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Las obras de Pidal pasan a dominio público

La Biblioteca Nacional digitaliza, a los 80 años de su muerte, los libros del marqués de Villaviciosa, entre ellos relatos como el ascenso al Urriellu y sus cuitas por cazar un oso

El marqués de Villaviciosa, en una cacería.

La Biblioteca Nacional de España tiene en custodia 34 obras de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias. Y la mayoría de esas obras han sido incluidas por la institución entre las merecedoras de una digitalización que propicie su fácil conocimiento entre la ciudadanía. Esa difusión ya puede hacerse sin cortapisas porque la obra del político, jurista, articulista, cazador y montañero, creador del primer parque nacional de España, el de la Montaña de Covadonga, ha pasado al dominio público al cumplirse, este 2022, los 80 años de su muerte.

"Al pasar sus obras a dominio público, éstas pueden ser editadas, reproducidas o difundidas públicamente. La Biblioteca Nacional de España publica cada año la lista de los autores de su catálogo cuya obra pasa a dominio público y este año uno de esos es Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós (1870-1941). Nacido en Somió, Gijón (Asturias). Escritor, periodista, político conservador y conservacionista, jurista y montañero, el 1º que subió al Naranco de Bulnes con El Cainejo en 1904", explican los portavoces de la Biblioteca Nacional.

El marqués de Villaviciosa, en una cacería.

Esa digitalización hace muy fácil el acceso a las publicaciones de un marqués que era prolífico escritor y que gastaba un humor fino. Y que tanto le gustaba detallar sus expediciones montañeras como poner por escrito sus cuitas más domésticas, sus salidas de caza, sus reflexiones filosóficas o sus inquietudes políticas.

La chifladura del Naranjo

Y para lo dicho, lo mejor son los ejemplos. Su obra "El Naranjo de Bulnes" ha sido ampliamente difundida porque es un texto que recoge todas las reflexiones que le llevaron a preparar y ejecutar con éxito la ascensión al Urriellu. "¡Subir al Naranjo de Bulnes!... ¡Como quien no dijo nada. ¡Qué hazaña de alpinista más grande! Era para mí algo así como la toma de Port-Arthur para los japoneses", expresa en el libro donde también cuenta que "cada cual tiene su chifladura en este mundo, y yo prefiero denominar así mis caprichos, que denigrar ligero los del prójimo, sin duda porque no los comprendo. Trepar por una roca pelada, con un precipicio a la derecha y otro a la izquierda, para sorprender algún robezo en alguna revuelta, o contemplar un grandioso panorama en la cima (...) será un placer del que se reirán muchos; pero es un placer soberano, que me domina por completo, y ante el cual me considero... chiflado", describe en los prolegómenos de un relato que acaba con el triunfo total de la ascensión al Urriellu con El Cainejo.

Pero hay más textos que pueden sorprender. Como el que se titula "El oso del museo" y el que airea la polémica con su primo "Pepón" a costa de quién había cazado un gran oso en Somiedo que acabó siendo disecado y expuesto en el Museo de Madrid, cumpliendo el encargo que le había hecho el rey Alfonso XIII. Así lo dice el Marqués: "Tenía el encargo especialísimo de S. M. el Rey de enriquecer el Museo de Historia Natural de Madrid con el más hermoso ejemplar de oso asturiano con que pudiera hacerme". Ocurrió el 7 de octubre de 2015.

El día que el Marqués se despeñó, y salió con vida: "Rodar usted 250 metros... ¡Usted querer matarse!"

Tan reseñable como el relato que hace Pedro Pidal del primer ascenso al Naranjo de Bulnes –ese en el que explica que "saltando, loco, ebrio de placer y de entusiasmo, entoné al llegar a la cumbre el más formidable ¡Hurra! que di en los días de mi vida... Era la una y cuarto de la tarde"– es aquel en el cuenta cómo se despeñó bajando Peña Santa.

"Resbalé y... ya no había dilema; salí como una flecha (...) Cada golpe era más fuerte que el anterior; cada sacudida más brusca; el Mauser se me rompió en dos pedazos chocando con mi cabeza, y en vano procuré retenerlos: nuevos golpes me los arrancaron de las manos y y entonces, solo, abandonado, sin medios, sentí que volaba, que mi cuerpo inerte se sacudía brutalmente contra la dureza del suelo, y que dentro de unos segundos sería una masa inerte e inconsciente. ‘Yo lo quise –pensé–: me estoy despeñando, y al primer envite contra la peña me voy al otro mundo sin darme cuenta de ello’ (...). Me di por muerto. Veía de un momento al otro el choque fatal, terrible, que me desvencijara por completo, que rompiese mis huesos y aventase mis sesos, si es que me quedaba algo por haberme metido en trance semejante, y a pesar de tales seguridades fúnebres de mi espíritu, el instinto trabajaba siempre por mí hasta el último momento, impidiendo que bajase de cabeza y convirtiendo mis extremidades heladas en garras de felino... ¿Cómo fue? Yo no lo sé; lo cierto es que logré detenerme sobre la nieve (...). Cuando me puse de pie sobre la peña, y me cercioré que no había más roturas que las de la piel, me encontré con los pantalones en la cintura y con el chaleco y la chaqueta en los sobacos. El rifle, el sombrero y el reloj habían desaparecido. Al ir en busca de mis compañeros me encontré con el alemán (el geólogo M. Schoulze) que, alma buena y caritativa, con botas con clavos y piolet, volvió al campamento con mis objetos recuperados.

–Rodar usted 250 metros –me dijo–. ¡Usted querer matarse!

Le di un abrazo y mi cama. Yo dormí al sereno, sobre el santo suelo, metido en un saco de piel de oveja y contemplando las estrellas. Para estrella, la mía". La fecha: el 4 de octubre de 1907.

Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, despeñado ese día, aún viviría 34 años más. Y este año sus obras ya son de dominio público.

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