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Modelo de ciudad

La Rambla: una reforma para cerrar la gran cicatriz de Barcelona

La transformación de la arteria no resuelve la ausencia de una oferta comercial y de restauración de proximidad

La Rambla de Barcelona. Ricard Cugat

La Rambla, la calle más fotografiada de la ciudad, el símbolo de Barcelona, la arteria y el nervio de Ciutat Vella. El estandarte del distrito más canalla de la capital catalana. El paseo que aún mantiene la cicatriz abierta por un terrorista que condujo a toda velocidad, hace cinco años, sembrando la muerte a su paso. Pero la Rambla es también adalid de lo que quizás no tuvo que pasar, a nivel turístico, social, comercial, inmobiliario. Gentrificación vecinal, monocultivo de tiendas, restauración centrada en el forastero. Ahora tiene cerca, para justo después de las fiestas de la Mercè, el inicio de una larga reforma, por tramos, que empezará en Colón, con vistas, defiende el ayuntamiento, a devolver el paseo a la ciudadanía. ¿Pero de verdad hay margen para tan noble objetivo? ¿Puede el urbanismo quemar mitos, coser heridas y reordenar realidades en estos 1,3 kilómetros de trama urbana? ¿No quedará una mejor alfombra para explotar la manida Barcelona de postal? Así es hoy la calle que concentra lo mejor y lo peor de la historia reciente de la capital catalana.

Leyenda de servicios en la Rambla de Barcelona.

La Rambla se puede observar desde muchos puntos de vista. La calzada, el pasillo central, la acera lateral, la vida tan distinta en los barrios que divide, Gòtic y Raval. Tampoco tiene nada que ver de día que de noche. O de lunes a viernes y en fin de semana. Lo que no cambia tanto, aunque también hay un cierto dinamismo, es lo que hay en los márgenes, en los bajos y dentro de los edificios. Un entretenido paseo de arriba abajo y de abajo arriba permite dibujar un perímetro poco acogedor para el público local, pero un imán para los que están de visita.

Bailaoras de porcelana en una tienda de souvenirs. Ricard Cugat

Algunos datos para empezar: 27 bazares y tiendas de suvenires28 hoteles, pensiones y hostales; una decena de establecimientos de cambio de moneda (especialmente sangrante, el que mantiene el rótulo de la extinta Musical Emporium) y nueve tiendas de venta de artículos deportivos, con gran protagonismo de los productos vinculados con el Barça. Todo ello, con tan solo 569 residentes, según un estudio de Barcelona Regional realizado en 2020 (Amics de la Rambla cree que son más, sobre los 800), con cuatro de cada cinco inmuebles no aptos para personas con movilidad reducida y con el 52% de vecinos afirmando que se irían del barrio si tuvieran la posibilidad, un porcentaje que en el global de la ciudad es del 17,4%.

De los 122 edificios con fachada en la Rambla, solo 64 son de viviendas, con un total de 652 pisos, repartidos de la siguiente manera: 226 domicilios habituales, 39 temporales y 387 (el 59%) reservados al uso no residencial, es decir, de estancias inferiores a 30 días. Con 28 hoteles, no hace falta hacer demasiados números: con mucha diferencia, en la Rambla duermen más turistas que barceloneses, que se concentran sobre todo en el tramo central de la arteria, donde más macetas con plantas se ven en los balcones, la mayoría de los cuales blanden una fría combinación de mesa y dos sillas, claro síntoma de piso turístico cerca. 

En el paseo hay 27 bazares, 28 hoteles y hostales y 10 negocios de cambio de moneda, pero no hay panadería, peluquería ni suficiente oferta cultural para seducir a la ciudadanía

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Sin nativos

Lo normal en un reportaje de estas características es que el periodista vaya encontrando personas que entran y salen de los edificios de viviendas. Eso no sucede en la Rambla. En cuatro horas de paseo, un solo nativo avistado con aspecto de 'ramblenc', al que, obviamente, hay que abordar. Vive aquí desde 2015, no se marcha porque le gusta mucho su piso y se lleva bien con la propiedad, y sobre su calle dice que no es más que un "lugar de paso" para ir a otros puntos de la ciudad. Aunque durante lo más crudo de la pandemia, sostiene, "esto daba gusto”. El poco apego queda de manifiesto en la encuesta municipal de 2020, en la que solo el 4,2% de los residentes temporales de la arteria decían haber elegido este enclave por su encanto. Por contra, lo más valorado era el hecho de estar en el supuesto centro de Barcelona o cerca del trabajo.

