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Pablo Alonso González Investigador con una ayuda europea «Consolidator Grant»

"El talento no tiene raíces, solo hay que promoverlo, y aquí tenemos alumnos brillantísimos"

"Me siento querido y un privilegiado; las facilidades que me dieron en la Universidad para dar menos docencia han sido claves"

Pablo Alonso, manejando un microscopio de fuerzas atómicas. | M. L. MIKI LOPEZ

Pablo Alonso González (Grado, 1980) es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Oviedo y doctor por la Universidad Autónoma de Madrid. En 2014 fue distinguido como mejor investigador novel por la Real Sociedad Española de Física. Después de doce años en Madrid, Pekín, Cambridge y el Centro de Investigación CIC NanoGUNE de San Sebastián, el moscón decidió volver a Asturias. Fue en 2015 y lo hizo con un contrato europeo debajo del brazo. Ya instalado en la Universidad de Oviedo, consiguió la prestigioso ayuda «Starting Grant», del Consejo Europeo de Investigación, con la que pudo crear su propio grupo de Nanoóptica Cuántica. Ahora acaba de recibir una beca superior, la «Consolidator Grant».

–¿Qué tuvo que hacer para conseguir dar este salto?

–La «Starting» me permitió montar un grupo de investigación, con equipamiento que suele ser bastante caro y formar a estudiantes y posdoctorales. Digamos que me sirvió para poner el coche en marcha y lo que tuve que hacer durante estos cinco años fue conducir bien para llegar al siguiente destino: la ayuda «Consolidator Grant». Básicamente, lo que me valoraron fue el currículum, es decir, las publicaciones, y la idea del proyecto.

–Ese nuevo proyecto se basará en los resultados obtenidos con la «Starting». ¿Cuáles fueron?

–Quisimos aprender a controlar la luz en escalas muy pequeñas, 100.000 veces más pequeña que el tamaño de un pelo humano. Y a lo largo de ese estudio, descubrimos que cuando utilizábamos dos capas y se giraban hay un ángulo mágico en el que, de repente, si yo meto luz en esas dos capas viaja en una sola dirección. Ahora vamos a intentar entender esa luz.

–¿Qué oportunidades abre?

–Por ejemplo, la detección de moléculas a distancia. Podríamos visualizar o medir una sola molécula que está muy separada de otra. Eso no solo nos serviría para detectar qué molécula está ahí, sino también para cambiar su química. Iluminando una de ellas, modificamos las propiedades de la otra también. Es un campo muy abierto y a lo mejor dentro de dos o tres años se nos ocurren nuevas ideas y lo que pensábamos que era muy novedoso, ya no lo es y hay algo todavía más novedoso.

–¿Cómo son capaces de ver una luz que es 100.000 veces más pequeña que un pelo humano?

–A través de un microscopio especial. El microscopio óptico, el que todo el mundo está acostumbrado a ver, utiliza un sistema de lentes que tienen una limitación: lo que se llama difracción. Es como si tirases dos piedras al lago y esas ondas se entremezclasen y no te dejasen ver. Sin embargo, el microscopio con el que trabajamos nosotros funciona como el palo de un ciego. Es un bastón muy afilado, que va pasando por encima de la muestra. Son nuestros ojos en la nanoescala. Ese microscopio, tal cual lo tenemos ahora, nos costó 450.000 euros. Si no hubiera tenido una ERC, hubiese sido muy difícil adquirirlo. Somos unos privilegiados.

–¿Cree que hizo bien hace siete años dejando el País Vasco y volviendo Asturias?

–Sí. Si uno tiene equipamiento (y yo creo que la Universidad de Oviedo está muy bien equipada) y el apoyo necesario para poder conseguir un contrato que te dé cierta estabilidad, el talento está ahí. Yo tuve la suerte de tener unas condiciones muy adecuadas y crear un equipo en el top mundial. Y eso es lo que me hace más feliz. He demostrado que si las condiciones son tan buenas como en otro sitio, aquí se puede hacer ciencia del más alto nivel y seguir haciéndola. Aquí hay tanto talento como en cualquier sitio o incluso más. Porque estamos acostumbrados a trabajar con muy poco. El talento no tiene raíces, lo hay en todos los sitios, lo que hay que hacer es promoverlo. Y ahora en la Facultad de Ciencias, con el doble grado de Matemáticas y Física, los estudiantes que tenemos son brillantísimo. De forma que si consigues motivarles para hacer una tesis, acabas teniendo gente buenísima, que te lleva a donde quieras.

–¿Se siente querido en la Universidad de Oviedo?

–Muchísimo, me siento un privilegiado, la Universidad me ayuda en todo lo que puede con sus recursos. El departamento de Física no me pudo acoger mejor, haciéndome un acoplo perfecto a la docencia. Yo pertenezco al personal docente e investigador, al PDI, pero digamos que soy más «i» que «d». Hago investigación en un 75-80% y docencia, en un 20%, cuando lo normal es suceda al revés. Eso es algo que penaliza mucho a los nuevos investigadores que vienen aquí. A lo mejor tienen un contrato Ramón y Cajal y pueden hacer más investigación que docencia, pero cuando éste se acaba y tienen que acreditarse pasan del 20 al 80% de docencia y ahí es cuando la investigación baja mucho. Ese es un problema que tiene la Universidad y que debería corregirse sacando perfiles más científicos. La Universidad es un elefante muy grande que tiene una inercia tremenda, en la que cambiar cosas es muy difícil, pero para eso estamos: para cambiarlas. 

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