En el 75º. aniversario de la Ópera en Oviedo y al inicio de la nueva temporada, no cabía mejor elección que el tema basado en la obra del asturiano Alejandro Casona (Alejandro Rodríguez Álvarez (1903-1965): "La dama del alba", con música del compositor gijonés, Luis Vázquez del Fresno. Según sus propias palabras en la reciente conferencia en LA NUEVA ESPAÑA, previa al estreno, el profesor Vázquez componía su obra a lo largo de unos veinte años y no la considera aún totalmente finalizada. La historia conoce otros casos de interminables retoques y perfeccionamientos. Así, Beethoven tardó seis años en acabar la composición de su novena sinfonía, por la que sería más recordado. En el área literaria, Goethe retocaba su "Fausto" a lo largo de toda su vida, y el ruso Mikhail Bulgakov tardó diez años en perfeccionar y concluir su famosa novela "El maestro y Margarita". Afortunadamente, Luis Vázquez nos permite ya disfrutar de su versión operística de "La dama del alba". En los años setenta del siglo XX se anticiparon compositores de Francia (1972) y Eslovaquia (1976) a estrenar sus obras musicales sobre este tema en Toulouse y Bratislava, respectivamente. Desde los tiempos bíblicos es difícil "ser profeta en su tierra".

El folclore unido a la nostalgia son motores de las obras con mayor éxito. El folclore es un yacimiento inagotable de temas, siempre originales, basados en las pasiones más endógenas y profundas del ser humano desde tiempos ancestrales, y que se manifiestan en estado puro. Además, el folclore con su música, tradiciones, fiestas, costumbres y cuentos, es cuna de culturas en su origen, también ancestral. La nostalgia, "la morriña", el anhelo de la "tierrina" que nos vio nacer, es el motor que hace aflorar esos tesoros, ya que el autor siente la necesidad de regocijarse en el recuerdo de sus orígenes, vivirlos de nuevo en su imaginación. Así nace la obra de su alma.

Basadas en el folclore nacieron durante su exilio las polonesas y mazurcas de Chopin y el bello poema nacional polaco del poeta Adam Mickiewicz, entre otros. En el folclore se basó la epopeya "Los campesinos" de Władysław Reymont, por la que recibió el premio Nobel de Literatura en 1924. También Casona escribió "La dama del alba" (1944) durante su exilio en Buenos Aires, tras un extenso periplo por países suramericanos. Estuvieron en su recuerdo la música de las orillas del río Narcea, los cuentos de su abuela llenos de "trasgus" y otros personajes de la mitología asturiana, ya que los cuentos de antes trataban de "meter miedo" a los chiquillos. Recordó historias de la gente de su aldea y los escalofriantes aullidos de los perros, que anunciaban la muerte, según antiguas creencias.

El misterio de la muerte es otra fuente para la imaginación. La recordamos como personaje en la película "El séptimo sello", de Bergman, paciente y omnipresente en tiempos de la peste negra. También en las últimas páginas del "Gatopardo", de Lampedusa, aparece en forma de atractiva mujer complaciente y envolvente. En "La dama del alba" se la representa como una bella peregrina, que inspira curiosidad y confianza, juega con los niños (inconscientes de lo que significa), rebosante de amistad, sabiduría y con un poder liberador, que infunde paz y alivio. A través de ella (y sin hacer apología del suicidio), los personajes de la obra pueden arreglar su vida (casarse otra vez), salvar su honor, dar entierro al difunto y calmar su alma. Podrían ser estas algunas razones de las exhumaciones y búsqueda de los desaparecidos. Algunos nunca se encontraron, como fue el caso del programa de la exterminación de los intelectuales polacos (jueces, abogados, profesores, etc.) por las fuerzas de ocupación rusas, una vez finalizada la II Guerra Mundial, en 1944/45. Desaparecieron para nunca volver con sus familias, sin noticias y sin dejar rastro, sin posibilidad de darles sepultura.

Alejandro Casona tuvo suerte de poder regresar del exilio para morir en su país. Pero no autorizó la representación de sus obras en España durante el régimen franquista. Sin embargo, tanto las obras de Casona como las de García Lorca, se representaron con gran éxito en los escenarios de Polonia, Checoslovaquia y otros países de Europa central. En aquellos tiempos del "telón de acero", cuando no se permitía a los ciudadanos del bloque soviético viajar a los países occidentales, tanto el autor asturiano como el andaluz, dieron a conocer la imagen de España de la primera mitad del siglo XX.

Asturias, ansiada y recordada cuna de Alejandro Casona, tal vez esté en deuda con el escritor de organizar un festival con sus obras, conocidas ya en el mundo entero. ¡Y quién mejor que un asturiano, para perfilar con música los caracteres y pintar los paisajes de la región! Que sirva de deleite el cuadro con el argumento de una historia humana universal, ambientado con la música de D. Luis Vázquez.