La vida está muy lejos de normalizarse en la “isla bonita”. Lo relatan los asturianos que tratan de recuperarse en La Palma y que se encuentran, como el avilesino Pablo Jiménez García, que lo ha perdido absolutamente todo. La lava se tragó su casa y ahora vive de alquiler. “Las ayudas del Estado no nos llegan. Las pedimos y nos las deniegan. Sí que nos llegan las donaciones privadas”, explican él y su mujer, Beatriz. Otro asturiano en La Palma, el gijonés Fran Aguiloche –que trabaja como técnico de Cáritas, aunque también es DJ–, que fue desalojado hasta en dos ocasiones, primero de su casa en Puerto Naos, de la que tuvo que salir con lo que cabía en dos maletas, y luego de la casa parroquial de La Laguna. Este joven de 28 años sigue con su vida en suspenso por culpa del volcán. “Todavía no he podido regresar a mi casa y no sé cuándo podré hacerlo. La última vez que me dejaron entrar fue el 19 de abril, media hora, y no pude comprobar siquiera si había grietas. Hay altos niveles de dióxido de carbono (CO2)”, explica.

Son solo dos rostros de las necesidades que persisten en La Palma, que requiere del apoyo de todos para olvidar la catástrofe que supuso la erupción en Cumbre Vieja. Con el objetivo de recaudar fondos para ayudar a vecinos de la isla en esta situación, Prensa Ibérica, editora de este periódico, y Endesa Music Lover han organizado dos conciertos benéficos del grupo asturcanario “El Sueño de Morfeo”, que se celebrarán los días 17 y 18 de junio en el Teatro de La Laboral de Gijón y en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, respectivamente. Las entradas, a 43 euros, ya están a la venta en ciudaddelacultura.com y entradas.oviedo.es.

Toda ayuda es bienvenida en la isla. Pablo Jiménez y su mujer tienen que pagar 580 euros de alquiler. “Está disparado todo de precio. Nos acaban de notificar que nos conceden una ayuda del Cabildo, cuatro meses de alquiler, pero no pagan el cien por cien, solo seis euros por metro cuadrado, con un máximo de 594 euros. Nosotros casi teníamos pagada la hipoteca, y suponía ya muy poco al mes, y ahora nos hemos quedado sin nada”, asegura.

Suben los precios, “pero no los sueldos”, remarca Beatriz. “Las ayudas, aparte de prometer, no han llegado. Han cumplido muy poquito. Las están usando para reconstruir las carreteras y para parches, por ejemplo, para poner miradores. Hay lugares que siguen muy calientes, con temperaturas de hasta 400 grados a solo treinta centímetros de profundidad”, añade este matrimonio. No han querido de marcharse de El Paso, el lugar donde estaba su casa. “Es el único alcalde que se está portando bien”, aseguran.

Francisco Aguiloche, con el volcán detrás, en La Laguna, cuando aún no había finalizado la erupción. | LNE

Hay una plataforma de afectados, “Revivir el Valle”, en la que están implicados. Anímicamente, están destrozados por su pérdida, pero el silencio de las autoridades agrava ese sentimiento. “Hablan de ayudas y parece que estamos todos ricos aquí. La inmensa mayoría no ha recibido nada”, dicen.

Pedro Tamés, presidente del Centro Asturiano de La Palma, se muestra comprensivo con las quejas. “Contentar a todos es difícil. Están llegando ayudas, lo que no quiere decir que esté llegando todo lo prometido”, señala Tamés. También explica que, aunque se están abriendo carreteras, hay localidades, como La Bombilla o Puerto Naos, donde no hay ceniza, pero a las que no se puede entrar por la emisión de gases, que podrían ser mortales.

A esa imposibilidad de llegar a su casa lo llama Fran Aguiloche “otro tipo de volcán”. Piensa que “el drama terminará para Puerto Naos y se podrá regresar, pero no para La Bombilla, que está por debajo del nivel del mar y el gas sale como su fuera una bombona”. Entre las dos localidades puede haber unas 1.500 personas desalojadas. En cuanto a las ayudas, también coincide en que la entrega de donaciones sí se está notando, como las ayudas del Cabildo. “Estamos pendientes de las ayudas del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane. Yo rechacé las ayudas de ropa y alimento”, dice.

Aguiloche aún tiene esperanza. Pablo Jiménez tiene que conformarse con llegar al final de la carretera y observar la negra masa de lava seca en el lugar donde una vez estuvo su casa: “Da mucha pena”.