La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Violencia machista

La lucha que frenó las ablaciones, un ariete contra las bodas forzosas

El intento por evitar otro matrimonio ilegal en un pueblo de Girona activa a la oenegé Legki Yakaru, que suma 20 años de experiencia combatiendo la lacra de las mutilaciones del clítoris

Dialla Diarra, presidenta de la asociación Legki Yakaru, el pasado lunes en Banyoles. David Aparicio

Una chica del África subsahariana, de 18 años, residente en un pueblo de Pla de l'Estany, lleva cinco días encerrada en casa tras negarse a la boda que le impone su familia. Desde el cautiverio a duras penas pudo usar un móvil para pedir auxilio. ¿Cómo protegerla? La asociación Legki Yakaru, que hace más de 20 años lucha contra la mutilación genital femenina, le está buscando un lugar seguro para alejarla de sus progenitores.

Esta entidad de africanas mantiene su cruzada contra los matrimonios forzosos, una lacra aún invisible en Cataluña. Policía, pediatras y asociaciones insisten en la necesidad de invertir en proyectos de mediación cultural: hablar del tema, formar a los migrantes y dar a conocer los derechos a las mujeres. Porque la cifra oculta, los casos que no se conocen, es abrumadora. Un ejemplo, las dos hermanas paquistanís de Terrassa asesinadas hace menos de un mes a las que nadie pudo ayudar.

Lunes de tensión, romper con todo

El lunes 13 de junio estaba prevista una reunión en un pueblo del Pla de l'Estany para apaciguar los ánimos de la familia que quería imponer la boda a esta joven. La voz de alarma la dio un compañero de la escuela de adultos, que fue directo al local de la oenegé. El plan era hablar con los padres y la chica. Aplicar la mediación intercultural, aplastar estigmas, tabúes, empoderar a la joven y convencer a sus padres de que hay que romper con una tradición que tiene más de machista que de cultura. Los padres no acudieron y tampoco la chica: lleva desde el jueves encerrada. Los trabajadores sociales, junto con las entidades, planean poner fecha a una huida precipitada de la joven. Buscarle un lugar seguro y un acompañamiento psicológico y laboral. Es la solución más dramática, romper con todo. No queda otra.

Lo explicaba a la salida de la reunión Dialla Dialle, presidenta de la asociación Legki Yakaru (Mujer de Hoy) en Banyoles. Esta maliense de 43 años llegó a Catalunya con 15, embarazada de su primer bebé. Era analfabeta, se casó con 13 años y a las pocas semanas de vida le mutilaron los genitales. Igual que a su madre, su abuela y todas sus antepasadas. "En la mutilación, como los matrimonios forzados, de entrada piensas que es lo mejor para ti. Hasta que te das cuenta de que vienes de un país patriarcal, que las vidas de las niñas no dependen de ellas sino de sus maridos, de sus padres, de sus hermanos... y que tenemos derecho a elegir", dice Dialla.

Mutiladas del placer

Cuando ella llegó a Banyoles, en 1993, había mujeres que practicaban la mutilación genital femenina en las comarcas de Girona. En 1989 y 1990 se detectaron los primeros casos en Mataró y el hospital Josep Trueta de Girona. "Cuando nació mi hija, quería que le practicaran la ablación", sigue Dialla, hoy activista incansable. A través de amigas, parientes y conocidas descubrió que había mujeres que mantenían los genitales intactos. Se dio cuenta de los riesgos de infecciones, dolor, hemorragias y la pérdida del placer sexual que conllevaba la mutilación. Y decidió, con otras compañeras, luchar contra esta práctica ancestral creando una asociación siempre abierta para la comunidad migrante.

