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"Ni un paso atrás"

Cuarenta años de lucha por los derechos de la mujer

La nueva ley del aborto hará realidad reivindicaciones que las feministas llevan soñando desde los años 80 | Algunas activistas recuerdan cómo entonces se organizaban para abortar en Portugal, acceder a la píldora o tener información sobre concepción

Concentración en Vigo en favor del aborto. Victoria Quivén sostiene la pancarta, a la izq. VÍCTOR DE LAS HERAS

Aprobar o modificar una ley del aborto en España no es ni ha sido tarea fácil. Un repaso a la historia de los últimos 40 años lo evidencia. La primera normativa de 1983 tardó dos ejercicios en entrar en vigor. En 2022, todo apunta a que el proyecto de ley que esta semana fue aprobado en el Consejo de Ministros saltará al ring para una pelea dura, incluso con diferencias dentro de un mismo partido. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha apoyado públicamente que las embarazadas de 16 y 17 años puedan abortar sin consentimiento paterno, en contraste con la oposición de su partido, el PP, a ese punto de la norma.

Desde las bancadas feministas recalcan: “Ni un paso atrás”. Y avisan de que no hay que confiarse ya que los derechos conquistados pueden perderse en cualquier momento. En Estados Unidos, este año, el aborto ha dejado de ser un derecho constitucional tras 50 años en que sí lo fue.

Estas son las claves de la ley del aborto que aprueba este martes el Gobierno. JUAN MANUEL PRATS

En España, en la memoria, tenemos presente la contrarreforma que Gallardón, entonces ministro de Justicia del PP, quiso poner en marcha limitando el aborto solo en caso de violación o menoscabo importante de la salud. Finalmente, fue tal la presión social y política que dimitió y su propuesta acabó en la papelera.

Las feministas gallegas llevan –en la legalidad– luchando cuarenta años por los derechos de la mujer y ven ahora que viejas reivindicaciones y sueños que ni siquiera se atrevían a tener pueden hacerse realidad el próximo año si el proyecto de ley impulsado por el Ministerio de Igualdad, de Irene Montero, triunfa en el Senado y el poder judicial no pone trabas.

"La verdad es que éramos bastante atrevidas pero había que ayudar"

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Tanto la normativa actual como el nuevo proyecto son el legado del trabajo y esfuerzo de mujeres que a finales de los 70 y principios de los 80 comenzaron a demandar tener derecho al aborto libre en la Seguridad Social, acceder a educación sexual y contraceptivos, despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo o disponer de mejor atención sanitaria para tratar sus dolencias o problemas sexuales, menstruales o de la menopausia.

En aquellos primeros años de la democracia española –tras la dictadura de extrema derecha de Franco– llegaron a coordinarse para asesorar o acompañar a mujeres que viajaban a Portugal para abortar en centros sanitarios, hacían colectas para pagar los gastos, se coordinaban para lograr anticonceptivos o intercambiaban documentación.

"Nuestro país de aquella no era lo que es hoy; el patriarcado tenía el poder absoluto"

Victoria Quivén - Coordinadora que asesoraba dónde abortar en los 80

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“El derecho a la integridad de nuestro propio cuerpo parece ahora lógico pero entonces no lo era”, reflexiona la periodista y escritora María Xosé Porteiro. “Las únicas técnicas anticonceptivas que se conocían –prosigue– eras unas pastillas espermicidas que se vendían en Portugal y se colocaban antes de la relación, con suerte de que el varón tuviese precaución para no producir un embarazo. Las relaciones sexuales estaban mal vistas fuera del matrimonio. Era una moralidad asfixiante”.

Cuando fallaba, “¿cómo se hacían los abortos? Jugándose la vida”, responde de forma tajante para añadir: “Confiaban en alguien que conocía a alguien que tenía información sobre alguien que podía practicar el aborto pero sin garantías. También había la posibilidad de ir a Portugal o a Londres para quien podía viajar sin permiso de la familia. Siendo menor de edad, necesitabas autorización paterna para viajar”.

Cuarenta años de lucha por los derechos de la mujer. CH.O.

