Una plaza abarrotada, expectante, contenía el aliento pasados cuarenta minutos de la medianoche en Betanzos. Tras dos años privados de su tradicional ofrenda a San Roque y tres de espera desde el último lanzamiento, en 2019, y con los nervios de punta por el más que inusual aplazamiento de la suelta del globo, los betanceiros cruzaban los dedos y se encomendaban a su patrón.
La tensión reinante en los segundos previos al lanzamiento dio paso a vítores y aplausos cuando el aerostato de papel más grande del mundo emprendió el vuelo, dejó atrás el campanario de la iglesia de Santo Domingo y se perdió en la noche.
El vuelo se hizo de rogar, pero la espera valió la pena. Y es que había ganas de globo tras dos años de pandemia, restricciones y de un aplazamiento inédito del tradicional lanzamiento por mal tiempo, del que solo consta un antecedente en 1967.
Sobre todo, había ganas de mandar lejos, muy lejos, la COVID-19, protagonista de muchas de las viñetas que adornaban los dieciséis cuarterones de esta gigantesca ofrenda a San Roque, como una en la que podía verse al coronavirus ascendiendo a los cielos entre aplausos y un deseo compartido, el de “que o demo te leve” .
No faltaban tampoco las alusiones a la guerra de Ucrania o la inflación, que vuela más alto que el globo. Y también, un deseo sin duda compartido por todos los vecinos que abarrotaban la plaza y que se resume en dos frases:
–Betanceiros, que queredes?
–Que suba o globo e que baixe a luz!!
Y como marca la tradición, políticos de todos los colores se subieron un año más al aerostato. Y allí estaban, perdiéndose entre las nubes desde Putin a Pedro Sánchez. Y también el rey emérito.
Con dos años y dos días de retraso, Betanzos saldó al fin su deuda con San Roque. Y disfrutó de un vuelo que vale por tres.