Con la ayuda de estas mujeres, y la implicación de los pediatras a inicios de los años 90, Cataluña, especialmente las comarcas de Girona, se convirtieron en las primeras zonas del estado en detectar casos de niñas mutiladas. "Lo primero fue romper la barrera de la vergüenza de las madres y las mujeres de la comunidad subsahariana. Informarles de lo que les han hecho, qué es, qué puedan preguntar... y se dieron cuenta de que era muy grave. Tienes que pensar que antes de saber lo que es la mutilación muchas de estas mujeres se sentían orgullosas", comenta Dialle.

El ejemplo de esa reivindicación tratan de aplicarlo hoy con los matrimonios forzados y la poligamia. El problema, que no es tan fácil de detectar (no se ve con una exploración) y son muchos más países donde está normalizado ( no solo africanos, también de Latinoamérica y Asia). Las posibles víctimas son muchísimas más. Pero las cifras de los Mossos van en dirección opuesta. Desde 2008, por cada matrimonio forzoso detectado en Cataluña hay dos más de ablación.

Acción por los derechos

"Cuando los padres comprendieron el grave de afectación físico y emocional de la mutilación, fueron los primeros en erradicar esta práctica", confirma la pediatra Inma Sau. Ahora trabaja en Santa Coloma de Farners, pero a finales de los 90 y principios de los 2000 estuvo en Olot y Banyoles y vio como, a partir de las reagrupaciones familiares de los 90, aumentaba el número de niñas mutiladas o que viajaban a África para practicar este rito. Pidieron las primeras retiradas de pasaporte y dieron las primeras charlas a las mujeres.

"No solo es un tema de machismo, también de racismo. Se mezcla tradición, identidad, colonialismo y derechos de las mujeres. Contra la ablación y los matrimonios forzados debemos acercarnos a estas niñas y a sus familias: que puedan ir a las excursiones, que vayan a la escuela, que puedan hacer deportes... Decirles que tienen los mismos derechos y oportunidades que el resto de niños y niñas", insiste Sau.

"El verdadero problema es que no tenemos recursos para proyectos, para formar y tener mediadores culturales que se acerquen a la realidad de todas las familias. Formar pediatras, ginecólogos, servicios sociales.... ¡Claro las familias tienen miedo a la occidentalización, a que los hijos pierdan la identidad cultural y familiar, por eso es importante trabajar con ellos!", insiste Dialle.

La fundación Wassu, adscrita a la UAB, ha desarrollado metodologías y trabajos en África y Europa para abordar los derechos de las niñas migrantes. "Las retiradas de pasaporte, el abordaje policial, debe ser la última opción: hay que conocer y entrar en todas las comunidades. Y trabajar en los países de origen. Muchas familias mandan sus niñas de vuelta para que las mutilen, las casen... y se evitan la persecución policial aquí", sostiene su directora, Adriana Kaplan. La experta calcula que solo en Cataluña "faltan" 400 niñas huidas" por miedo a que les retiren el pasaporte o les metan en la cárcel.

Bodas a la fuerza

En los últimos años, los Mossos han visto como las cifras de matrimonios forzados siguen estancados, mientras que la mutilación cae en picado. "Las víctimas de matrimonios forzados que nos llegan sufren lesiones, palizas, violencia psicológica... pero son chicas que no aguantan esta sumisión, que se han criado aquí y que se rebelan contra esta imposición", explica Judith Avellaneda, desde la Unidad Central de Atención y Seguimiento a las Víctimas. Algunas terminan acatando por miedo a romper con la familia. Otras, se quedan solas: lo han dejado todo atrás.

El reto es acercarse a todas las víctimas. Madres e hijas. Y concienciar a los hombres y niños. ¿Porqué en Girona se detecta mucho más que en otras zonas? "Porque aquí hace 20 años que empezamos con esto. Y si rascas, las cosas salen. Hemos salvado víctimas y hemos cambiado vidas. Y aún sin fondos lo seguiremos haciendo", zanja Sau.

La muchacha del Pla de l'Estany podrá salvarse. A Arooj y Anisa nadie las escuchó.

Compartir el artículo

stats