Hace varias semanas, cuando la iniciativa de “El Gran Reto Solidario”, lanzada por Prensa Ibérica, editorial de LA NUEVA ESPAÑA, y Endesa Music Lover para reunir en un concierto único a “El Sueño de Morfeo” y recaudar fondos que ayudaran a las damnificados por la erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma era solo un proyecto, los músicos que durante años habían girado con la banda fueron los primeros en subirse al carro. Profesionales como Ricardo Soberado o Israel Sánchez dijeron que sería una pasada volver a tocar con David Feito, Raquel del Rosario y Juan Suárez. No solo por el repertorio y por La Palma. También, y todos lo repitieron, porque “El Sueño de Morfeo” era sinónimo de buen rollo, de buenos tiempos, de los mejores años de su vida. Y tenían razón.

Si algo primó el sábado en el Auditorio Príncipe Felipe, más allá de la música (impecable), de las canciones (todo éxitos) y de la respuesta del público (una ovación tras otra) fue esa fraternidad, esa idea de “gran familia”, de comunión entre músicos y espectadores cimentada durante buena parte de los primeros años de este siglo, entre 2005 y 2013, aproximadamente, y, a la vista de lo que sucedió, perfectamente conservada a pesar de los años.

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“El Sueño de Morfeo” se despide por todo lo alto en Oviedo IRMA COLLÍN

Raquel del Rosario dijo que la familia Morfeo había dado para unas historias de amor que “vaya tela”. Había en el recinto donde la banda asturcanaria ofreció su concierto de reunión, parejas crecidas cuando seguían al trío por la geografía nacional que ahora acudían con sus hijos, fans venidos de Burgos, de Murcia o de Valencia, adolescentes que habían descubierto al grupo entre la música que sus padres les ponían de pequeños, adultos que querían revivir los años de su primera juventud. Y en medio de ellos, celebrando esa reunión singular aplazada desde que los tres protagonistas de la banda empezaron a tomar caminos distintos, un repertorio que parecía hablar a cada uno de ellos: “Nunca volverá”, “Para toda la vida”, “Ojos de cielo”, “Esta soy yo”...

Son canciones, todas las de “El Sueño de Morfeo”, que hablan precisamente de esas sensaciones íntimas y plenas, de fortaleza, de superación, buenos sentimientos y buena energía. Su música también camina por esa senda, con un pop-rock en el que las gotas justas de folk ofrecen un envoltorio de música popular capaz de adaptar las melodías a todos los tamaños y todas las audiencias y en el que los guitarrazos meten una inyección de vitaminas a los estribillos. Raquel del Rosario demostró, además, que sigue en forma y que el escenario no le es nada extraño. Su voz, con ese timbre de fortaleza estilizada, se escuchó plena y feliz de volver a sonar. Solo se echó en falta a Juan Suárez, baja por su enfermedad, pero sus ánimos y el reto a sus compañeros de que cada año o con cierta frecuencia vuelvan a juntar a los chicos y tocar para los suyos abrió la mejor de las expectativas posibles. Que nadie despierte.