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Una tormenta lírica en el teatro Campoamor

Carlos Álvarez, Rocío Ignacio, Jorge de León y la Oviedo Filarmonía, con Óliver Díaz a la batuta, deleitan al público con los clásicos de la zarzuela

Natalia Bezrodnaia, al final del concierto. | IRMA COLLÍN

Si la tarde del viernes algunos barrios de Oviedo se vieron anegados por los aguaceros tormentosos típicos de estas fechas, anoche fue el teatro Campoamor el que se vio inundado por una borrasca, en esta ocasión, en forma de gala lírica: Carlos Álvarez, Rocío Ignacio y Jorge de León, descargaron, durante algo más de una hora, un torrente musical de altísimo nivel en la Gala Lírica patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA.

Una tormenta lírica en el teatro Campoamor

En efecto, si hace exactamente una semana se clausuraba el ciclo “Conciertos del Auditorio” con una primera gala protagonizada por Emily D’Angelo, Olga Kulchynska y la Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), esta vez la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo (FMC) volvió a poner toda la carne en el asador (en la penúltima cita de zarzuela de la temporada) para delirio de los melómanos ovetenses en un teatro Campoamor que registró una buena entrada.

Una tormenta lírica en el teatro Campoamor

Bajo la atenta mirada del alcalde, Alfredo Canteli, la primera mitad de la gala lírica se desarrolló con un excelente nivel por parte de los intérpretes y un público especialmente respetuoso y entregado a estos titanes líricos. La pieza que cosechó más aplausos en este primer acto fue sin duda el célebre “No puede ser” (de la zarzuela “La tabernera del puerto”, de Pablo Sorozábal) en la voz del tenor Jorge de León. El canario exhibió toda su plenitud vocal y llenó con su color cada rincón del teatro en una romanza con un poderío sobresaliente y una expresividad apabullante.

Una tormenta lírica en el teatro Campoamor

El inicio de la segunda parte vendría marcado por un pequeño incidente sufrido por Carlos Álvarez. Cuando el barítono malagueño se disponía a ejecutar “Luche la fe por el triunfo”, de “Luisa Fernanda” una pequeña flema provocó una ligera ronquera y propició que el malagueño, ante los aplausos de un respetable conocedor de la situación, volviera a empezar la romanza. Este hecho, aportó si cabe una mayor entrega del público en cada participación (desde entonces) del carismático Álvarez que, algo incómodo pero sin apuros, solventó el resto de la gala con profesionalidad y elegancia, regalando incluso el “Qué me importa ser judío” (de “El niño judío”), a modo de propina.

Sus compañeros de faena, dos de las voces españolas más destacadas del panorama actual, brillaron con luz propia en “Vaya una tarde bonita” (de “El gato montés”), una pieza que bisarían al final de la velada musical enmarcada dentro del XXIX Festival de Teatro Lírico Español. Rocío Ignacio exhibió un volumen poderoso, con vibrato, ajustándose perfectamente a cada fraseo. Por su parte, De León mostró que puede combinar toda su potencia y la belleza de su timbre con unos matices atractivos.

Los tres protagonistas estuvieron acompañados por otra gran triunfadora: la orquesta Oviedo Filarmonía. Muy segura en todo momento, se mostró especialmente maleable en manos de Óliver Díaz. El ovetense, gran conocedor de este repertorio, supo aportar con inteligencia unas dinámicas y unos rubatos a los que la OFIL se plegó con disciplina, arropando a los intérpretes líricos en cada compás.

Al final de la gala, el propio Díaz tomó la palabra para tributar una merecida despedida (ramo de flores incluido) a Natalia Bezrodnaia (violín segundo) que se retira de la agrupación ovetense.

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