En ese mismo estudio de Barcelona Regional quedó claro el mestizaje de la Rambla, cumpliendo el tópico de paseo crisol de civilizaciones. El 48,2% de los residentes son de nacionalidad extranjera (sobre todo indios e italianos), por un 47% con pasaporte español y un 4,8% que no sabe o no contesta. Hay menos niños, adolescentes y personas mayores que en el resto de la ciudad, y una cosa curiosa: el 58,2% de los domicilios no tienen coche porque no lo quieren o no lo necesitan, 20 puntos por encima de la media de Barcelona. También es muy superior el porcentaje de viviendas en régimen de alquiler (68,4%, 25 puntos más que en el resto de la capital catalana), en cambio, la propiedad (22,4%) está por debajo de la mitad de toda la ciudad (54,3%).

El Club Capitol, cerrado desde hace un par de años. Ricard Cugat

En toda la Rambla hay 21 locales vacíos (la mitad en cada acera y muchos de ellos, antiguos restaurantes en barbecho por la pandemia que, poco a poco, han ido renaciendo). Fermín Villar, presidente de Amics de la Rambla, explica que los propietarios hicieron mucho dinero en el pasado y no tienen ninguna prisa. "Buscan a alguien que pague lo que piden y esperarán lo que haga falta. No les hace falta negociar ni tienen intención de regatear". También hay dos edificios tapiados. Entre los comercios que sí están abiertos, llaman la atención las 11 tiendas de deportes, dos oficiales del Barça y el Madrid y el resto, dedicadas a todo un poco, calcos las unas de las otras. Hay tres tiendas de productos cannábicos, seis farmacias, cuatro comercios de artículos eróticos y unos 40 establecimientos de restauración, 20 de los cuales entrarían por la puerta grande de la categoría de 'comida basura'. Hay una óptica, una tienda de carátulas de teléfonos, un estanco, una administración de lotería, un puesto de figuras de porcelana de Lladró, cuatro entidades bancarias y un negocio de botas del oeste que lleva aquí desde 1948.

Aquellos maravillosos años

También tienen aquí su sede la UGT, el Diplocat, el Departament de Cultura o la empresa Idealista. Y hay tres museos, uno dedicado al erotismo, el de cera, renacido a finales de 2021, y un tercero con ilusiones ópticas y extravagancias varias. Sin olvidar los cuatro teatros. El Club Capitol (número 138 de la calle) bajó el telón en 2020 y no ha vuelto a abrir. Grup Balañá no se puso de acuerdo con el propietario y a finales de 2019 anunció que la temporada en curso era la último tras casi 60 años en la Rambla, nuevo de los cuales corresponden al glorioso 'Solamente' de Pepe Rubianes. A finales de 2021, el local fue adquirido por un grupo inversor. Nada se sabe aún sobre su futuro, pero se sospecha que si renace lo hará bajo el manto de una gran multinacional, y sin vinculación alguna con la cultura.

El conductor de una VTC descarga las maletas de unos turistas. Ricard Cugat

El Teatro Principal (número 27) cerró en 2017 y está pendiente de que los nuevos propietarios vuelvan a abrirlo para ofrecer obras de teatro y exposiciones inmersivas. Por último, en el 115 está el Poliorama, gestionado con éxito por miembros de El Tricicle, Dagoll Dagom, Anesa, T de Teatre y La Brutal. Por último, el Liceu (61-63), que se mantiene como estandarte de la burguesía a este lado de ese Rubicón llamado Diagonal. Lo que no hay, y sí abunda en el resto de la ciudad, son panaderías ni peluquería. Por supuesto tampoco hay lavandería.

Villar tampoco cree que la reforma vaya a devolver la Rambla a los barceloneses. El presidente de Amics de la Rambla está convencido de que la ciudadanía sigue amando esta calle. Lo demostró, evoca, tras los atentados del 17 de agosto de 2017. "Mucha gente vino a dar su apoyo, y la mayoría hacía siglo que no bajaba. Eso nos demostró que solo hace falta darles una razón para venir". El comercio, admite, no lo es, porque la oferta actual es "infinitamente mejorable". Pero si es importante que los nativos regresen a la Rambla, más lo es, señala, que los que viven aquí tengan todas las facilidades del mundo para que no se vean obligados a marcharse". "La última tienda de proximidad que hubo aquí -recuerda- debió ser la Antigua Casa Figueras, una fábrica de pasta" que alberga, desde 1986 y en el número 83, la pastelería Escribà.

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