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La subalterna intimidada por testificar a favor de Otín: "Solo trataba de decir la verdad"

La trabajadora de la Universidad habla del "abismo" y del "miedo" que sufrió después de que Sánchez Lazo le pidiese "explicaciones"

Carlos López Otín. Miki López

La campaña de descrédito profesional que padeció Carlos López Otín, y por la que los profesores de la Universidad de Oviedo Pedro Sánchez Lazo y Antonello Novelli Ciotti han sido propuestos para sanción, dejó una víctima colateral: una trabajadora subalterna que había sido propuesta por López Otín para que testificase en su favor y que fue llamada a su despacho por Sánchez Lazo con el objeto, según concluye el expediente del caso, de intimidarla. Ahora, una vez que Sánchez Lazo ha recibido una sanción mínima de apercibimiento por mantener una conversación "intimidatoria" con la trabajadora subalterna, la víctima, Natalia Vega, ha remitido un artículo a LA NUEVA ESPAÑA en el que relata las razones que le llevaron a testificar. Y habla del "miedo" y el "abismo" que sufrió por el proceder de Sánchez Lazo.

La subalterna explica en el texto, que se reproduce íntegramente en esta misma página, que se ofreció como testigo a Carlos López Otín "para ratificar unos sucesos muy graves que había presenciado dentro del departamento, sin entrar en el hostigamiento que la persona a la que aludían llevaba sufriendo desde hacía mucho tiempo". "Solo se trataba de decir la verdad", añade, "una verdad que la sentencia posterior demostró como irrefutable".

Pocos días después de que López Otín interpusiese la denuncia, relata Natalia Vega, Sánchez Lazo le requirió "explicaciones" en su propio despacho, en un contexto que el instructor de la investigación interna de la Universidad ha definido como "objetivamente intimidante" hacia "una persona que estaba llamada a ser testigo en una investigación contra su persona".

Este proceder por parte de Sánchez Lazo, continúa el instructor, "produce objetivamente un daño psicológico a la persona que sufre esa intimidación". Algo que Natalia Vega ratifica, al relatar su "llanto consternado arrastrando mis sentimientos a la cumbre del miedo". En este estado, la trabajadora subalterna decide denunciar a Sánchez Lazo.

El dictamen del instructor reprocha la forma de actuar de Sánchez Lazo y su decisión de llamar a su despacho a la subalterna para, señala, tratar de intimidarla. Pero la sanción queda en falta leve, por no existir un tipo específico de sanción, en el Convenio Colectivo, para ese tipo de actuaciones intimidatorias contra las personas que han de testificar en un procedimiento administrativo.

A los torvos maestros de la protervia

Natalia Vega García



Hace veinticuatro años comencé a trabajar como empleada de la Administración pública y hace diez años me trasladé, en calidad de subalterna, al Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo donde tuve, y tengo, el placer de conocer y trabajar con brillantes científicos y también maravillosas personas. El propósito de este escrito nace tras cuatro largos años de silencio navegando en la oscuridad, sorteando los envites de los torvos maestros de la protervia que allí habitan. Después de cuatro años ya no hay más tiempo ni espacio para el silencio. Hace unos cuantos meses el doctor Carlos López Otín por fin pudo poner voz a su dolor y denunció ante las autoridades de la Universidad de Oviedo el acoso al que estaba siendo sometido, en gran parte, por un pequeño círculo de su propio departamento. El viento había logrado barrer el silencio de ese último grano de arena minúsculo. Nada más conocer su decisión, prisionera de un huracán emocional al ver cómo peones dialécticos valiéndose de una gran violencia verbal trataban de destruir la reputación, integridad y honorabilidad del doctor Carlos López Otín, me ofrezco como testigo para ratificar unos sucesos muy graves que había presenciado dentro del departamento, sin entrar en el hostigamiento que la persona a la que aludían llevaba sufriendo desde hacía mucho tiempo por juicios de este tipo. Esas palabras que implicaban la siembra de infinitas semillas de perversidad y toxicidad me tenían prisionera desde entonces y pensé que esa era la forma de hacer, aunque fuese mínimamente, un poco de justicia: mi testimonio como un acto de supervivencia en medio del abismo. Solo se trataba de decir la verdad; una verdad que la sentencia posterior demostró como irrefutable. A los pocos días de que el doctor Carlos López Otín interpusiera la denuncia, esa tendencia al victimismo que siempre parecen desarrollar los propios malhechores después de haber cometido sus delitos, hace que una de las personas demandadas, el doctor Pedro Sánchez Lazo, requiera «explicaciones, en un contexto objetivamente intimidante, de una persona que estaba llamada a ser testigo en una investigación contra su persona. Esta acción produce objetivamente un daño psicológico a la persona que sufre esa intimidación y atenta igualmente contra el procedimiento administrativo ya abierto». Los días siguientes a mi encuentro con el doctor Pedro Sánchez Lazo transcurrieron en un llanto consternado arrastrando mis sentimientos a la cumbre del miedo, lo que me llevó a tomar la decisión de denunciarlo. Las palabras arriba entrecomilladas son una parte de la resolución del instructor del caso tras meses de exhaustiva y transparente investigación. ¿El resultado? «Sanción de apercibimiento, por la comisión de la falta leve de incorrección con una compañera». Y eso es así porque, sigue la resolución, «no existe en el Convenio Colectivo un tipo específico que sancione la intimidación contra las personas que han de comparecer en los procedimientos administrativos con lo que el tipo aplicable es el señalado, por lo tanto, debemos acudir a las infracciones genéricas previstas para la incorrección o atentado contra compañeros». No hay nada más agónico que un dolor silencioso que genera rabia, la misma rabia que yo sentí y que me mostró que este era mi momento de luchar contra la injusticia con el único fin de reparar mi dignidad. Fue tras este suceso que pude sentir el daño que esos «señoritos de nacimiento», como escribía Jaime Gil de Biedma, habían causado durante tanto tiempo al doctor Carlos López Otín, corroyendo no solo su cuerpo, sino también su alma. Fue en ese mismo instante que llegué a sentir que la vida era dominada por retazos de inmundicias de aquellos que se engañan y balbucean en su propia perversidad arraigados en el poder devastador de la destrucción. Fue en ese mismo instante que pude sentir que la vida jamás tendrá sentido mientras consintamos que permanezca amenazada por la toxicidad de algunos que persisten en ser lo que nunca jamás podrán alcanzar. Ver el continuo acoso sufrido por el doctor Carlos López Otín, así como la defensa de mi integridad y honorabilidad, es lo que me llevó a denunciar y a publicar este escrito ni «intrigante» ni «mentiroso». Mi rabia es un derecho que me enseñó a luchar sin miedo ante la injusticia, convencida de que el cambio es posible, aunque sea minúsculo y a largo plazo. Agradezco infinitamente el apoyo y el cariño de todos los que supieron ver en mí la verdad.

«Mudar de piel, mudar de vida, mudar de alma si es necesario. Se niega, se abjura, se dice y se contradice; pero, finalmente, mirarse al espejo al empezar cada nuevo día, con una sensación de efectuar hallazgos felices» Henri-François Rey, «La Parodia».

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