialdad de dejar una vida atrás se hace menos dura, o así se pretende, con este programa integrado por voluntarios que ayudan a las familias a conocer su nuevo barrio, enseñarles el idioma, ayudarles en los trámites administrativos pero también a lidiar con los bancos, o con los comercios o incluso a conocer los alimentos que van a encontrar en su nuevo país.

En València se instaló la familia Zein, mientras que a Cocentaina llegaron Jamil y Raghda Mohamad, padre y madre de tres hijos que a juzgar por su experiencia, se han adaptado a la perfección a este municipio. Jamil en menos de un año trabajaba ya en la construcción, a través de una de las voluntarias de Cáritas que estaba empleada en una empresa donde buscaban a gente. Raghda ha compartido sesiones de cocina con una vecina que le ha enseñado la gastronomía valenciana a cambio de que la siria le enseñara sus trucos culinarios. Son una familia que ha invitado a cenar ya "a casi medio pueblo", según explica Ana, la responsable de Cáritas que les ha guiado en su instalación.

Además, durante este tiempo Jamil y Raghda han estado cultivan un huerto cedido por un vecino de Cocentaina. Ellos tenían una explotación agraria en Siria y la organización municipal consideró que debían poder dedicarse, aunque fuera levemente, a lo mismo que hacían allí. Los huertos municipales se asignan a aquellos que llevan como mínimo un año empadronados en el municipio por lo que las ayudantes de Cáritas tuvieron que recurrir a la solidaridad del vecindario, y funcionó.

Con el castellano recurrieron a la enseñanza de la Escuela de Adultos. Según explica Ana, "lo tenían difícil, porque no tenían apenas formación en Siria, así que el esfuerzo ha sido el doble". Las relaciones personales no solo las han tenido con los residentes, sino que los Mohamad y los Sheikh Younis, que se conocieron a través de este programa, han disfrutado ya de dos vacaciones en la Comunitat Valenciana juntos. Todos ellos tienen ya independencia económica gracias a los trabajos que han logrado, por lo que poco a poco van independizándose de la estructura que gobierno y asociaciones habían preparado para ellos.

Inmersión cultural

En el encuentro de esta mañana se ha evaluado el desarrollo de estos casi dos años con las familias incluidas, donde han contado su experiencia y su avance desde que llegaron en 2020 por intermediación del Ministerio. Además de València, Alaquàs y Cocentaina, también Almassora ha integrado a la perfección a su familia, que ha participado hasta en las fiestas patronales del municipio.

Sin embargo, el camino no ha sido tan fácil para todos. Arantza, de Cáritas Alicante, explica que la familia radicada en Calp ha preferido no asistir a este encuentro. Considera que los objeivos del programa no se han conseguido y es que no se puede perder de vista el duro y largo camino que la integración en otro país tan diferente supone: "Aunque no hayan venido, quiero que les tengamos aquí presentes, porque no siempre es fácil gestionar la comparación con otros casos", ha explicado Arantza, quien ha agradecido el trabajo incesante de todo el equipo con esta familia a la que continuarán acompañando.

Se trata de un «acompañamiento empático» y según explica el director general de Igualdad en la Diversidad, José de Lamo, hoy se ha puesto sobre la mesa cómo se ha desarrollado con el objetivo de poder ampliarlo a muchas más personas refugiadas. Por ahora, este programa solo funciona en Euskadi, Navarra y ahora la Comunitat Valenciana, aunque Cataluña ya ha mostrado su interés en formar parte. Con la sesión de hoy se cierra el programa piloto y ahora toca que el ministerio evalúe cómo ha funcionado