Las mujeres que optaban, por ejemplo, por abortar en un centro sanitario en Portugal se ponían en contacto antes con una amalgama de asociaciones feministas que podían ayudarle.: la Coordinadora Feminista, primero, para después ser Donicela o Alecrín en años posteriores.

En el caso de la Coordinadora Feminista, “tenía una tarea doble: intento de concienciación de la sociedad para reclamar unos derechos básicos para el desarrollo de la vida de las mujeres y un planteamiento de ayudar en lo que no facilitaban las instituciones. Si una persona llegaba con un problema (embarazo no deseado, por ejemplo), tú intentabas buscarle soluciones alternativas. Podías decirle que podía abortar en Portugal pero a lo mejor la mujer no tenía dinero para el transporte o para la intervención. Nuestro país de aquella no era lo que es hoy. El patriarcado tenía el poder absoluto”, rememora la feminista Victoria Quivén quien dedicó años de su vida también a la lucha sindical en Vigo.

Frente a ese freno social e institucional, rememora Quivén, muchas compañeras como Carmen Segurana, Margot Chamorro, Conchita Nogueira, Pilar Díaz, Aurora Domínguez, Ana Gandón o Ana Míguez, Celia Amorós, entre otras, hicieron que la actividad de la Coordinadora fuese posible no solo aportando horas de trabajo sino incluso dinero de sus bolsos o mochilas.

Chis Oliveira. CEDIDA

La ayuda entre las mujeres era la clave. “Cuando estaba estudiando en la Universidad de Santiago –rememora la filósofa y referente en educación sexual con perspectiva de género Chis Oliveira– cuando alguna se quedaba embarazada aprovechábamos las asambleas para hacer una colecta y se pasaba la gorra para donar dinero. Había que ir fuera y había que pagar para la intervención”.

Eran finales de los años 70, principios de los 80. Oliveira recuerda haber acompañado a varias mujeres a Portugal a centros sanitarios para abortos. En su caso, los episodios que presenció fueron “muy duros. Había médicos en Oporto que hacían abortos pero en condiciones desagradables, incluso sin anestesia”.

Eran tiempos en los que abortar estaba prohibido por ley y si se demostraba que se había realizado la mujer y quienes la ayudasen podía ir a la cárcel. “Se llevaba todo en secreto, no lo podía saber nadie. Estas mujeres lo vivían en soledad cuando necesitaban un apoyo emocional que no había” en una época en la que, por ejemplo, en Compostela sólo una farmacia vendía píldoras anticonceptivas, recuerda Oliveira. “Íbamos muertas de miedo a buscarlas. Incluso tenía amigas de Vigo que me las encargaban”, comenta la escritora.

"Se llevaba todo en secreto y se hacían colectas para donar dinero o porque había que ir fuera"

Chis Oliveira - Acompañaba a mujeres a abortar a Portugal

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Quien no guarda un mal recuerdo de su aborto en Portugal en aquellos años es María Gutiérrez (nombre ficticio). Era el año 1983 cuando acudió “a un ambulatorio al sur de Oporto con cita. Me lo hicieron por el método de la aspiración. Estuve allí una hora o dos y ya volví para Vigo con mi marido, que me acompañó. Yo estaba embarazada de un mes. Trabajaba, tenía un hijo que era muy pequeño y en ese momento no podía cuidar a otro”, recuerda.

En su caso, su entorno sabía de su decisión: “Tanto mi pareja como mis padres me apoyaban. Contacté con feministas y me señalaron cómo hacer. Después, aquí en Vigo dos días después me atendió un médico que me recomendaron desde la Coordinadora. Me diagnosticó una pequeña infección y me dio unos antibióticos. Años después me quedé embarazada y entonces sí que decidí tener ese hijo. El haber abortado no me supuso nada malo ni física ni psicológicamente”.

Chis Oliveira sin embargo recuerda la época con “muchísimo temor. Tenía miedo de que la chica que acompañaba tuviera una complicación. Podía tener una hemorragia, pasarle algo. La verdad es que éramos bastante atrevidas, pero había que ayudar”.

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