Sergio Rochera (Castellón, 1984) se tituló en Humanidades en la Universidad Jaume I y hace tres años presentó su tesis doctoral sobre el programa «La Clave», dirigido y conducido por el periodista asturiano recién fallecido, José Luis Balbín. El título es elocuente: «Aprender a discrepar. ‘La clave’, el debate televisivo y la formación de una cultura política democrática en España (1976-1985)».

¿Por qué una tesis sobre «La clave»?

–Cuando finalicé el máster presenté una tesina sobre un partido de extrema derecha en Valencia, pero empecé a perder el interés y decidí cambiarlo. A mi director, Vicent Sanz, le dije que me interesaban más los medios de comunicación. Estuvimos hablando sobre televisión y programas, y salió «La clave». Mi director se dio cuenta de que era muy extraño que no se hubiese hecho ningún trabajo sobre el programa cuando era considerado uno de los mejores programas de la historia de TVE. Y así empezó todo.

–¿Llegó a conocer a Balbín?

Estuve dos o tres años recopilando toda su información biográfica y cuando lo tenía todo decidí llamarle. Fui lo suficientemente convincente porque me invitó a su casa. En ese momento, tras hacer un Máster de historia Contemporánea me había ido a trabajar a Francia (era la crisis de 2008); trabajaba por las mañanas en la Universidad de Estrasburgo y por las tardes me dedicaba a la tesis. Así que cogí un avión desde Francia y allí me presenté. Le conocí el 23 de octubre de 2013 en Majadahonda. Fui con todo el material y creo que en un principio se asustó porque tenía su acta de nacimiento, su pasaporte, cartas, tenía documentos que él nunca había visto. A mí me sorprendió la calidad humana tanto de José Luis Balbín como de su mujer, Julia Mesonero. A Julia le agradeceré toda mi vida su ayuda. Fuimos a comer –recuerdo cada detalle– y estuvimos hablando. Más tarde le invité a Estrasburgo. Pensaba que me diría que no (ya tenía una cierta edad y algún problema en la rodilla), pero nada más lejos de la realidad. Me dijo que sí, y en 2014 le pude entrevistar en la Universidad de Estrasburgo. Cuando meses más tarde tuvo un ictus, cogí un avión y me presenté en el hospital. Me queda el recuerdo de una persona muy abierta, amable, y muy buena persona.

Se documentó exhaustivamente y, supongo, se vio cada programa de «La clave». ¿No?

Durante tres años, mientras estudiaba en Estrasburgo, los meses de junio, julio y agosto me los pasaba en una sala de TVE habilitada para documentalistas delante de pequeño monitor pasando programa por programa. Cada día pedía unas 20 cintas VHS, y me pasaba desde las 9.00 hasta las 17.00. Los vi todos. Algunos recuerdo que solo pude ver fragmentos porque se había perdido alguna cinta o había alguna grabación posterior. Hubo programas que tenía muchas ganas de ver, aquellos que había previamente seleccionado, y otros por la polémica creada. Recuerdo los del Opus Dei y la OTAN; este último me parece el mejor. Una joya.

Documentación de José Luis Balbín, incluida en la tesis de Sergio Rochera.

¿En la historia del periodismo qué hay que reconocerle a Balbín?

–Que fue un maestro. Ha obtenido muchos premios, y aun así, muchos desconocen su figura. A José Luis Balbín hay que reconocerle que fue quién articuló el debate televisivo durante la Transición española. La destacada figura del experto, la entrada del pluralismo en televisión, o las temáticas abordadas fueron gracias a él. A su convencimiento de que eran temas que la población –que no la política– quería abordar. Temas como el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el divorcio, las drogas, la pena de muerte… pudieron abordarse gracias a su programa. Y lo hizo adelantándose a la legislación vigente en España.

–¿Fue «La clav una estrategia deliberada del poder político, o un gran proyecto periodístico?

–Esa fue precisamente mi primera hipótesis. «La clave» como un instrumento del Estado para favorecer la instauración de la democracia en España y que, por tanto, trataba de servir de canal de orientación de cara a las transformaciones que necesitaba la sociedad española. Tuve que descartarla porque era justo lo contrario. Era mucho más independiente de lo que yo creía y tuve que reformular la hipótesis.

–¿Encontró zonas grises?

–Sí. Hubo temas que no pudo abordar. Los temas militares eran muy complicados. Aunque fueron muy pocos, hubo temas como la Unión Militar Democrática (UMD), la figura de Juan Carlos, el caso Xavier Vinader o la prostitución, que bien por censura externa como autocensura, nunca abordó.

–¿«La clave» fue el proyecto justo en el momento idóneo, o el mérito es de Balbín?

–El mérito es sin duda de José Luis Balbín. No se puede entender sin él. En relación al momento idóneo, fíjese que al cabo de 12 programas se produjo la primera suspensión del programa. Balbín se adelantó a los propios reformistas del régimen. Tal vez por su trayectoria en el extranjero, tal vez por su personalidad. Pero gobierno que estaba, gobierno que tenía problemas con «La clave».

