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Juan Cruz: “La bondad se puede disimular pero la maldad es evidente”

El escritor presenta en la Feria del Libro de Gijón su última novela y mantiene la pulsión periodística: “Veo un hecho y quiero contarlo”

El periodista y escritor Juan Cruz en el Café Gijón de Madrid. Alba Vigaray

Cuando Juan Cruz (Puerto de la cruz; Tenerife, 1948) dice que se sigue considerando un niño no está haciendo ninguna metáfora. “Cuando tú arrastras la misma enfermedad que cuando eras muchacho, algo de niño sigues teniendo”, afirma. Tampoco ha perdido olfato periodístico. Maestro entre los maestros –ahora adjunto a la presidencia de Prensa Ibérica, grupo editorial al que pertenece este diario– cuenta que el oficio “ha sido y es su vida” y que antes de jugar” ya era periodista; y mucho menos ha perdido su buena mano para la literatura, para escribir novelas. La última es “Mil doscientos pasos” (Alfaguara) este mismo año y que viene a presentar mañana en la Feria del Libro de Gijón, a partir de las 20.30 horas.

Reflexiona en las siguientes líneas sobre su infancia, la memoria, el periodismo, la política, la maldad y sobre Asturias. Una Asturias que para él está representada por “Juan Cueto, Ángel González, la librería Cervantes, los buenos lectores, la playa y el restaurante donde cenaron los ‘Rolling Stones’”.

La novela, que aúna ficción y autobiografía, la cuenta un narrador que viene de “un lugar indeterminado y que se queda en un lugar determinado”. Este lugar “es un muro, donde empieza a rememorar las vidas que vivió con otros”.

El primer hecho que recuerda es una agresión que sufrió en ese lugar. “Han pasado ya muchos años desde que sucedió eso. Tanto es así que yo mismo no recuerdo qué chico fue aquel”, explica Cruz. “Tampoco estoy seguro de que él tuviera la culpa, quizás yo le dije algo o simplemente no le gustaba. Ya se sabe que los niños somos seres humanos muy arbitrarios”, añade.

Esto le da pie al autor para hablar de la infancia de hoy, que califica de “doliente”. “Es una infancia que se vive en soledad porque en la casa hay muchos gadgets, los chicos están en la casa viviendo como si fueran adultos porque todo lo que hay en la casa es para adultos”, analiza. “Los chicos ahora no son libres porque llegan como si vinieran de un trabajo. Creo que la infancia ahora dura menos”, reflexiona.

Cruz no cae en el simplismo de decir que antes la infancia era mejor. “Estoy exagerando. Lo que digo es que antes la infancia era más natural, más relacionada con la tierra. Ahora los juegos vienen por el aire, por internet. Los chicos tienen en estos momentos la posibilidad de ser mejores con su inteligencia”, remata.

Hablar con Juan Cruz y no hacerlo de periodismo sería sacrílego. A punto de cumplir 74 años sigue viviendo la vida en forma de columnas de opinión, reportajes y titulares. “Contemplo un hecho y siempre me dan ganas de contarlo”, explica. Esta semana, sin ir más lejos, ha querido pararse a relatar la ausencia del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, en el nombramiento de la escritora Almudena Grandes como Hija Predilecta de la capital. Y habla también del apelmazamiento de la profesión, del por qué los periodistas tienen mala prensa. “Estamos más pendientes de la opinión que de la información. Más pendientes de nosotros mismos que de la gente. El problema del periodismo es el egocentrismo, el ‘periocentrismo’”.

De la política y su importancia Cruz entiende que nadie debería desentenderse. “Hay gente que dice que no le gusta la política como el que dice que no le gusta el fútbol. Pero la política no es un dulce, es un instrumento valioso de discusión sobre la vida”, comenta. Habla además de los políticos. “Son tan imperfectos como la sociedad. Se considera que tiene que ser perfecta como una puerta o un estante y los periodistas nos burlamos de ella como si nosotros fuéramos perfectos”, añade. La charla deriva, por lo que sea, en la maldad. Su reflexión no tiene precio. “La bondad se puede disimular pero la maldad es evidente”. “Por ejemplo, ahora estamos viendo con Vox en la campaña de Andalucía cosas que son pura maldad, como expulsar a los niños no acompañados, a los inmigrantes o a los sindicalistas”, enumera. “Es como el fascismo hitleriano antes de que fuera tan nocivo”, avisa el escritor.

Juan Cruz nació en la otra punta de España, pero quiere a Gijón y quiere a Asturias. La región le trae muy buenos recuerdos. “Cuando era director de Alfaguara le pedí a Miguel Munárriz que fuera una especie de delegado de la editorial. Cada vez que publicábamos un título comprometido o que no sabía cómo iba a funcionar lo llevábamos a Oviedo para saber cómo íbamos de acertados”, relata. “Asturias es un lugar para mí inolvidable, me produce alegría por los recuerdos y melancolía de ser el último sitio en el que vi a un vital y hablador Juan Cueto, al que luego ya despedí en Madrid cuando estaba muy enfermo”, finaliza.

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