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En recuerdo de Efrén Cires

En memoria de quien fue un ejemplo en el plano institucional y personal

La última vez que vi a Efrén Cires fue al lado de su casa en la calle Velázquez, en Madrid. Nos encontramos por casualidad y aprovechamos para tomar un café y recordar sus tiempos del Consejo Social, órgano de la Universidad del que él fue presidente varios años, tanto con gobiernos autonómicos del PSOE como del PP. A Efrén le debe el Consejo Social –no en exclusiva, pero sí de modo relevante– su conformación actual, el impulso de la ley que lo estructura, aún vigente, y la peculiaridad de su funcionamiento, con la Intervención funcionalmente dependiente del mismo, caso prácticamente único en España. No obstante, Efrén no olvidaba la vocación del Consejo Social como conector esencial entre la Universidad y la sociedad civil y la necesidad de recabar de esta última las mayores aportaciones de experiencia profesional y de fondos económicos para la institución.

En aquel encuentro Efrén se me apareció tan lúcido como siempre, si acaso sin pelos en la lengua para juzgar circunstancias y hechos; privilegio de la edad avanzada. La bonhomía y la calidad personal de Efrén se manifestaban en su disposición a captar la psicología de personas y organizaciones, lo que explicaba su gran capacidad de interlocución y la facultad para entender las razones de los demás, lo cual resulta esencial en cualquier actividad humana: una habilidad menos habitual de lo que sería deseable, especialmente en los ámbitos directivos de gestión.

Efrén no alardeaba de su impresionante trayectoria profesional: catedrático de contabilidad; empresario minero en Cangas del Narcea, creando centenares de empleos en Carbonar; presidente de COPE y otras muchas iniciativas públicas y privadas exitosas. De lo único que alardeaba era de su familia, con la que tenía una relación de orgullosa interdependencia y de sus amigos, aunque nunca estuvo dispuesto a renunciar a sus principios para favorecer situaciones que juzgaba inadecuadas, lo que le originó más de un disgusto.

Sirvan estas líneas como recordatorio y homenaje desde la Universidad de Oviedo, en nombre del rector y de toda la Comunidad Universitaria, a una persona de mérito personal muy por encima de lo habitual, sin incurrir en aspavientos ni protagonismos estridentes. La discreción y la ponderación como cualidades personales y profesionales le otorgan un sello propio y, al tiempo, una huella institucional y un modo de actuar que bien podría ser un ejemplo del modelo a seguir para aquellos que desempeñan cargos en las instituciones públicas.

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