–Dicen que «fue el programa idóneo para poner en escena la democracia”. ¿Añadiría que también sirvió para presentar en España a los actores de esa película que se empezaba a rodar?

–Al principio era «La clave» quien elegía a los políticos que estarían en el debate, lo que provocaba que recibiese constantes críticas de por qué has invitado a ese y no al otro. Así que decidió darle la vuelta. Se invitaba al partido, y era el partido quien decidía quién sería su representante. De ahí que desfilara todo el que tenía algo que decir. Pero en el resto de los casos se invitaba en función de sus méritos, personalidad, disponibilidad. Y sí, totalmente de acuerdo. Sin duda, fue un programa que sirvió también para presentar los rostros de los principales actores sociales en el proceso de transición en España.

Un programa de «La clave» con líderes políticos

–Llega a decir en su tesis que la figura de Balbín, asociada al diálogo y a la libertad de expresión, es unánimemente reconocido. ¿Siempre fue así?

–No siempre fue así. Durante la Transición tuvo siempre problemas con el partido que gobernaba en esos momentos. Tal es así, que una entrevista en 2010 en LA NUEVA ESPAÑA dijo que tras lo ocurrido en el Palace (la última emisión) «para el PSOE fue un traidor y para la derecha, un rojo».

–Define a Balbín como carismático y un hombre que supo tejer buenas redes sociales. ¿Quién ayudó más a Balbín?

–Lo que quería decir es que no se han estudiado bien esas redes de sociabilidad. En su estancia en Madrid, por distintos colegios mayores mientras estudiaba, se rodeó de figuras que tendrían especial importancia durante la Transición: Sabino Fernández Campo, Torcuato Fernández-Miranda, Rodolfo Martín Villa…, y también en Televisión Española: Fernando Castedo, Jesús Sancho Rof, Miguel Ángel Toledano…. Redes de sociabilidad que permiten entender no solo su trayectoria, también la conformación de ciertos grupos durante la Transición española. Añadiría es que fue una persona afable, inteligente y estratega, que sabía bien quién estaba por interés y quién no.

–Haber vivido en Alemania y París en esos años 70 fue determinante, ¿verdad?

–Su etapa de corresponsal fue determinante, tanto en Alemania como en Francia, ya que sin duda, su paso por Europa intensificaría su evolución ideológica a través de la circulación de libros, personalidades, programas de televisión e ideas inaccesibles fuera de la protección de la dictadura. Viajar te proporciona otros puntos de vista, otras formas de hacer o entender la vida. Creo que supo ver que España no era el centro del mundo.

–Los debates de «La clave» influían y generaban agenda política, dice su tesis. ¿Hasta qué punto?

–Hasta el punto que un debate generaba que se cambiaran las leyes. Solo la primera emisión, «El juego» (en un momento que era ilegal en España) logró cambiar la legislación de los juegos de azar en España. Precisamente, dos meses después de la emisión, en marzo de 1976, el procurador en Cortes invitado por «La clave», Fernando Otazu, presentó en las Cortes una proposición de ley solicitando la modificación de artículos del Código Penal para la despenalización del juego. Sin duda, sin pretenderlo, marcaba la agenda a los políticos. El tema de las drogas, fue el primer programa de toda Europa, en abordar esa temática, sin existir en España ningún centro especializado en drogodependencias. Abordó el divorcio cuando era ilegal, la eutanasia, los homosexuales (en momentos en los que todavía se producían redadas por simples conferencias)… Se adelantaba a la legislación y hacía mover fichas.

–¿Qué temas no pudo tratar La clave?

–En mi trabajo destaqué 10 temas: La Unión Militar Democrática (UMD); la Monarquía y la figura de Juan Carlos; el caso Xavier Vinader; militares republicanos; terrorismo (ETA, FRAP, muerte de Salvador Puig Antich…); las sentencias del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981; el Contubernio de Múnich; madres solteras; la prostitución; y la matanza de Atocha de 1977.

–¿Percibe en algún momento aspiraciones políticas en Balbín?

–No. Sí es verdad que la relación que mantuvo con Rodolfo Martín Villa debería profundizarse, y el tema de la OTAN llegó a politizarse muchísimo. Tanto, que una vez suspendida La clave, José Luis participó en un acto político. Como personalidad independiente, participó en una asamblea para la salida de España de la OTAN. Es el único que recuerdo de toda su trayectoria. Y en relación a Asturias, sé que ha apoyado alguna vez a algún candidato, pero más por la persona que por su ideología. 

–A Felipe González y al debate de la OTAN le quedará el sambenito de haberle dado la puntilla a “La clave”. ¿Es realmente así o las dinámicas de la nueva televisión comercial le habrían dado la puntilla a no tardar?

Fue el único programa de toda la parrilla que se posicionó en contra de la OTAN. En una televisión controlada por el gobierno a través de su director general, no poder controlar un programa que quiere abordar una temática tan sensible como la OTAN solo podía suponer un problema de cara al referéndum de 1986. Era mejor buscar una excusa y suspender definitivamente el programa.

Balbín con su equipo, en una foto de 1986.

En el modelo comercial televisivo actual algo como «La clave» no parece tener hueco.

–«La clave» surgió del modelo fundacional de televisión pública, y dicho modelo entró en crisis en toda Europa, no solo en España. En mi tesis trato de demostrar cómo la audiencia es la que marcará el nuevo modelo a seguir, dando el triunfo al entretenimiento. En el nuevo modelo será la audiencia el concepto legitimador de los intereses televisivos a los que deben responder los nuevos programas. De esta forma, el carácter comercial se fue implantando en el nuevo modelo donde la inmediatez, la disponibilidad de imágenes emocionalmente fuertes, y las historias simples que poco ayudan a la resolución de los conflictos, se fueron imponiendo paulatinamente en una programación, cada vez más interesada en atraer la mayor audiencia posible. No se trata de una crítica ni a los periodistas ni al modelo comercial, pues dicho modelo llevó a nuevos modos narrativos y a otras formas de entender la televisión. Un periodista cuando escribe una noticia no se deja condicionar por el público al que se dirige. Pues, al mismo tiempo, la audiencia no debería condicionar los programas. Pero no es el caso. Un ejemplo, en el modelo fundacional, había programas de música clásica, aunque solo lo viese una minoría. En el modelo comercial, si la audiencia no te acompaña, adiós programa. 

–Si a Balbín le dieran una «clave» más, ¿Qué tema cree que le interesaría?

–Seguramente esta semana hablaría de la OTAN, y entre otros temas habría hecho un programa sobre terrorismo. Hablaría sobre la eutanasia, el negocio de las eléctricas etcétera. 

–Qué paradoja… hasta en su entrevista oigo a Balbín definirse como un periodista de prensa escrita, sobre todo. Y no de radio ni TVE. Pero fueron esos dos medios los que le dieron el éxito.

–Sí. Cuando empezó su carrera profesional la televisión y la radio los consideraba poco serios. Con 20 años dijo esto: «Solamente podría destacar que cada día estaba más enterrado en la rama de letras, entre poesías y prosas, con cientos de casos publicados y no publicados que acabaron de orientarme en mi vocación: “Sería periodista”. Mis amigos me lo aconsejaban, el Director del Colegio insistía... solamente había personas que rechazaban tal opinión, cuando trataban la parte económica. Aun así... me gustaba. Por una parte podría escribir. Y escribiendo pongo en orden los pensamientos y hallo verdad en ellos». Estuvo en televisión y la dejó; estuvo en la radio, y la dejó. Pero nunca dejó de escribir. 

–¿Es cierto que a punto estuvo de hacer el primer debate televisivo electoral de la historia?

–Así fue. Dos días antes de las elecciones del 28 de octubre de 1982 estuvo a punto de dirigir un debate, un cara a cara entre Felipe González y Leopoldo Calvo Sotelo. Pero los demás líderes también querían participar y la Junta acordó hacer un debate múltiple en televisión con los cinco líderes de los partidos nacionales (PSOE, AP, UCD, CDS, PCE). Al no llegar a un acuerdo los representantes de los cinco partidos mayoritarios, se tuvo que suspender. A pesar de que no hubo debate electoral, sí hubo un programa de La clave dedicado a las elecciones. Se tituló Elecciones II. ¿Para quién los votos?, y se realizó el 10 de octubre de 1982. Contó con la participación de Manuel Fraga Iribarne (AP), Alfonso Guerra (PSOE), Santiago Carrillo (PCE), Miquel Roca i Junyent (CIU), Xabier Arzalluz. (PNV), Luis Uruñuela (PSA) y Agustín Rodríguez Sahagún (CDS). No fue hasta 1993 que tendría lugar el primer debate electoral entre Felipe González y José María Aznar.

–¿Qué programa o que invitado de los que llevó Balbín a «La clave» le parece más transgresor?

–Personalmente el programa más destacado fue el realizado el 19 de abril de 1985 con el título OTAN, de salida ¿qué?, con la proyección previa de un documental propio «Hilos de una trama» realizado por José Luis Egea. A José Luis Balbín el programa que más le gustó fue «¡Qué sabe nadie! Las folklóricas» que hizo en 1984.

–Un último acierto: el del título. ¿Se puede decir más con menos?

–Salir de casi 40 años de dictadura no debió ser fácil. Para la sociedad española, temas como las elecciones, el funcionamiento de las urnas, el voto, la democracia en sí, eran nuevos conceptos que necesitan de cierta pedagogía. También teníamos que aprender a cómo debatir, a saber discrepar, a saber que hay posiciones políticas diferentes a las nuestras, y no por ello tiene que acabar derivando en un conflicto o en nuestro caso en una guerra.